El día de ayer dos de los candidatos a la presidencia anunciaron lo que harán, o más bien no harán, respecto a la lucha contra el crimen organizado y contra la corrupción. Tanto el expriista Andrés Manuel López Obrador como el priista José Antonio Meade se ocuparon de ambos temas con declaraciones poco más que sorprendentes, pues uno pensaría que tendrían alguna suerte de compromiso con dos de los mayores impedimentos para que este país avance.
López Obrador anunció que analiza una amnistía al crimen organizado para “garantizar la paz y la tranquilidad”. No hay que hacer menos la declaración, porque estamos hablando de criminales que han devastado zonas enteras del país, que han propiciado cientos de miles de muertos y deshecho estados y municipios. El crimen organizado ha sido una de las peores tragedias en este país. La estela de muerte y delito recorre este país. La actividad del narco ha desaparecido familias, ha cancelado la vida de comunidades y ha dado un futuro de delito y tragedia a miles de jóvenes. Qué hacer con el crimen organizado es, sin duda, uno de los grandes retos de México. Que el candidato puntero en las encuestas, el político más conocido del país se pronuncie por perdonar a los narcos es verdaderamente escandaloso. Y, por supuesto, es peligroso. De entrada, la declaración de AMLO abre las puertas de su campaña a los narcotraficantes, por lo menos en el ámbito del financiamiento. El narco prefiere arreglarse desde antes con quienes ejercerán el poder y qué mejor que hacerlo desde la campaña con el candidato para crear un vínculo. Las autoridades deberán tener especial cuidado en el dinero que llega a las campañas de Morena, y habrá que estar pendiente que los candidatos de ese partido no sean, por ejemplo, del Cártel Jalisco Nueva Generación o alguno de los Arellano Félix, ya amnistiado por su líder político. Increíble pero cierto: AMLO no quiere combatir al narco.
Por su lado, el priista José Antonio Meade dejó en claro que el asunto de la corrupción se trata de una pregunta mal planteada. En una entrevista con El País, y a pregunta expresa sobre si va a investigar los casos de corrupción de esta administración, el abanderado priista contestó: “Es que me parece que caemos de nuevo en el planteamiento personal. Tenemos que movernos en un esquema en el que la pregunta no sea válida. Un esquema que funcione para todos, en donde el acceso a la justicia y a la rendición de cuentas sea igual para cualquier funcionario. Vamos a funcionar bien cuando la pregunta deje de tener mérito. Cuando alguien piensa ‘El problema es de’ es que no entiende el problema de fondo”. Más claro ni el agua. El problema es que la gente no entiende los “problema de fondo” y cree que le puede pedir cuentas y responsabilidades a personas concretas. La pregunta es válida mientras existan respuestas como las del candidato del PRI. Es una repuesta que ofrece encubrimiento, que muestra complicidad y que apuesta a bajar el tema en la prioridad nacional. Muy probablemente entonces la casa de campaña de Meade será la ‘casa blanca’ de Peña.
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