El desmantelamiento de los servicios de salud y la mala estrategia de atención a la pandemia demostraron que el Sector Público no podía con la tarea.
Como buena burócrata que para fortalecer su posición como secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval ha recurrido a la vieja fórmula de decir “sí, señor presidente”, “la hora que usted diga, señor presidente”. No con esas palabras, pero si en el fondo, al plagiar a su jefe afirmando que la pandemia de COVID-19 le vino como “anillo al dedo” a la Cuarta Transformación. De esta manera, ha dado contenido y justificación a las políticas (¿?) públicas de la actual administración, y justificado el desmantelamiento de instituciones con el pretexto de impedir que el sector privado se fortalezca.
Según ella, las crisis servían para el fortalecimiento de la corrupción, por eso ahora ya no existe un Fonden que pueda auxiliar a la población en casos de emergencia como la ocurrida en Tabasco, la tierra del presidente, y en Chiapas. Una crisis de orden natural, agravada por una decisión presidencial confesada públicamente mientras un helicóptero oficial sobrevolaba las tierras inundadas.
El anillo al dedo de que hablan los nuevos gobernantes dizque para atender primero a los pobres quedó claramente explicado por el propio presidente cuando dijo que había preferido que se inundaran las tierras bajas, donde viven los pobres, para que no se afectara Villahermosa, donde sin duda hay algunos pobres, pero no tantos y existe infraestructura de protección. Sin embargo, de acuerdo con lo que se ha señalado por especialistas, existían otras opciones, pero la preocupación fue no afectar Dos Bocas, donde se construye una nueva refinería, a pesar de las advertencias sobre este riesgo.
Pero no sólo fue inundar las tierras de los más pobres, sino la carencia de una advertencia oportuna a quienes serían afectados y la tardanza para llevarles auxilio. Los pobres no sólo pierden viviendas y bienes materiales, sino aquello que les representa su modo de vida: sus cosechas y su ganado. ¿Serán ellos los corruptos beneficiarios de los programas orientados a la atención de las emergencias? Ciertamente que hubo corrupción, pero no en el sector privado, sino en las esferas públicas, y eso que se suponía que existían reglas de operación para la aplicación de los programas y se auditaban.
Los hechos desmienten a Irma Eréndira, pues el desmantelamiento de los servicios de salud y la mala estrategia de atención a la pandemia demostraron que el Sector Público no podía con la tarea, por lo que fue necesario recurrir a los hospitales privados para que complementaran lo que los públicos no podían hacer. ¿Cómo entonces se atreve a afirmar que el presidente estigmatizó lo que considera como prácticas de apropiación de lo público y la tendencia privatizadora de la salud y la seguridad social? Parecería que, como ha ocurrido con los fideicomisos, lejos de mejorar lo ya existente, la tarea actual es destruir, quizá con la esperanza de luego construir. Mientras tanto, si no fuera por los particulares la crisis de salud y social sería peor.
La Secretaría de la Función Pública no ha exigido responsabilidades respecto de las denuncias que se han venido haciendo y lejos de exigir un cabal cumplimiento del ejercicio administrativo de las dependencias, prueba de lo cual son las observaciones que ha hecho la Auditoría Superior de la Federación a la Cuenta Pública de 2019, donde quedan por solventar 25 mil millones de pesos, se habla de desvíos de recursos y falta de transparencia. Ya veremos qué se informa sobre 2020 y la discrecionalidad del gasto.
Lejos de que se combata la corrupción, nuevas nubes de “sospechosísimo” se extienden en torno a los programas sociales y quienes los operan. Las mismas autoridades han tenido que reconocer el fracaso de la operación de ellos, al no alcanzar las metas anunciadas y no apoyar a todos los que, ahora por ley, debían hacerlo.
En fin, las contrataciones directas, sin previa licitación y a “empresas” que nacieron con el cambio de gobierno, manifiestan que se ha retornado a las viejas prácticas del PRI, de la era “no” neoliberal y que llevaron al país al enriquecimiento de los políticos y a crisis recurrentes en el país. Ése es el anillo que ajusta al dedo de la nueva administración. Sí, señor presidente.
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