El voto es una joya, por eso no debe menospreciarse, desvalorizarse o usarse sin sentido. Hay que cuidarlo, no hay que usarlo en trivialidades.
En las democracias, el voto es un instrumento muy valioso. En nuestro país, durante años el sufragio fue manipulado y depreciado por la forma como se organizaban las elecciones, por el control gubernamental de las mismas y por los fraudes electorales. La gente ya sabía por anticipado quiénes eran los candidatos y el partido que iba a ganar, por eso muchos se abstenían de acudir a las urnas. Otros, aunque lo hicieron, empezaron a promover la abstención como una forma de protesta contra el sistema. En consecuencia, eso facilitaba la trampa en el proceso.
Cuando se observan las cifras de quienes acuden a votar, de las del pasado siglo no podemos tener certeza de su veracidad en la mayoría de los casos. Por lo mismo, no sirven de referencia para registrar la responsabilidad cívica de los ciudadanos. Cuando empezó la transición democrática y en la medida en que se ciudadanizó el sistema electoral, las cifras se volvieron creíbles. Como se ha podido apreciar, aun cuando la ciudadanía ha empezado a participar, las cifras de la abstención son muy elevadas, por lo que los triunfos, aún legítimos, no representan a todos los ciudadanos, lo cual es lamentable, por eso es necesario luchar contra la abstención.
Sin embargo, la joya que es un voto, no debe menospreciarse, desvalorizarse o usarse sin sentido. Hay que cuidarla, no hay que usarla en trivialidades. Por eso, aunque parezca contradictorio, hoy hay que promover la abstención en la consulta ciudadana que está por realizarse para que el pueblo avale la persecución política de ex funcionarios públicos.
La consulta de marras es un galimatías en todos los sentidos. Por un lado, se pretendió dirigirla contra los expresidentes de manera específica, lo cual no fue tomado en cuenta en el texto que, finalmente, redactó la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que demostró no ser competente en la materia. Sin embargo, Morena está recurriendo al engaño para promover el sí, afirmando que se trata, precisamente, de juzgar a los exmandatarios, cuando en realidad se pregunta si hay que juzgar a funcionarios del pasado. ¿A quiénes? ¿Quién lo va a definir? No se sabe.
En segundo término, se pretende juzgarlo por sus acciones políticas. No se especifica que sea por delitos. Entonces se trata de una persecución política, al estilo soviético, nazi o de cualquier dictadura. ¿Ese es el camino futuro de México? ¿Cuál es el fundamento para una persecución de esta naturaleza? Aceptar la pregunta es colocar una Espada de Damocles sobre la cabeza de todo funcionario público, sea cual sea su rango.
Quien concibió esta idea no se percata del peligro que representa para él, pues se le olvidó una regla defensiva fundamental: “Hoy por ti, mañana por mí”. Sólo pensó en ver cómo dañaba a los que considera sus adversarios, sin pensar que mañana podría ser víctima de la misma. Así de vaga como está la pregunta, bien podría estar destinada a Eréndira Sandoval, por ejemplo. O a cualquier otro exfuncionario de la actual administración.
Si se trata de delitos, se ha dicho hasta la saciedad, quien conozca de ellos tiene la obligación de denunciar a los responsables, sea funcionario público del rango que sea, o un particular cualquiera. Así lo establece la ley. Así que, en todo caso, sería ocioso estar preguntando si se debe aplicar o no la ley.
Por otra parte, la pregunta agrega que se obraría de acuerdo con las disposiciones legales correspondientes, aunque no se aclare cuáles de ellas, y muy probablemente, de acuerdo con la antigüedad de los funcionarios que han sido señalados como los destinatarios preferidos para llevarlos a la guillotina, lo más probable es que no haya delito que perseguir, y si lo hubiera, ya trascribió.
Y como dice la sentencia evangélica, no hagas a los otros lo que no quieras para ti, así que pretender actuar con sentido vengativo o revanchista, no corresponde a ningún ideal moral. Me parece que el pueblo mexicano no responderá a esta provocación de obrar con saña y difícilmente acudirá a las urnas. Y si lo hicieran los simpatizantes de Morena, difícilmente lograrán el 40 por ciento necesario del padrón electoral para que la consulta sea válida, cuando en las elecciones recientes los votantes apenas rebasaron el 50 por ciento.
Por ello, ha llegado el momento, ahora sí con decisión, de promover el abstencionismo a una consulta tan absurda que, por lo demás, requerirá una cuantiosa erogación y un esfuerzo humano más digno de mejores causas. Hoy es más importante no acudir a votar, que colocar un NO en la boleta.
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