Una vez derrotados los aztecas, Cortés procedió a la fundación y construcción no sólo de una nueva ciudad en el islote, sino de nuevas acciones de conquista y construcción de lo que llegaría a ser un nuevo territorio de España.
En el contexto de un indigenismo incongruente, que alababa a los pueblos indígenas de palabra, pero los menospreciaba en los hechos, José Vasconcelos, el educador de América, escribió una biografía de Hernán Cortés, donde lo calificaba como el padre de la Nación Mexicana. No fue una mera expresión retórica, sino la conclusión de la obra realizada por el Conquistador durante la gesta realizada en nuestras tierras. Y su acción, con sus luces y sombras, ha sido comparada con la de Julio César cuando cruzó el Rubicón.
Sin embargo, como señalara Octavio Paz, Cortés no fue un guerrero medieval. En él se unieron la fe cristiana, el deseo de obtener beneficios con su conquista y el deseo de alcanzar fama, junto con un realismo político y una magna visión histórica. A diferencia de César, no sólo fue conquistador, sino también un fundador. Para Paz, si César y Maquiavelo lo hubieran conocido, les hubiera generado admiración.
Al cumplirse los 500 años de la caída de la Gran Tenochtitlán, nuevamente se han suscitado controversias sobre el Conquistador y la Conquista. El primero, señalado injustamente como un masacrador de indios –calificativo que sin duda le quedaba a Pedro de Alvarado-, cuando en realidad supo manejar su capacidad militar y la diplomacia. Y si bien ahora se reconoce que la Conquista fue posible por la acción concertada de varios pueblos originarios, encabezados por Cortés, esto no hubiera sido posible si antes en sucesivas batallas, no hubiera vencido a varias tribus y, luego, pactado con ellos para sumarlos a su causa en la marcha hacia la sede de los aztecas.
Las polémicas sobre Cortés no son de ahora. Xicoténcatl el viejo estaba dispuesto a aliarse con Cortés, pero Xicoténcatl el joven lo rechazaba. La polémica derivó en el acuerdo de poner a prueba la fuerza de Cortés. Si era derrotado, le harían la guerra hasta acabar con él. Si era vencedor, se le unirían. La historia es conocida, Cortés triunfó y a partir de entonces tuvo en los tlaxcaltecas unos aliados invaluables en su marcha hacia Tenochtitlán.
Adicionalmente, hechos providenciales le acompañaron. Por un lado, el encuentro con Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar en Cozumel, permitirán que este se convierta en el traductor que, junto con la Malinche, le permita dialogar con los indígenas. De esta manera, de acuerdo con la costumbre del momento, Cortés conminaba a los caciques que le salían al encuentro, a reconocerse como vasallos del Rey de España y al no hacerlo, guerreaba con ellos hasta someter sus voluntades e, incluso, ponerlos a su favor.
No es aquí el lugar para presentar una biografía de Don Hernando, pero sí es importante señalar que su paso hacia Tenochtitlán fue inicialmente pacífico. Su primera entrada al islote desde donde Moctezuma gobernaba y sometía a otros pueblos indígenas, fue pacífico, y aunque el dirigente azteca no le hizo la guerra, no se rindió, sino que también intentó disuadirlo para que retornara a su tierra. Sin embargo, rodeado como estaba por los aztecas, Cortés tomó a Moctezuma como rehén para protegerse de un posible asalto.
Dos hechos provocaron la confrontación armada. El primero de ellos, la experiencia de Cortés de conocer cómo se adoraba a Huitzilopochtli y a los demás dioses indígenas, con sacrificios humanos. Indignado por la idolatría y por la escena sangrienta que contempló, se alzó contra dichos ídolos, ante el asombro e indignación indígena. Por otra parte, el tener que acudir a combatir las fuerzas enviadas por Diego Velázquez, cometió el error de dejar a Pedro de Alvarado al frente del grupo de españoles que quedaron dentro de Tenochtitlán, el cual desencadenó la violencia y provocó tal situación, que los aztecas terminaron con rebelarse, y aunque al retornar Cortés pretendió la pacificación, ya para entonces Moctezuma había perdido su autoridad y no fue respetado.
En la conquista de Tenochtitlán se encontraron las cualidades guerreras de los aztecas, con la genialidad de Cortés y los deseos de venganza de los pueblos indígenas aliados del español, a cargo de quienes estuvo la masacre de sus enemigos una vez derrotados.
Finalmente, como señala Octavio Paz, una vez derrotados los aztecas, Cortés procedió a la fundación y construcción no sólo de una nueva ciudad en el islote, sino de nuevas acciones de conquista y construcción de lo que llegaría a ser un nuevo territorio de España, no una colonia, que compartiría con la Península, momentos de grandeza, hasta que una vez madurado el nuevo pueblo mestizo, trescientos años después alcanzaría pacíficamente su independencia, gracias a otro padre de nuestra nacionalidad, Agustín de Iturbide.
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