Marx y Lenin en la escuela

Desde que la Revolución Mexicana triunfó y en 1917 se elaboró una Constitución, la educación ha sido orientada a arrancar de los mexicanos su cultura católica, heredada de España y arraigada en la población como manifestación de un sentido de vida trascendente, que tiene en el Hecho Guadalupano una honda raíz, más allá de la formación religiosa de los mexicanos. Se trató de una Constitución jacobina que tuvo en el artículo 3º. y el 130, sus más claras expresiones. Desde entonces se ha insistido, una y otra vez, en atacar “el fanatismo” y los prejuicios.

Plutarco Elías Calles, en un discurso, conocido como “el Grito de Guadalajara”, ya siendo expresidente, señaló que la fase violenta de la Revolución había terminado, pero que se iniciaba la lucha para apoderarse de las conciencias de los niños mediante la educación. Por su parte, Lázaro Cárdenas propició la reforma del Artículo 3º. Para declarar en él, abiertamente, la educación socialista. El desacierto de este hecho fue duramente criticado por Jesús Silva Herzog, marxista, en su Historia de la Revolución Mexicana. Finalmente, Manuel Ávila Camacho dio marcha atrás a ese dislate.

La crítica de Silva Herzog a la reforma cardenista se fundaba en la imposibilidad de que los maestros enseñaran aquello que desconocían y que tal formación se hiciera en un país de régimen capitalista. Se trataba de incongruencias desde su punto de vista. Sin embargo, más allá de la ley, el intento no se ha olvidado. Por ello, desde hace tiempo, como señaló recientemente Luis Hernández Navarro en el periódico La Jornada –apoyador oficial de la 4T-, desde hace mucho los docentes son de los sectores más politizados y actores de la democratización, por lo que la edición de “Un libro sin recetas”, como manual de adoctrinamiento para los docentes, es un insulto.

Efectivamente, los docentes han sido formados, durante años, en el pensamiento marxista. Esto ha ocurrido principalmente en las normales rurales que tantos dolores de cabeza generan donde están asentadas por lo revoltosos y exigentes de prebendas que son quienes pasan por esas aulas y cuando, ya egresados, se integran a la CNTE.

Desde Luis Echeverría se volvió a las andadas en la insistencia de introducir tanto la educación socialista como sexual a la niñez mexicana. Lo primero como parte del proyecto nacional revolucionario de ese presidente y lo segundo para corromper a la juventud. A pesar de la resistencia que desde 1917 ha presentado la Unión Nacional de Padres de Familia en defensa del derecho de educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones –derecho humano integrado en la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, poco a poco se avanzado, más en lo segundo que en lo primero.

Ahora con el nuevo modelo educativo impulsado por la Secretaría de Educación, y con la participación de Sady Arturo Loaiza Escalona, venezolano chavista incrustado en la SEP, se está intentando nuevamente hacer de la niñez militantes ideologizados de la 4T, como se hace con los “Pioneros” cubanos, cuyo lema era ser como el Ché Guevara. Parte de ese proceso es la edición de  “Un libro sin recetas”, duramente criticado por Hernández Navarro, junto con la recomendación a los docentes de que se pongan a leer El Capital, de Carlos Marx” y ¿Qué hacer?” de Lenin. El primero de difícil lectura y que pocos conocen realmente, aunque se les llene la boca de fraseología marxista.

La intentona mexicana de adoctrinar a la niñez y la juventud para apoderarse de sus conciencias es anterior a la receta de Gramsci, quien proponía impulsar la revolución desde la cultura, para que una vez que se hubiera creado la consciencia socialista en la sociedad, el cambio hacia el socialismo cayera como fruto maduro.

Ante este nuevo proyecto, es necesario estar alerta y señalar a los padres de familia el peligro en que se encuentran sus hijos y, al mismo tiempo, resistir, incluso con los muchos maestros sanos que existen en el sistema educativo oficial, y no se diga en las escuelas particulares, a esta violación de los derechos humanos de los pater familias y este intento de ideologización del sistema educativo mexicano en contra de los valores humanos, sociales y religiosos de los mexicanos.

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