¿Eutanasia y suicidio asistido? Un paso más contra la vida

AMLO propone permitir la eutanasia o asesoría para que enfermos se auto quiten la vida.


AMLO propone la eutanasia


Vamos de sorpresa en sorpresa, de acuerdo a la ocurrencia del día. Ahora, Andrés Manuel López Obrador se saca de la manga la propuesta para permitir en la legislación mexicana, la aplicación de la eutanasia o la asesoría y apoyo médico para que los enfermos se auto quiten la vida. Este planeamiento, que yo sepa, nunca formó parte de las propuestas de campaña del ahora presidente, pero corresponden, sin duda, a la agenda de la cultura de la muerte que recorre el mundo y que, en pequeñas dosis, poco a poco, va llegando a nuestro país de parte de quienes con otra cara se presentan como defensores de la población en riesgo, los marginados y primero los pobres.

De acuerdo con los principios de la bioética, nada justifica dar muerte a un enfermo, por más grave y limitante que pueda ser su condición. La eliminación de un ser humano por parte de otro tiene un nombre claro y concreto: asesinato, aunque por la forma como se ejecute adquiera, para otros efectos, un nombre técnico diferente. Quien asesina a su padre es parricida; quien asesina a su madre es matricida, y hasta quien asesina a un gobernante que abusa de su poder tiene su nombre: tiranicida.

Con la aparición pública y universal de la Declaración de los Derechos Humanos, cada vez se ha adquirido mayor conciencia sobre la dignidad de la persona, que podríamos considerar que forma parte de su genoma y está presente desde el momento en que es concebido. Por ello, a pesar de que en el pasado fuera generalizada la aceptación de la pena de muerte de delincuentes que hubieran cometido crímenes abominables, hoy existe un movimiento universal para que esta medida desaparezca, cuando existen otros medios para castigar al delincuente, evitar que siga como una amenaza social o hasta pueda ser rehabilitado.

Un enfermo está muy lejos de ser equiparado con un delincuente. Y el personal de salud cuya profesión está orientada a preservarla, no puede convertirse, sin traicionarse a sí mismo, a la profesión y a la sociedad, en un ejecutor de humanos por ningún motivo, ni por compasión frente al sufrimiento, ni por ahorro económico frente a los costos de la medicina y la hospitalización. Es falso que la eutanasia o el suicidio asistido sea una forma de “bien morir”.

También resulta una contradicción de nuestros días, que al mismo tiempo que se habla de la protección, apoyo e inclusión de los discapacitados y de la tercera edad, se suspenda sobre ellos la guillotina como una sombra amenazante.

En cuanto a los enfermos, nadie quiere ni se solaza con su sufrimiento. Pero precisamente el personal sanitario: médicos, enfermeras, terapeutas y todos los que asisten a los enfermos desean el menor sufrimiento posible y la mayor calidad de vida, pero de vida. Para ello existen los recursos paliativos que ayudan a la disminución del dolor, lo cual es calificado como “ortotanasia”. Todo personal de la salud, consciente de su responsabilidad ética y profesional, sabe que los cuidados paliativos con las medicinas disponibles en la actualidad, el paciente puede bien morir.

Por otra parte, es necesario distinguir la ortotanasia de la “distanasia”. Ésta consiste en la aplicación de medidas extraordinarias innecesarias para un paciente que está en fase terminal y con dichas acciones sólo se prolonga el sufrimiento, la agonía y los gastos médicos, de hospitalización y el sufrimiento de los familiares. La distancia es lo que se entiende, también, como ensañamiento terapéutico. La distancia también es una falta bioética, que suele esconder un afán de lucro de médicos y hospitales.

Al respecto, cuando se habla del régimen de voluntad anticipada por los pacientes, no se hace alusión a la aplicación de la eutanasia, sino que el enfermo renuncia a los auxilios extraordinarios consciente del desenlace inevitable de su enfermedad en la muerte. Malo sería que, ahora, se escondiera en esta opción de voluntad anticipada, la eutanasia.

En cuanto al suicidio asistido, bien sabemos que nadie es dueño de su vida y tampoco es legítimo disponer de ella. Pedir al personal de salud que “eluda” la responsabilidad de la eutanasia mediante el suicidio asistido, pasa a ser una forma de ocultar la complicidad en un crimen.

Estas dos formas de asesinato son una declaración de la propia renuncia a ser solidarios con el dolor de otros y consuelo de quien sufre. Es, también, una forma de minusvalorar al enfermo en momentos en que quizá les sea más urgente rodearlos de amor y reconocimiento en lo que son como seres únicos, irrepetibles que tienen un destino en la eternidad.

Los auxilios espirituales, el recurso a Dios y el reencuentro con Él muchas veces en los últimos momentos, así como la unión de un cristiano a los sufrimientos de Cristo, lejos de disminuir a la persona, la elevan y hacen de la enfermedad y el sufrimiento un acto sublime.

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