“La política es la continuación de la guerra con medios diferentes, en que se puede ganar o perder; pero el problema es que te acostumbras a ganar, nunca a perder”.
Muchas cosas pasan en estos días extraños para todos. Encerrados, ponemos más atención en lo que pasa, en lo que dicen nuestros gobernantes, que en el sentido de sus decisiones. Lo mismo hacemos con lo que pasa en el mundo: vemos la muerte que se cuela en los países más poderosos y tiene asolado a España, Italia, Estados Unidos. Tan solo en el estado de Nueva York han llegado a tener más de 600 muertos en un día por el coronavirus. Por supuesto, las decisiones que se toman por parte de los políticos implican, como pocas veces, decisiones de vida o muerte para sus ciudadanos. Si siempre es importante la política y quienes la ejercen, hoy con mayor razón.
Hace ya varios años, Harry Mulish, uno de los grandes literatos holandeses de la postguerra, escribió El descubrimiento del cielo (Ed. Tusquets), una novela que recorre turbulencias humanas y por lo tanto políticas. Van algunos subrayados en ese sentido.
“Onno se dio la vuelta y aseguró que tras constatar que la política consistía en llamar por teléfono, uno se preguntaba cómo se las ingenió Julio César”.
“Pero en política las acciones son las palabras mismas, y eso es algo muy diferente. (…) Y yo, por mi parte me paso el día hablando de todo con todo el mundo en esas mismas ocasiones, y durante conferencias de prensa, o entrevistas en el periódico, y en la televisión. Yo trato de convencer, trato de influir en la gente. La política es eso, es poder de persuasión; todo es verbal, una permanente tormenta de palabras. Pero no es sencillamente hablar, no, se trata de ir emitiendo juicios. Es negociar; es hacer algo sin hacerlo. Claro que resulta muy bonito si con ello puedes cambiar y mejorar las cosas, de eso no me oirás quejarme; pero la conciencia de que sucede por esos medios me está empezando a comer la moral”.
“La política –dijo poco después– hace daño a cualquier alma. En política tu enemigo mortal en potencia siempre está sentado en la primera fila de tu auditorio. Por eso debo desconfiar de todo el mundo, y en primer lugar de mis amigos; y eso implica de nuevo que me veo obligado a despreciarme a mí mismo permanentemente”.
“La política es la continuación de la guerra con medios diferentes, en que se puede ganar o perder; pero el problema es que te acostumbras a ganar, nunca a perder. Cuando pierdes pasas por más cosas que cuando ganas; perder se vive más intensamente, y ello implica que mucha gente prefiere en el fondo perder a ganar, porque ganar les aburre”.
“La política –pensó Onno– es un oficio en que las cuentas se ajustan hasta el último centavo”.
“Si no dispones de la carne dulce del Mesías, sólo puedes combatir el mal duramente con el mal. Al servicio de la bondad has de admitir necesaria y trágicamente el mal, ése es el precio que has de pagar. ‘Nadie puede gobernar inocentemente’, eso ya lo dijo Saint-Just, antes de acabar él también en la guillotina”.
–¿Tú crees en Dios, Quinten?
–No lo he pensado nunca.
–¿Y tú?
–Desde que lo he pensado, ya no.
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