El arribo en manada de priistas a la campaña de Claudia Sheinbaum es una muestra más de que la política de hoy es la misma de ayer y que todas las formas y maneras que creíamos se habían quedado atrás son más que vigentes. “La cargada”, “la bufalada”, “la caballada” son de las manifestaciones más priistas que conocemos. En una versión un tanto decadente, algunos conocidos priistas decidieron pasarse a otro partido, abandonar el propio para irse a apoyar a “la ganona”, que es la señora Claudia. Se trata de un abordaje de tipo pirata a la campaña de Sheinbaum: saltan de un barco al otro, pues saben que al final se quedarán con el timón, tal y como pasó con la izquierda que terminó en manos de López Obrador.
Antes, “la cargada” se hacía a favor de quien era seleccionado por el todopoderoso y los priistas se sumaban en masa al nominado, sin importar cercanía, amistad, lealtad o lo que fuere con otro posible competidor. Escenas de cinismos y desvergüenza, de arribismo y lambisconería, son las que se veían en este tipo de adhesiones, pero todo quedaba adentro de la familia revolucionaria. Hoy se ve lo mismo, pero se cambian de partido para estar con la ganadora.
El anuncio de esta semana en el que se manifiesta por Sheinbaum una serie de priistas que tuvieron roles importantes hasta hace poco, nos habla del nivel de descomposición que hay en el PRI que comanda el señor Alito. No hay en ese partido espacio para el disenso y menos aún canales para dirimir diferencias. El PRI parece desfondarse al no encontrar ya nada que lo aglutine, que le dé cohesión –cosa que hacía el poder cuando lo tenías– y ahora muchos de ellos van en busca de algún tipo de cohesión alrededor de quien detenta el poder.
No nos debe extrañar. Tenía tiempo que no pasaba eso en grupo, pero la llegada de priistas a Morena es un éxodo que lleva años. López Obrador es un expriista, sus lazos verdaderos no están con la izquierda sino con el priismo, como lo ha mostrado, por ejemplo, en su preferencia por Bartlett sobre Encinas, a quien ha ninguneado una y otra vez. Sus modos autoritarios y caciquiles son propios de un priista rancio. Así que es ahí a donde van los priistas, con sus viejos conocidos, con los suyos, los que conocieron en casa.
Aunque el PRIAN ha sido un hecho en materia de gobierno en sexenios anteriores, en el fondo comparten pocas cosas. Es muy raro que un priista se pase al PAN, son contados los casos. En Morena la llegada de priistas es cosa de todos los días; si no los quieren, van a tener que hacer un muro como el que quiere Trump.
Otro asunto que deja ver el asalto al barco claudista es la necesidad que tiene la candidata oficialista de tener apoyos por todos lados. Parece que tuviera nada más cinco puntos de diferencia con Xóchitl y no los 30 que dice tener. Si llevaran tanta diferencia, qué necesidad tendrían de estar aceptando a los prófugos del PRI. Algo temen que se quieren reforzar con operadores en todos lados.
A saber qué tan útiles sean las nuevas adquisiciones. Lo cierto es que Claudia empezará a morderse la lengua cada vez que ataque al priismo del pasado, porque lo tiene al lado. Por lo pronto el PRIMor está de moda.
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