Estamos en manos de las decisiones del gobernante, acierte o no lo haga; sea honesto o corrupto. Eso ocurre con las empresas controladas por los gobiernos. Suele ser la regla.
Durante su campaña presidencial, Andrés Manuel López Obrador criticó, entre otras cosas, los “gasolinazos” del presidente Enrique Peña Nieto y ofreció bajar el precio de la gasolina. Con ello buscó congraciarse con quienes somos consumidores del líquido energético para la necesidad de movilizarnos en un contexto donde las distancias son grandes, la prisa se impone y las redes de comunicación masiva son insuficientes. La gasolina posibilita el transporte de familias y trabajadores en general. Hoy por hoy, los automóviles requieren de ese líquido y sin él, la vida se complica en todos los órdenes.
Del mismo modo, la economía reclama la movilidad de las empresas y sus mercancías. Aunque el diésel es otra opción, no todos los vehículos pueden usarlo y, sobre todo, la pequeña y mediana empresa mueve sus productos en autos y camionetas a gasolina. Un ámbito de la economía muy importante son los servicios, los cuales también requieren del movimiento que es posible gracias a la gasolina. En particular, la carencia de combustible daña al turismo carretero, pues impide la llegada de los paseantes a los lugares de atracción como pueblos mágicos, zonas arqueológicas, etc. Y podríamos seguir enumerando lo que representa la gasolina como energético que mueve la vida moderna.
Que numerosas zonas del país carezcan de lo que comúnmente se llama “vital líquido”, es un serio golpe para las mismas y provoca grandes daños. Y eso resulta verdaderamente inadmisible en un país productor de petróleo, sea por la causa que sea. A fin de cuentas, esta situación es producto de la historia de PEMEX, monopolio gubernamental de años, fundado en el mito de que el petróleo es nuestro, según han defendido los priistas y los morenistas opuestos a la reforma energética, muchos de los cuales han sido beneficiarios de la empresa, directa o indirectamente; en tanto que los mexicanos no hemos recibido los dividendos.
La corrupción de PEMEX es de antaño y va más allá del huachicoleo. La forma como fue concebida y operada la empresa, favoreció que de diversos modos y en distintos niveles, el beneficio fuera para particulares y no para la empresa ni para México. Siempre hubo fugas, además del negocio de venta de plazas y los pingües beneficios para el Sindicato y los líderes. Todo ello provocó la ineficiencia de PEMEX y las enormes pérdidas que ha registrado, aun en los tiempos del auge petrolero.
Hoy por hoy, hemos llegado al extremo de tener que casi mendigar entre estaciones de gasolina para obtener unos litros de combustible. ¿La causa? El combate al huachicoleo. ¿La medida? Retirar el combustible de los ductos que lo distribuyen. ¿Resultado? Ya no hay robo, porque no hay combustible que robar; los mexicanos tampoco tenemos gasolina y las actividades se van paralizando. Las consecuencias son económicas y humanas. “No hay desabasto”, dice la autoridad. Pero las gasolineras están desabastecidas. Un nuevo lenguaje y una nueva realidad. Las explicaciones se multiplican, pero la verdad no aparece con claridad.
Para la supuesta protección de la empresa, se deja de vender. Es decir, de obtener ingresos. Pero la autoridad dice que disminuyen las pérdidas. Sin embargo, empresa que no vende y mantiene costos por seguir operando, está perdiendo. ¿Cuánto? No lo sabemos y quizá nunca nos digan. Los barcos están fondeados con el combustible, pero no se puede descargar. ¿Cuánto cuesta esa inacción? ¿A cuánto van a ascender las pérdidas por esta “operación” anti robo y corrupción?
Sin embargo, el discurso oficial es para evitar pérdidas de la empresa. Pero cuando se habla de las pérdidas de la sociedad, la respuesta es “aguanten”, sean solidarios, los amo. ¿Y después? Dicen que ya hay sospechosos, aunque todavía no los detienen. Se trata, por ahora, de gasolineros que compraban combustible robado. ¿Y quienes lo extraían? Se habla de crimen organizado, ¿se va a terminar con él? ¿Y PEMEX queda saneado en automático? Por lo pronto, ya ha habido policías agredidos por huachicoleros, se ha generado un mercado negro por parte de quienes llenan bidones y los venden más caros. Hay despachadores que cobran por llenar los tanques. La corrupción sigue. En cualquier caso, la sociedad está pagando los costos del antes y el ahora, y tiene que someterse a las consecuencias de que una sola empresa, un monopolio, nos tenga ahorcados, humillados, sin opción.
En pocas palabras, estamos en manos de las decisiones del gobernante, acierte o no lo haga; sea honesto o corrupto. Eso ocurre con las empresas controladas por los gobiernos. Suele ser la regla.
Y siguiendo la estrategia que se aplicó con los ductos: quitar la gasolina para que no hubiera qué robar. Una solución radical y contundente, sería acabar con PEMEX y multiplicar las empresas que participen en la exploración petrolera, el procesamiento para producir hidrocarburos y la distribución de gasolinas, abriendo el mercado para que los mexicanos no seamos quienes pagamos el precio y, finalmente, seamos libres.
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