Improvisación militarizada

Se da por supuesto que, si en alguna actividad el Ejército es especialista, es la logística. Cuando me correspondió realizar el Servicio Militar Nacional, la Facultad de Ingeniería de la UNAM había acordado que la Escuela Superior de Guerra nos lo impartiera. Tratándose de universitarios de educación superior, nos impartieron el servicio, militares de alto rango, y más que ponernos a marchar durante el tiempo destinado a esa tarea, como se acostumbraba entonces, nos impartieron otro tipo de capacitaciones. Una de ellas fue, precisamente, el conocimiento del sentido de la logística.

Evidentemente un Ejército que se encuentra en actividades bélicas ya sea tanto en terreno nacional para repeler posibles amenazas contra nuestra soberanía como en una teórica contienda en el exterior, el suministro de provisiones, armamento, municiones, material de salud, etc., es parte fundamental para que las acciones sean exitosas.

También la logística ha sido fundamental en la aplicación del Plan DN-III cuando se le permite al cuerpo militar actuar autónomamente sin intervenciones políticas, así lo atestigua la historia. En cambio, cuando los políticos meten la mano, las cosas no marchan como debieran, pero no es culpa de ellos, ya que están obligados a obedecer a sus superiores.

Durante el actual sexenio, como es conocido por todos, el Comandante Supremo de las fuerzas armadas del país decidió -en lugar de desarrollar un sólido programa para que el Ejército retornara a sus cuarteles, como había prometido, “cambió de opinión” y decidió ampliar el ámbito de acción de los militares y marinos. Si no fuera por la capacidad logística de las fuerzas armadas, la improvisación con la que se han realizado algunos proyectos, como el Tren Maya o el aeropuerto Felipe Ángeles serían un desastre más allá del incremento del presupuesto aprobado y cuya explicación no es suficientemente conocida, pues ha sido preocupación del Presidente de la República, arrojar un telón de opacidad como ya lo hizo en la construcción de los segundos pisos de la Ciudad de México. Muchas de las acciones encomendadas a militares y marinos están fuera de las facultades otorgadas por la ley a las Fuerzas Armadas. Habrá que saber si algún día se establecen responsabilidades y consecuencias por ello.

Como suele decirse, da pena ajena por el Ejército cuando los vemos invadiendo campos correspondientes a la Administración Pública o a la sociedad civil. Aunque los militares son discretos y no hacen pública su inconformidad, los rumores al respecto no dejan de escucharse. Deslindar responsabilidades será una tarea para el futuro.

Parte de la pena ajena es la noticia reciente respecto de que la recién inventada línea aérea Mexicana de Aviación, en su nueva versión, y que será operada por los militares, no podrá empezar a operar en la fecha ofrecida por el Presidente. ¿La causa? ¡No tienen aviones! Y si los tuvieran, no tienen rutas asignadas y aprobadas. Se trata de una línea aérea de papel. A ver cuándo es posible que esta idea improvisada arranque y, todavía peor, pueda ser una empresa autosostenible que no requiera, como ocurrió en el pasado con las empresas aéreas del gobierno, subsidios para poder operar.

Pero la historia no ha terminado. Ahora el presidente quiere convertir a los militares en ferrocarrileros si las empresas a quien se han concesionado las vías férreas para transporte de carga no ofrecen, también, servicio de pasajeros. Una improvisación más ¿espera el Presidente que de un día para otro las empresas ofrezcan sus servicios sin previos estudios de viabilidad financiera? Como se dice vulgarmente, no son enchiladas, y si fueran, tendrían que ser sabrosas para tener clientela.

Ante las nuevas opciones de comunicación, el tren dejó de tener prioridad para el público. Son pocas las rutas que por el volumen de la movilización no solo son posibles, sino necesarias. Pero ya vemos cómo hace las cosas la Administración Pública. El tren rápido Ciudad de México a Toluca, no lo pudo terminar la administración de Enrique Peña Nieto, aunque lo dejó avanzado. Está por concluir este sexenio y dicho tren apenas inició operaciones en un pequeño tramo.

Como se puede apreciar, la improvisación es la regla de la actual administración, sin estudios de viabilidad, sin planeación adecuada de los recursos necesarios, sin medir los tiempos y con disposiciones de ejecución variable según se vaya ocurriendo durante la realización de las obras, como ocurrió con el Tren Maya.

Pero la cereza del pastel será la gran farmacia que el presidente endosa a los militares, después de sucesivos esfuerzos que incrementaron el desabasto de medicinas en el país. Ciertamente que la distribución de los medicamentos requiere un gran diseño logístico que las distribuidoras privadas han desarrollado con eficacia, veremos que pasa ahora con una militarización más.

Así son los tiempos que estamos viviendo. ¡Pobres Fuerzas Armadas de México!

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