La escalada de violencia, fruto de la inacción

El termómetro sube, se prometen resolver el tema, y entre más hablan, más violencia hay.


culiacann 


En los últimos días hemos visto la escalada, es decir, el ascenso de la violencia en el país. Las acciones del crimen organizado en Guanajuato, Michoacán, Guerrero y Sinaloa. Esto ha llevado a que no pocos analistas consideren que estamos viviendo un estado fallido o la cancelación del Estado de Derecho. Curiosamente, el primer término era expresado por la izquierda que ahora se hace cargo del Estado, pero rechaza tales criterios de lo que ahora está ocurriendo.

La escalada que ha costado numerosas víctimas, no aisladas, sino de operativos de las autoridades que demuestran su debilidad frente a los grupos de la delincuencia organizada. Pero más allá de las víctimas, los sucesos de Culiacán demuestran que las autoridades no tienen capacidad para impedir la toma de una ciudad y la generación del caos. Llamémosle como queramos, en la capital de Sinaloa se manifestó un vacío de poder que llevó, incluso, a la liberación de Ovidio Guzmán López, hijo del “Chapo”.

Finalmente se liberó al detenido, para no poner en riesgo a la ciudadanía. Sin embargo, se afirma que no hubo negociación. Entonces, ¿qué fue?

Estos sucesos se han repetido de distintos modos: tomas de la CNTE, tomas de los campesinos, marchas feministas violentas, conmemoración del 2 de octubre violento. Y ante ello, la inacción, la tolerancia.

¿No negociación? Los grupos que hacen uso de la fuerza se salen sistemáticamente con la suya. Ya le tomaron la medida a la autoridad que cree que hacer uso legítimo de la fuerza, para garantizar el orden, es represión y no va a acudir a ella. “Abrazos y no balazos”. “Que las abuelitas y las mamás regañen a los que se portan mal”. ¿Es ésa una estrategia de seguridad pública? Es la justificación de una inacción que ha enviado un mensaje al crimen organizado de que se puede salir con la suya.

Como ya es costumbre, el presidente y su equipo culpan al pasado, y no les falta razón. Los gobiernos del PRI tranzaron y prohijaron a las mafias. Algunos afirman que les dieron un margen de acción mientras no dañaran a la ciudadanía. Pero por ese camino fueron creciendo. Y aunque siempre se luchaba contra la siembra de “Las Flores del mal”, como se titulaba un cortometraje de Demetrio Bilbatúa que se exhibió en los cines en tiempos del presidente Díaz Ordaz, para mostrar cómo se combatía la siembra de amapola, lo cierto es que la destrucción de plantas no implicaba el combate a los delincuentes. Fue hasta José López Portillo cuando se intentó un operativo extenso en Sinaloa, la “Operación Cóndor”, de dudosa eficacia, pues poco después hasta el gobernador Antonio Toledo Corro apareció implicado en el narcotráfico.

Las siguientes administraciones dizque combatían el narcotráfico, pero siempre eran pequeñas capturas de droga, pero no de los delincuentes. En el gobierno del presidente Carlos Salinas, el problema creció y en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, se evidenció cómo el gobierno federal controlaba a los capos, incluido el Chapo Guzmán. Elementos del Ejército y responsables de “combatir” a las mafias estaban coludidos y años después algunos de ellos fueron encarcelados y murieron en prisión.

Fue hasta Felipe Calderón que hubo decisión de enfrentar el problema, pero la reacción fue adversa en muchos sectores, principalmente la izquierda hablaba de Estado Fallido, y le hacía eco el PRI. Llegó Peña Nieto ofreciendo cambiar la estrategia, no hizo nada, y la violencia que iba declinando, volvió a repuntar. Hubo algunas detenciones como la del Chapo, famoso internacionalmente, pero el pulpo sigue en acción. Aparece la Nueva Generación de Jalisco y empieza a extenderse a invadir otros estados, provocando una narco-guerra por control del territorio.

Mientras tanto, los secuestros siguen, los asesinatos con colgados, desmembrados y embolsados. El termómetro sube, se prometen resolver el tema, y entre más hablan, más violencia hay. “Cuídate” se dicen unos a otros cuando salen de casa o la oficina. ¿Cómo cuidarse cuando a un convoy de policías lo cazan y le provocan 14 muertos más heridos? ¿Cómo cuidarse cuando el “ejército” del Chapo toma una ciudad, sus puntos estratégicos y hasta instalaciones de las fuerzas de seguridad y liberan presos? Estamos en manos de Dios.

El secretario afirma que hay 33 millones de delitos, pero se denuncian poco más de un millón. No hay confianza en que las autoridades harán algo eficaz, pues de los delitos denunciados no se resuelve ni el 5 por ciento. ¿Para qué denunciar?, se pregunta la gente. A veces le va peor al que denuncia y hasta lo vuelven sospechoso. En boca cerrada no entran moscas, dice el dicho, y las víctimas guardan silencio.

Que la violencia sea un fenómeno multifactorial, es cierto. Que la pura fuerza no es suficiente, también. Que hay que resolver problemas sociales de fondo, justo. Pero no se puede posponer una medida necesaria, en tanto se aplican otras que, por cierto, son de largo plazo. Mientras tanto, lo que observamos es que, de la inacción, se pasa a la sumisión.

 

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