Para AMLO, la prensa tiene que apoyarlo con el simplista argumento de que lleva a cabo la Cuarta Transformación, y todo periodista que se respete siempre ha estado a favor de las transformaciones.
Por más que la Cuarta Transformación pueda revestirse de democrática, los desmentidos que surgen de sus entrañas no ratifican esos dichos. Cierto, el presidente obtuvo un triunfo electoral innegable, pues logró convencer a un buen número de mexicanos que votaron, que él podría ser la solución a los problemas de México. Eso, a pesar de que ya se había tachado a Manuel Andrés López Obrador de “peligro para México”.
El estilo personal de gobernar de AMLO ha generado tales inquietudes, que no son pocos los votantes a favor del morenista, que están arrepentidos de haberlo hecho. Los motivos son diferentes en quienes ya se declaran decepcionados y enuncio algunos casos que no son, como luego se dice, limitativos: la afectación a funcionarios públicos que han sido despedidos por los recortes ordenados por el presidente; eliminación o modificación de programas sociales, sin que el cambio opere de manera eficaz para lo que se ofrece; mentiras y contradicciones del primer mandatario, sin aceptar sus devaneos; las decisiones económicas que han provocado el estancamiento, el desempleo y la desconfianza, al grado de provocar la renuncia del secretario de Hacienda; un “Plan Nacional de Desarrollo” que incumple con las formas que mandata la Constitución y es un simple “rollo”, y los ataques sistemáticos a sus detractores.
Respecto de las agresiones a sus detractores, el tono de las mismas ha subido de tono y se ha ampliado a nuevos destinatarios. Primero se eligió a quienes califica de fifís y de neoliberales, convirtiendo lo segundo en una forma de insulto. Ahora tiene a la prensa como su objetivo, si no nuevo, sí con características que refuerzan las tendencias autoritarias de las que ha dado muestra en lo que lleva su gobierno.
Para AMLO, la prensa tiene que apoyarlo con el simplista argumento de que lleva a cabo la Cuarta Transformación, y todo periodista que se respete siempre ha estado a favor de las transformaciones. Al menos esa fue la forma de señalar públicamente desde su conferencia de prensa mañanera, a la revista Proceso. La publicación fundada por Julio Scherer a su salida de Excélsior por el golpe de mano auspiciado desde la presidencia, se ha caracterizado sistemáticamente por su posición crítica a la autoridad, mediante periodismo de investigación y tribuna crítica, particularmente de izquierda (no neoliberales). Así que ha merecido el regaño presidencia, porque “no se está portando bien”. Un regaño parecido al que le diera José López Portillo cuando pronunció su queja de que no pagaba para que le pegaran.
Al periódico Reforma, también históricamente crítico de las autoridades, incluso las impulsoras del neoliberalismo, lo ha señalado también en varias ocasiones, y hasta criticó lo que desde su punto de vista es un edificio de mal gusto donde tiene sus instalaciones. Y al Financial Times le pidió primero que diera una disculpa a México por sus críticas a la política económica, y cuando se le ofrecía la oportunidad de argumentar a su favor, mediante una entrevista que le fue solicitada, se la negó, por haber sido poco crítico de los gobiernos anteriores e impulsado sus reformas, dijo.
Pero no sólo se trata de lo que se hace desde la Presidencia. Es todo el movimiento y lo que desde él se incuba. En estos días ha estado en boca de todos el golpe de estado técnico que la legislatura de Baja California, constituida como Congreso, ha hecho para violentar el proceso electoral por dos años, para ampliar el periodo del gobernador a cinco.
Y qué decir de los morenistas del Distrito Federal, que están ansiosos por atentar contra el derecho a la propiedad privada. Primero pretendieron avalar el despojo de las casas de los arrendadores por parte de los inquilinos morosos. Ahora pretenden elevar a la categoría de crimen organizado y declarar la extinción de dominio de las propiedades donde por alguna razón se retiren o violen los precintos de clausura de las obras. Los propietarios podrían ser condenados a prisión y a perder sus bienes. El chiste es despojarlos con la ley en la mano. Para eso son socialistas.
Por aquí y por allá van buscando por donde se doblega la sociedad y los transformadores impongan un modelo que no sea neoiberal y que cada día se parece más al neosocialismo.
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