A reserva de lo que decida la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto de la reforma judicial en nuestro país y el riesgo que ella pueda representar para su autonomía, independencia y el equilibrio de poderes en el Estado Mexicano, ya se dan los primeros pasos para proceder a la elección de jueves, magistrados y ministros, aunque bien a bien no se sabe cómo será todo esto y lo que implica.
Legislar al contentillo y por consigna tiene consecuencias. Quien ideó que el sistema judicial mexicano debe estar integrado por personas electas por el pueblo, no calculó lo que esto significa en esfuerzo organizativo, gasto e información de los candidatos. Una de las grandes incógnitas es cómo el pueblo va a poder distinguir entre un candidato y otro, su preparación, sus méritos, su experiencia e idoneidad para el cargo. Tampoco se ha calculado a ciencia cierta, cuánto tiempo va a requerir el elector para revisar la sábana en la que votará, si es que, finalmente, decide acudir a las urnas correspondientes.
El abstencionismo en México ronda el 50 por ciento en las elecciones presidenciales y es mayor en las elecciones intermedias. Esto en unas elecciones que son precedidas de fuertes campañas políticas de los partidos y los candidatos. Y, a la postre, la población no sabe quién es su diputado o su senador, quizá sí el presidente municipal o el gobernador. ¿Acaso les interesará conocer y elegir personajes cuya función muchos desconocen?
Pero no termina ahí el problema, las demarcaciones judiciales no son iguales que los distritos electorales y, por lo tanto, habrá que estructurar una geografía específica para el efecto, definir el modo de distribuir a los electores, el procedimiento del conteo (¿rápido?), la concentración de las boletas, su verificación, la participación del Tribunal Electoral en caso de inconformidades, etc., etc. Etc. Todo ello cuesta y el INE ya hizo un cálculo y aprobó por unanimidad una solicitud de 15 mil 295 millones 882 mil 494 pesos. Cifra que ha escandalizado a Claudia Sheinbaum y le parece exagerado. Es obvio que al impulsar la reforma no tenían ni idea de lo que eso significa.
Ahora bien, para elegir a los ministros de la Suprema Corte se van a integrar listas de candidatos de 10 personas propuestas por cada uno de los poderes de la UNON. Estas candidaturas se eligen por un Comité de Evaluación en cada uno de los poderes.
Esto no agota el proceso, pero viene a cuento porque acabamos de vivir un proceso semejante para le elección de la Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. También para ello se integró un listado de 15 candidatos y se les evaluó. En esa lista se encontraba el nombre de Rosario Piedra Ibarra, quien había fundido como Presidente de la CNDH durante el sexenio pasado y buscaba la reelección.
La candidatura de Rosario Piedra no fue bien recibida por la sociedad e, incluso, por algunos de los integrantes de Morena. No solo eso, su evaluación la ubicó en el último lugar. Eso a pesar de que se suponía que con la experiencia que ya tenía, debería ser ubicada en primer lugar, pero no fue así.
La elección no resultó fácil. Una parte de Morena y aliados no estaban de acuerdo con la elección de Piedra Ibarra, fue necesario imponer la autoridad y la línea para someter a quienes como senadores deberían ser los hombres más libres y responsables que buscan el bien de la Nación, no intereses facciosos como son los que demostraron al someterse al dictado del coordinador de Morena.
La situación era tan crítica y evidente la posibilidad de impedir esa manipulación legislativa, que la oposición pidió y logró una votación secreta buscando que alguien rompiera el cerco. Para evitarlo, del lado oficial se ordenó a cada senador a exhibir su voto para dar cuenta de su sometimiento a la consigna. Fueron humillados y manifestaron la clase de Senado que tenemos. La peor calificada fue ratificada el frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Un premio al sometimiento anterior que augura el sometimiento futuro que coloca a la CNDH como un cero a la izquierda. No hace falta desaparecerla como organismo autónomo, ya está anulada.
Esto que acabamos de vivir nos traslada al futuro de la elección de los ministros de la Suprema Corte. ¿Quién dice que serán los mejores? No es difícil esperar la consigna para que sean electos quienes Ministros a modo. Para eso se ha hecho la reforma judicial: la aniquilación de una Corte independiente, autónoma y capaz de defender la justicia frente al poder. Está llamada a ser, también, un cero a la izquierda.
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