Ahora nos enteramos que el equipo no supo qué negoció ni cómo le hicieron los estadounidenses para que aparecieran cosas que los mexicanos no sabían.
No podía saberse. Era imposible de imaginarse. Nadie lo pudo suponer. Que los gringos abusaron de los negociadores en el acuerdo del T-MEC es algo que nadie podía tener en la mente. Abusaron de la buena fe, alega el negociador en jefe de los mexicanos, el subsecretario Jesús Seade. Caray, qué mala onda son los gringos, quisieron tomar ventaja en las negociaciones. Qué poca, eso no se le hace a los vecinos.
Pocas cosas han generado una felicitación general al presidente López Obrador y su gobierno como la firma del acuerdo norteamericano la semana pasada. Quienes somos críticos persistentes de su quehacer gubernamental, saludamos el trabajo realizado y no dejó de sorprender que de un día para otro se anunciara la firma ni más ni menos que en Palacio Nacional. López Obrador había rebasado por la derecha, por la autopista del neoliberalismo.
Sin embargo, resultaba demasiado bonito para ser verdad. Hubo voces, que fueron silenciadas por considerarlas fruto de la envidia y amargura, que se quejaban de que el señor Seade acudió solo a la última fase de las negociaciones y que se había entregado a la contraparte más de lo debido. Gustavo Hoyos dijo que qué bueno que se habían terminado las negociaciones porque este gobierno hubiera regalado el istmo de Tehuantepec. Se tomó su declaración como la del derechoso resentido que perdió las elecciones con sus amigos, pero su advertencia resultó cierta.
Ahora nos enteramos que el equipo no supo qué negoció ni cómo le hicieron los estadounidenses para que aparecieran cosas que los mexicanos no sabían. Es claro que no leyeron lo que firmaron y tenían más prisa que atención al detalle.
Cuando uno va a negociar con los gringos ya sabe de qué se tratan las cosas. Ellos aplican la política del buen vecino que, como es conocido, consiste en que nosotros seamos los buenos y ellos los vecinos. Con eso en la mente no puedes pensar que les vas a ver la cara o que no intentarán, cada minuto, en sacar una ventaja para ellos. Es parte de su papel como negociadores. Llamarse ahora sorprendidos por esa actitud revela la ingenuidad, si no es que la irresponsabilidad de quienes cerraron las negociaciones por el lado mexicano.
Por si fuera poco el oso de los negociadores, el Senado mexicano con su mayoría de Morena festejó la aprobación del documento con grandes festejos. La bancada obediente al presidente incluso se jactó de haber hecho a un lado sus filias ideológicas y celebraban un pragmatismo neoliberal con el que hubieran crucificado a cualquiera el año pasado. Tanta alharaca para terminar por darse cuenta que lo que aprobaron no era lo que pensaban.
Se entiende que en las bancadas legislativas hay de todo y que son pocos los que trabajan o conocen los temas. El grueso de los legisladores –de todos los partidos– son casi analfabetas funcionales, porros o exhibicionistas con crisis de personalidad. Ahora a todos se les fue, pero eso sí ya fueron a tomarse la foto con el presidente AMLO y a promocionar su espíritu republicano, su amor a México y su trabajo desinteresado en favor del bien común. Tales para cuales: unos no supieron qué firmaron, otros no supieron qué votaron.
Ignoro si es la letra chiquita que no leyeron los mexicanos, si negociaron mal o si les vieron abiertamente la cara. La cosa es que la alegría se acabó y parece que estamos ante un fiasco de negociación. Como bien dice Carlos Matienzo en un tuit: “Hasta lo que hacen bien, lo hacen mal”. Ni hablar, así son las cosas en la cuatroté.
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