Víctor Manuel Sánchez Steimpreis mantuvo una trayectoria de fidelidad e integridad, apasionado en defensa de la verdad e indignado cuando se cedía ante el error y se evitaba dar testimonio.
Allá, por la década de los sesentas, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM era un hervidero de ideas comunistas de todas las tendencias: leninistas, trotskistas, maoístas, guevaristas y cuanta derivación ocurría. Los maestros ajenos a esa corriente se contaban con los dedos de la mano y, aunque había priistas embozados, la izquierda era fuertemente predominante. Para cruzar ese pantano sin mancharse se requería una sólida formación previa y firmeza de convicciones.
En ese ambiente estudió la carrera de periodismo Víctor Manuel Sánchez Steimpreis, católico fervoroso y de profundo amor por la Virgen de Guadalupe. Apasionado periodista y por la corrida de toros, sería apodado como Matador, pues buscaba analogías taurinas para diferentes vivencias humanas, donde el hombre se impone y sortea situaciones humanas que requieren conocimiento y destreza en las decisiones y acciones, viviendo gratas y desarrolladoras experiencias y sorteando los peligros y de la vida.
En un ambiente hostil a los valores cristianos, no sólo en Ciencias Políticas, sino en el campus universitario, Víctor Manuel fundó y sostuvo un periódico de gran calidad al que llamó Brecha Universitaria, impreso en las instalaciones de La Prensa. Sus páginas abordaban la problemática del momento en la Universidad, en México y el Mundo. En ellas escribieron docentes universitarios de distintas facultades, incluso escribió ahí José López Porillo, cuando era catedrático de Teoría del Estado y no había sido devorado por el frenesí de la política que lo llevó a generar una crisis en el país. Conociendo las dificultades de sostener un periódico, y más uno estudiantil opuesto al comunismo en auge en esos momentos, su labor fue una verdadera hazaña.
En cuanto le fue posible salió del Campus para incidir en la comunicación de la Ciudad de México. La XEX le abrió sus puertas y ahí sostuvo un programa de comentarios titulado Análisis Periodístico. Sus posiciones a favor del catolicismo fiel al papa y al Concilio Vaticano II y su firme posición anticomunista en momentos que la guerrilla se extendía en México y América Latina, lo llevaron a polemizar con periodistas de izquierda de mayor experiencia y edad, sin dejarse amedrentar por la fama de sus interlocutores.
A raíz de la fundación de El Sol de México, cuando era de la Cadena García Valseca, se incorporó a la mesa de redacción del diario, donde se hizo cargo de la sección internacional, asumiendo la labor de selección de los cables informativos de las agencias internacionales, a fin de proyectar con claridad los principales sucesos del mundo, en el contexto de la guerra fría.
Dada su trayectoria, fue invitado como asesor de Don Eugenio Garza Sada, cabeza del Grupo Monterrey, por lo que se trasladó a esa Ciudad, donde se incorporó a la docencia universidad, tanto en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, como en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde sus conocimientos, su experiencia, fogosidad y capacidad de establecer empatía con los jóvenes, le permitió incidir en la formación de los estudiantes y ser reconocido por ellos. En aquella ciudad hizo amistad y mancuerna con otro hombre de gran calidad, Ricardo Margáin Zozaya.
A su salida de El Sol de México, en los setentas fue asiduo colaborador de la página editorial de El Heraldo de México, donde vertía sus conocimientos en análisis apasionados y críticos a la izquierda, así como al progresismo de los católicos que se desviaban de la ortodoxia, con puntuales señalamientos a las posiciones de monseñor Sergio Méndez Arceo en Cuernavaca y su participación con los Cristianos por el Socialismo. Al mismo tiempo apoyaba al papa san Paulo VI frente a sus críticos.
Como consecuencia del asesinato de Don Eugenio Garza Sada, su estrella inició una declinación en Monterrey como consecuencia de las presiones sobre el Grupo Monterrey, las crisis económicas y el desmembramiento de dicho grupo su estrella empezó a declinar en la Sultana del Norte, por lo que, invitado por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, se trasladó a la Angelópolis.
En la UPAEP, además de la docencia, se hizo cargo de la dirección de la Facultad de Ciencias de la Información, donde siguió desarrollando su vocación docente y la clara exposición de los principios del humanismo cristiano, enfrentando críticas y disidencias, pero ganándose el cariño de alumnos y compañeros de trabajo, así como el reconocimiento de la Institución, que le rindió un cálido homenaje como profesor emérito a raíz de su jubilación.
En un ambiente de corrupción moral, exacerbación ideológica y desviaciones religiosas, Víctor Manuel Sánchez Steimpreis mantuvo una trayectoria de fidelidad e integridad, apasionado en defensa de la Verdad e indignado cuando se cedía ante el error y se evitaba dar testimonio.
Tuve la oportunidad de tratarlo y aprender de él, por lo cual doy gracias a Dios. Aprendía de su labor periodística y de su afición a los toros. La última vez que lo vi, fue en una memorable corrida en la Plaza México, de la cual conservaba y presumía el boleto de acceso. Y aunque nunca recibió un Premio Nacional de Periodismo, pues no buscaba elogios ni reconocimientos, me sumo al homenaje que le han hecho quienes lo conocieron, fueron sus discípulos y compañeros, así como de las instituciones académicas donde dejó huella.
El Matador partió plaza hacia la eternidad, a la Casa del Padre al inicio del año, descanse en paz y de Dios goce.
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