Está visto que un sistema que tolera un crimen que se realiza con premeditación, alevosía y ventaja abre las puertas a la arbitrariedad y la injustica, al servicio de intereses económicos, políticos o personales.
Dice el dicho que tanto va el cántaro al pozo, hasta que se rompe. Este es el caso del tema del aborto, que el feminismo radical ha impulsado a nivel mundial, con el soporte de grandes recursos económicos, buscando que en todo el mundo el asesinato del aborto sea visto no sólo como un hecho común y recurrente, sino hasta proclamado como un derecho. ¡El derecho de asesinar a una persona humana!
La escalada a favor del aborto ha sido continua y la evolución jurídica para su permisividad sorprendente. En el derecho penal mexicano desde antiguo se sancionó el aborto voluntario, manteniéndose algunos puntos de excepción como la violación, el aborto por imprudencia, el que se hace para preservar la vida de la madre. Sin embargo, no dejaba de calificarse el hecho como un delito, aunque sin sanción.
Sin embargo, las presiones feministas llevaron a la ampliación de esa tolerancia hasta la semana 12 del embarazo en la llamada “Ley Robles”, introduciendo una injusticia “amparada” por el derecho positivo, y que a pesar de la controversia constitucional impuesta por varias instituciones, entre ellas la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, no fue calificada como inconstitucional en el enredo de las falacias argüidas entre otros ministros, por Olga Sánchez Cordero, quien tiene como agenda propia la legalización del aborto.
Sin embargo, la sensibilidad jurídica de muchos mexicanos, como consecuencia del humanismo que subyace aún en nuestra cultura, lejos de conformarse, un número creciente se ha opuesto a la legalización de este crimen abominable. Como consecuencia de ello, en varios congresos estatales se han reformado las constituciones locales para establecer la protección de la vida desde el momento de la concepción. Han votado a favor de ello legisladores de diferentes partidos, incluso contrarios entre sí, en torno a un punto común: la protección de la vida.
Sin embargo, en las entrañas de la Suprema Corte se revive ahora la idea no sólo de declarar inconstitucional el aborto –a pesar de que anteriormente se reconoció que la Constitución reconoce el derecho a la vida del ser humano en gestación-, sino que ahora se pretende declarar inconstitucional la prohibición del aborto en las constituciones que ya lo tienen señalada.
En vista del fracaso que han tenido los propósitos de validar en la ley la legitimidad del aborto, aún en las primeras semanas, ahora resulta que, en una interpretación torcida de algún ministro de la Suprema Corte de Justicia, se pretende declarar inconstitucional la prohibición del mismo en las constituciones locales.
De llegar a aprobarse dicha ponencia, habremos llegado al punto que en su momento tuvo el “derecho” de los sistemas totalitarios como el nazi o el comunista que se erigieron como controladores, amos y señores de la vida, disponiendo de ella lo mismo para experimentar con personas con fines eugenésicos, racistas o de discriminación por diversas causas o motivos, disponiendo a placer de seres humanos.
Hoy se dice condenar de palabra los horrores del sistema nazi, pero cada día el derecho moderno se parece más al de aquel sistema, y no pocos legisladores o togados esgrimen sus argumentos sin rubor.
Está visto que un sistema que tolera un crimen que se realiza con premeditación, alevosía y ventaja, con el pretexto que sea, abre las puertas a la arbitrariedad y la injustica, al servicio de intereses económicos, políticos o personales. Y si no, que lo diga Rosario Robles, a la cual le han agradecido sus servicios, poniéndola en prisión.
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