Los pobres son “estrategia” para López Obrador

Los programas sociales son necesarios, pero su diseño y operación es compleja. Decidir entre su universalidad y su focalización ha sido motivo de muchos debates entre los expertos. Pero lo más importante es determinar su naturaleza. Pueden ser asistenciales o de desarrollo. La decisión al respecto depende de los sujetos a quienes se destinan y los objetivos que se plantean. Los asistenciales se deben orientar hacia aquellos que por sus circunstancias personales de edad, salud o condiciones físicas no pueden, ni podrán por el momento, ser sujetos de su propio desarrollo. En cambio, los segundos buscan el desarrollo de las capacidades personales para poder acceder a los medios necesarios para su crecimiento personal, profesional y familiar, de tal suerte que la no requieran de ayudas extraordinarias.

Durante mucho tiempo han existido esos programas y su evaluación no siempre ha sido positiva, aunque en el pasado existieron programas como Oportunidades que, como su nombre lo indica, estaban orientados a la promoción personal y familiar. Su evaluación indicó que, aunque con limitaciones y problemas, fue positiva. La promoción de la mujer, el condicionamiento al estudio de los hijos y la capacitación para tareas productivas arrojó resultados reconocidos internacionalmente. No por ello dejaron existir críticas por parte de los “pobretólogos”.

Sin embargo, las voces críticas del pasado han permanecido silenciosas, o muy apagadas, frente a los actuales programas sociales del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Sus malos resultados se han filtrado a través, principalmente, de los informes de la Auditoría Superior de la Federación. Ya hemos comentado aquí la opacidad de los mismos, la ausencia de reglas de operación claras desde su inicio y la discrecionalidad con que se han aplicado en muchos casos.

Lejos de tener programas bien estructurados, el presidente optó en muchos casos por las transferencias directas de recursos a los beneficiarios, provocando con ello algunos problemas como ocurrió con las guarderías, ya que resultó difícil que hubiera capacidad individual para la atención de los hijos, cuando existían instituciones o grupos organizados y capacitados para ello. Que hubiera problemas, nunca faltan, pero eran funcionales.

¿A qué se debió el cambio de estrategia y cuáles son los resultados esperados? Lo acaba de confesar públicamente el presidente en una de sus mañaneras: conseguir el apoyo de los pobres para su proyecto político, es decir, para su persona y su partido. No se trata, lo confesó, de sacar a los pobres de su condición, sino de utilizarlos en la defensa de su proyecto.

“Ayudando a los pobres va uno a lo segura, porque ya sabe de cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con la intelectualidad. Entonces no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política.” Así definió el presidente el objetivo de sus programas.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Ya se había advertido por muchas voces que los actuales programas sociales tienen un fin electoral. Se trata de manipular a los beneficiarios, a quienes se les vende la idea que es un apoyo del presidente, no programas institucionales, y que, por lo mismo, hay que estar agradecidos con él. Abusa de la bondad y buena fe de muchos pobres, a los que mantiene en la condición en que se encuentran, pero no los promueve, ni quiere que sean parte de la clase media, porque, como dijo la expresidente de Morena, Yeidckol Polevnsky, cuando son independientes se pasan a la oposición. Ésta es una estrategia que le aconsejó Fidel Castro a Hugo Chávez y que la han seguido al pie de la letra los populistas de izquierda, y en muchos casos les ha dado resultado, pues cuando entran en crisis sus gobiernos, o la población empieza a protestar, usan a los pobres como carne de cañón para enfrentarlos a quienes se percatan de la perversidad de estas acciones y de la ineficacia de esos gobiernos.

Llama la atención que tan cínicamente, el presidente confiese la maniobra cuando se empieza a preparar el proceso electoral del año próximo. ¿Pensará que los pobres son tontos y se van a dejar manipular? ¿O acaso sabe que con su gestión al frente del país los pobres han aumentado y se han vuelto cada vez más dependientes de las ayudas que el Gobierno otorga con los recursos de quienes pagamos impuestos?

Así es como el Presidente está preparando el fraude electoral de 2024. Ya antes los morenistas han asustado a los pobres, diciéndoles que si gana la oposición les van a quitar la ayuda que ahora reciben. Ya no se trata de una compra coyuntural de votos. Ahora se trata de una compra institucionalizada de votos, o al menos así se pretende manejar.

Es necesario que todos, no sólo los partidos políticos, demos a conocer a quienes son los beneficiarios de los programas, que estos no se pueden quitar, así como así, pues muchos de ellos ya están legislados e institucionalizados. Al mismo tiempo, combatir la cultura de la dependencia que durante años se ha promovido en nuestro país, y que además del daño político que produce, mantiene a México con altos niveles de pobres y subdesarrollo.

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