El PRI, fiel a su naturaleza

Se cuenta por ahí, a manera de reflexión, una historia acerca de la relación entre una rana y un alacrán: La rana iba a cruzar un río cuando se le acercó el alacrán y le pidió que le ayudara porque también quería cruzar. La rana le dijo que cómo podría hacerlo, y el alacrán la dijo que lo llevara en su espalda. ¡Cómo! dijo la rana, si te subes a mi espalda me vas a picar y me muero. No, le dijo el alacrán, si te picara, y te mueres, yo también moriría arrastrado por el agua pues me ahogaría. A la rana le pareció lógico el razonamiento y aceptó. Cuando iban a la mitad del río, el alacrán picó a la rana, y ésta, sorprendida, le reclamó mientras empezaba a sentir el efecto del veneno. El alacrán, a modo de explicación, le respondió: es mi naturaleza.

Algo similar se puede aplicar al Partido Revolucionario Institucional o, al menos, a muchos de sus dirigentes. Su naturaleza autoritaria y de ambición por el poder, ha caracterizado su historia en muchos momentos, desde su nacimiento.

El primer caso histórico está en el fraude electoral del PNR contra los candidatos que osaron enfrentársele, tanto en la forma como Plutarco Elías Calles, ya erigido en el caudillo, fue eliminando a quienes no consideraba fieles, entre ellos a Aarón Sáenz, como en el gran fraude cometido en contra de José Vasconcelos en las elecciones de 1929.

Posteriormente ocurrió otro tanto en las elecciones en que Lázaro Cárdenas contendió contra Andrew Almazán, y de ahí siguió la historia de los fraudes electorales y la eliminación de políticos que no eran del agrado del poder. Del mismo modo como se anulaba a la oposición por lo medios que fuera, nunca faltaron las purgas internas para eliminar a quienes no se ajustaban a la línea del Presidente de la República en turno, quien era erigido como el “líder moral” del partido, en el cual no se movía nada sin su aprobación. Cuando alguno de los dirigentes del partido no era del agrado presidencial, se le cambiaba, así pasó con Manuel Sánchez Vite y Jesús Reyes Heroles durante el gobierno de Luis Echeverría.

Las fricciones internas del PNR, PRM y PRI (los tres nombres que ha tenido el partido) han sido consecuencia de la forma como se constituyó el Partido a convocatoria ideada por Plutarco Elías Calles para unir a la “familia revolucionaria” para conservar el poder, desde el poder, bajo una simulación democrática. Los distintos grupos de ese gran pacto o coalición acordaron distribuirse cuotas de poder, ya fuera locales, estatales o nacionales, así como sectoriales en los diversos cargos públicos, inicialmente desde una base territorial a partir de la suma de partidos locales o de caciques, y luego en un desarrollo corporativo de sectores. Se buscó, de esa manera, la distribución de tajadas del gran pastel del Poder.

Ese aglutinante sirvió hasta que la corriente democrática disputó por la sucesión presidencial de Miguel de la Madrid, y al ser designado Carlos Salinas de Gortari, rompió con el partido y con el apoyo del PARM disputó la Presidencia de la República que derivó en el “fraude patriótico” cometido desde Gobernación con Manuel Bartlett al frente de la misma, cuando se “cayó” el sistema en perjuicio de Cárdenas, Manuel Clouthier y Rosario Ibarra de Piedra.

Otro hecho nunca suficientemente aclarado, fue la muerte de Luis Donaldo Colosio en el contexto de la rebelión del Ejército Zapatista Nacional, la disputa por la candidatura por Manuel Camacho Solís y la final designación de Ernesto Zedillo como candidato.

Estas disputas y el desgaste en el poder por el PRI y el cansancio de la sociedad, llevaron al presidente Zedillo a establecer una “sana distancia” del partido, que terminó por debilitarlo frente a una sociedad pujante que reclamaba una transición política. Los cambios que se fueron dando llevaron a que en las elecciones de 1997 por primera vez el PRI perdiera la mayoría en la Cámara de Diputados y en el 2000 la Presidencia de la República.

Con la llegada del PAN al poder se inició la desbandada, pues no pocos priistas oportunistas se quitaron la chaqueta del tricolor y se sumaron a la administración de Vicente Fox o al mismo PAN.

El retorno del PRI al poder con Enrique Peña Nieto y su desprestigiada administración, terminó por provocar nuevas emigraciones, esta vez hacia Morena. No faltan quienes sospechan que hubo un pacto entre Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador para que éste llegara al poder a cambio de la impunidad para aquél. Un análisis de la elección en 2018 muestra que el partido que perdió más votos en favor de Morena, fue el PRI. Al triunfo de Morena muchos priistas se han emigrado a este partido dando origen al PRI-Mor.

Totalmente debilitado, el PRI formó parte de la coalición que disputó la presidencia a Morena. La triple alianza que tuvo como candidata a Xóchitl Gálvez no sumó mucho a favor de esa fórmula, tanto porque la dejaron sola como por el desprestigio de los partidos que la lanzaron y en donde la fidelidad del PRI siempre estuvo en duda, pues en algunos lugares el PRI no estuvo en la fórmula conjunta sino con candidatos propios. Al mismo tiempo es claro que muchos de los morenistas más destacados, entre ellos algunos gobernadores, proceden de las filas del PRI.

Ahora, Alejandro Moreno, dirigente nacional del PRI, pretende reelegirse al frente de un partido que nación a la sombra del lema maderista: “Sufragio efectivo, no reelección”. Fiel a su naturaleza, ahora está inyectando veneno hacia los pocos miembros del partido que permanecen en él, provocando una nueva división que podría provocar su muerte y que sea arrastrado por el río de la historia.

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