Las alarmas están encendidas sobre la imparcialidad que se cierne sobre el INE con la intrusión de personeros del actual gobierno, que como titiritero manejaría este instituto para intentar volver a una dictadura.
La vida democrática es compleja y este sistema político es, según Winston Churchill, “el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”. En tanto obra humana en la que intervienen numerosas personas y está en juego el poder político, es un ámbito donde ocurren muchas cosas indeseables, aunque se supone que la política es un servicio a la sociedad, en aras del bien común, y los papas de los últimos tiempos la han calificado como el máximo ejercicio de la Caridad.
Las malas mañas que tienen muchos políticos es el motivo por el cual la participación política se ha desprestigiado. Por eso muchos rehúyen participar en política, para no ensuciarse. Entonces, la función de gobierno termina, muchas veces, a cargo de quienes no sólo no tienen miedo de ensuciarse, sino que van a eso. Por eso la política está llena de corruptos, aunque no se puede poner el traje a todos. Lo difícil es conocer quienes están limpios y quiénes no.
Los procesos electorales se supone que servirían para conocer a los candidatos, sus trayectorias, su pensamiento político, sus valores, su ideología. Al mismo tiempo, los partidos políticos tienen una ideología, una plataforma política, un plan de gobierno y una trayectoria. El conocimiento de todo ello es el punto de partida para que los electores busquen llevar a los mejores hombres a los cargos políticos. Lo malo es que la mayoría de los ciudadanos no se informan y deciden su voto por motivos diferentes. A eso podemos añadir que muchos candidatos y partidos engañan a los electores. Con tal de obtener el favor electoral, aplican el maquiavelismo político: el fin justifica los medios. Es parte de la imperfección humana.
Parte fundamental de ese proceso son las elecciones. Así como los candidatos y partidos requieren de una imagen adecuada para ser confiables, el proceso electoral también tiene que ser confiable, y no es fácil. La credibilidad de las elecciones se gana a partir de sus reglas, de su organización, de su transparencia e imparcialidad en el conteo de los votos y la declaratoria de los triunfadores.
En México carecimos de un sistema confiable durante la mayor parte del siglo XX. Quizá sólo, y parcialmente, durante la elección de Francisco I. Madero hubo un proceso más o menos confiable. Durante la “dictadura perfecta” del PRI, el gobierno se consideró garante del proceso electoral: lo organizaba y lo calificaba, a su favor siempre. Y fue hasta el proceso electoral de 1997 cuando, gracias a la presencia del IFE hubo un proceso electoral independiente y de mayor confiabilidad. Por eso, sin duda, en ese proceso el PRI perdió por primera vez, la mayoría en la Cámara de Diputados, avanzando con ello hacia la alternancia en el poder, en una larga transición política que aún no ha concluido.
Cuando se acercaba el proceso electoral del 2000, las voces y agentes del sistema, entre ellos Manuel Bartlett Díaz, empezaron a promover una reforma del IFE, temerosos de que los resultados de la elección no fueran favorables al PRI. Entonces se elevaron voces y se realizaron acciones de defensa del Instituto que lo salvaron. Su existencia fue fundamental para que en las elecciones se produjera la alternancia en la Presidencia de la República.
Ni el IFE ni el INE que es su sucesor, son perfectos. Sin embargo, gracias a su existencia hemos vivido elecciones confiables, apretadas algunas, como la de 2006, pero con un sistema electoral que se complementa con un Tribunal Electoral. Aunque se le ha atacado sistemáticamente por Andrés Manuel López Obrador, sin el INE nunca hubiera llegado a la Presidencia. Sin embargo, ahora lo amenaza y pretende convertirse en el nuevo “garante” del proceso electoral, como lo fueron los gobiernos del PRI. Con sus declaraciones y propósitos, está invadiendo el ámbito y responsabilidad de un organismo autónomo y violando la Constitución, una vez más.
Dentro de la imperfección de la democracia y del INE, ambas instituciones son, hoy por hoy, un medio que ha hecho posible avances en la vida democrática del país. Por eso se han elevado voces de alarma ante la amenaza que se cierne en torno a la elección de los nuevos consejeros electorales que podrían atentar contra la imparcialidad del INE, con la intrusión de personeros del actual gobierno, que como titiritero los manejaría para intentar volver a una dictadura, que sin duda, dados los avances en la conciencia ciudadana, sería imperfecta.
Toca a todos, no sólo a los partidos políticos, sino a la sociedad organizada, salir nuevamente en defensa del INE para preservar un sistema que dentro de la medida de lo posible, es confiable para organizar y calificar las elecciones, con la participación de los ciudadanos durante el proceso.
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