Una y otra vez el Gobierno ha intentado, desde Lázaro Cárdenas, ideologizar a la niñez y la juventud, siguiendo la línea trazada por Plutarco Elías Calles en el “grito de Guadalajara”, cuando afirmó que la nueva etapa de la Revolución, ya no armada, consistía en apoderarse de la mente de los niños.
Para lograrlo, se reformó el artículo tercero de la Constitución y se estableció en la norma la educación socialista. Sin embargo, el intento falló, tanto por la resistencia de la sociedad, como de los mismos maestros. También se quiso doblegar a las universidades. Unas cedieron y otras lucharon por su autonomía. Finalmente, Manuel Ávila Camacho dio marcha atrás, volvió a reformar la Constitución eliminando el intento socializante y pareció que todo quedaba en la normalidad.
Sin embargo, la semilla había sido sembrada, y con la ayuda de intelectuales refugiados españoles, se empezó a incidir en la formación de los maestros sobre su ideologización, y en las instituciones de educación superior los docentes extranjeros, acogidos con generosidad por México, continuaron en nuestro país lo que no habían podido realizar en la República Española.
Aquella labor fue incidiendo en la educación del país con altas y bajas, pero recibió un nuevo impulso con Luis Echeverría y no ha cesado desde entonces. Además de los programas oficiales de estudio, los libros de texto obligatorios han sido los principales instrumentos de los que se han valido los “expertos” pedagogos de la SEP para incidir en el intento de apoderarse de las mentes de los niños.
A lo largo de esos años, la Unión Nacional de Padres de Familia ha denunciado y combatido esa labor, lo cual ha frenado, aunque no eliminado, los esfuerzos de adoctrinamiento a los niños, que han sido en dos direcciones, la educación sexual corruptora de las costumbres, y la introducción del pensamiento marxista con distintos tonos.
La actual administración gubernamental ha retomado e impulsado la idea, y ha llevado a izquierdistas que participaron en movimientos estudiantiles, principalmente en la UNAM –a pesar de que el Presidente la critica de neoliberal- y a exmiembros del Partido Comunista Mexicano, ya desaparecido, pero que por la ruta primero del Partido de la Revolución Democrática y luego en Morena, han logrado llegar a los puestos donde promover las ideas que no pudieron impulsar en el pasado por la vía violenta, y que hoy, siguiendo a Gramsci, lo pretenden lograr mediante un cambio cultural.
Y no estoy descubriendo el agua tibia, esta es la orientación de la Nueva Escuela Mexicana, según confesión sutil de sus promotores, y claramente plasmada en los nuevos libros de texto obligatorios, y para asegurarse de que existirá uniformidad en la transmisión de sus ideas, Marx Arriaga, director de materiales educativos de la SEP, ha anunciado que sacará de la producción de libros de texto a las empresas privadas, para que entiendan que el sueño de la izquierda se haga real. Y, por si fuera poco, ahora se ha importado a un venezolano, el chavista Sady Arturo Loaiza, para que trabaje al lado de Arriaga como subdirector de materiales educativos.
Ante lo que ya es evidente, público y notorio, la pregunta es qué harán los padres de familia y la sociedad. ¿Van a ceder la mente de sus hijos para cumplir “el sueño de la izquierda”? Esto es mucho más grave que el hecho de tener diputados y senadores de dicha corriente que son impresentables, y que, sin embargo, son quienes, a pesar de su analfabetismo funcional, son quienes aprueban las leyes del país.
Esta es una manifestación más del retroceso que se tiene en el Gobierno actual, donde se insiste en regresar al pasado, no sólo implantando formas de trabajo ya superadas, sino también ideologías que han demostrado su fracaso donde quiera que se ha intentado implantarlas. No nos queda otro remedio que resistir frente a este intento.
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