Vimos a un ejército femenino, enfurecido, lanzando consignas por el centro de la Ciudad de México, amenazando con invadir los atrios de los templos y atentando con la Catedral de México.
La vida está llena de contrastes y la semana pasada México vivió algunos de ellos. Unos que celebraban la vida y otros la muerte con lujo de violencia. Dos concepciones y modos de actuar diferentes. Unos sin mayor proyección en los medios de comunicación, y otros convertidos en espectáculo.
Por un lado, en nuestro país se celebró el VIII Encuentro Latinoamericano de Centros de Ayuda a la Mujer (CAMs). Estos centros que se dedican a defender la vida de los no nacidos a través de la información, orientación y evidencia de la vida humana que se encuentra en el seno materno y que está en riesgo de ser asesinado. Con su acción y apoyo, los 170 CAMs que hay en 20 países, han atendido a 298 238 mujeres. Durante cinco días, los responsables de estas instituciones compartieron experiencias y celebraron la salvación de muchos niños que sin su labor habrían sido ejecutados en el seno materno.
Parte del encuentro fue la realización de la “Misión San Pablo”, que consistió en el rescate de vidas mexicanas en cuatro abortorios. Iniciada a las 5 de la mañana, consiguieron la realización de 18 ultrasonidos mediante los cuales las madres pudieron observar las imágenes de sus hijos. De quienes vivieron esa experiencia, 8 mujeres decidieron preservar la vida de sus hijos; tres más decidieron pensar su decisión, pero 31 si pusieron fin a la vida que habían engendrado.
Los CAMs realizan una batalla individualizada, directa, demostrando la realidad de la concepción, recordando la dignidad de toda persona humana, independientemente del momento de desarrollo en que se encuentre, y procurando un primer encuentro entre madre e hijo. Muchas de ellas, que son engañadas respecto de lo que llevan en su vientre, tienen oportunidad de “conocer” a su criatura y amarla. Esta confrontación hace que muchas de ellas decidan enfrentar el reto de salvar una vida, a pesar de los motivos por los cuales habían decidido deshacerse del fruto de sus entrañas. En ellas, finalmente, triunfa la cultura de la vida.
Pero, al mismo tiempo, vimos a un ejército femenino, enfurecido, lanzando consignas por el centro de la Ciudad de México, amenazando con invadir los atrios de los templos y atentando con la Catedral de México. Las consignas contra la Iglesia católica reflejan un odio satánico hacia ella y la ven, porque lo es, como el principal obstáculo en su pretensión de institucionalizar los servicios de aborto, con apoyo legal, en todo el país. Sus esfuerzos para extender lo que ya es una realidad en la Ciudad de México, y que violando la Constitución del Estado se realizó en Oaxaca, se extienden por todo el país. Ellas son las representantes de la cultura de la muerte.
Vestidas de negro, semejaban un ejército de las SS nazis, desfilando por la Avenida Madero hacia el Zócalo, siguiendo una línea verde, con pañuelos del mismo color y cubiertas con un gran lienzo verde que avanzaba ondulando como serpiente en busca de víctimas. Decenas de mujeres negando su naturaleza maternal y buscando sangre, como eran los sacrificios de los aztecas de la era precolombina. La violencia de sus gritos, de sus gestos y sus acciones, surgían de su interior como reflejo de lo que desean ocurra en los vientres de muchas mexicanas so pretexto de supuestos derechos humanos que más proyectan la movilización de una horda desquiciada que el ejercicio de la razón.
¿Cuál es el sentir de los mexicanos? De acuerdo con una encuesta realizada por El Financiero entre julio y principios de septiembre, el 63 por ciento de los mexicanos están en desacuerdo con la aprobación legal del aborto, en tanto que sólo el 32 por ciento lo aprueba. Desgraciadamente, en dos entidades del país las cifras se invierten: en la Ciudad de México y en Baja California. En la capital del país el 53 por ciento de los encuestados aprueba el aborto, y en Baja California el 51 por ciento.
Hay toda una campaña propagandística, basada en argumentos falaces sobre los derechos humanos, en informaciones pseudocientíficas y en aspectos sentimentales para impulsar, con millonarios apoyos en dólares y con asesores extranjeros, el establecimiento de la pena de muerte a los más pequeños, los más débiles y los inocentes.
Curiosamente toda esa parafernalia perversa, procede de algunos de los ámbitos donde se promueve el equilibrio ecológico de protección a los huevos de tortuga y la protección de los animalitos, a los cuales hasta se les pretende reconocer “derechos”.
Las hordas promotoras del aborto en nada se diferencian de la delincuencia organizada que ejecuta con violencia y sin miramientos a miles de mexicanos en todo el país y que es tolerada por las autoridades y frente a la cual responde con la inacción, y hasta con la celebración y reconocimiento de asesinos del pasado.
Todo parecería indicar que México se desliza en un torbellino de barbarie, donde el crimen es tolerado, perdonado y hasta celebrado.
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