Según han relatado las autoridades, fue gracias a las cámaras de vigilancia diseminadas en la Ciudad, fue posible seguir los pasos del seminarista desde el momento en que se dirigió a reunirse con la sacerdote a quien hoy se implica como principal responsable.
La escalada de violencia a nivel nacional se explica, en parte, por la impunidad de la que gozan los delincuentes, que normalmente no son detenidos y si lo son, encuentran caminos para evadir el castigo. La investigación y el procesamiento de los delitos generalmente carecen de eficacia, pese a las promesas de las autoridades de resolverlos. De ahí que las denuncias no reflejen la realidad que vive el país, pues las víctimas o sus familiares, no siempre acuden ante las autoridades ministeriales para dar a conocer los hechos. No hay confianza en el sistema. Por ello los delitos van en ascenso en el país.
Ante este fenómeno, que afecta también a la Ciudad de México, me ha sorprendido la forma en que se han desempeñado las autoridades en la aparente resolución del asesinato del seminarista Leonardo Avendaño, señalando como presunto responsable al sacerdote con quien colaboraba. Se trata de una eficacia propia de las series televisivas CSI o Mentes Criminales, donde la tecnología y los menores indicios, incluyendo el análisis del ADN, permiten capturar a los culpables.
En esta ocasión, según han relatado las autoridades, fue gracias a las cámaras de vigilancia diseminadas en la ciudad, fue posible seguir los pasos del seminarista desde el momento en que se dirigió a reunirse con la sacerdote a quien hoy se implica como principal responsable, definir el tiempo en que estuvieron reunidos durante la noche y hasta la madrugada, cómo se trasladaron juntos hasta el lugar de la ejecución, el vehículo utilizado y el cómplice que llegó a la escena del crimen para huir. Las imágenes, se ha informado, informan la cronología exacta de los sucesos.
La aparente resolución del caso, pues aún siguen las investigaciones, parecerían dar a Ernestina Godoy, la procuradora de la Ciudad de México, un triunfo espectacular que merecería un reconocimiento no sólo local, sino nacional.
Sin embargo, y sin prejuzgar sobre la realidad de las imputaciones, pues como en todo caso hay que presumir de su inocencia, hasta que se demuestre lo contrario, independientemente de que sea sacerdote, conviene reflexionar sobre lo que anuncian las autoridades.
Si en este caso ha sido posible que el C5, con sus cámaras de vigilancia, haya podido dar seguimiento puntual al seminarista, ¿por qué no ocurre lo mismo con los muchos crímenes y delitos que ocurren constantemente en la Ciudad de México? Tal parecería que es posible hacerlo, por ejemplo, con otros casos de estudiantes que han perdido la vida o han sido secuestrados. Sin embargo, pasa el tiempo y las investigaciones se prolongan y de las denuncias que si se presentan, pocas se resuelven.
Otro aspecto que me llama la atención, es que por la hora las cámaras de vigilancia hayan tenido capacidad de filmar claramente lo ocurrido y a los actores, así como la característica de los vehículos e identificarlos. Eso nos mostraría que la tecnología que se utiliza ahora es de primer mundo y alcanza hasta zonas que parecerían de difícil acceso como es el caso de este crimen.
Me pregunto si estos elementos serán prueba suficiente para que se detenga al presunto culpable. Al parecer, de acuerdo con la manifestación de los fieles que conocen al sacerdote que hoy se encuentra detenido y que piden sea liberado, no tiene las características de personalidad propias de un delincuente y, menos, de realizar un crimen premeditado. Por otra parte, ante los fenómenos de abuso de algunos sacerdotes en algunos lugares, de inmediato surgieron versiones de que se podría tratar de un crimen pasional, cosa que también ya se ha desmentido. ¿Cuál podría ser, entonces, el conflicto entre ambos personajes, cuando el seminarista colaboraba con el sacerdote incriminado en sus tareas pastorales?
Como vivimos en un país donde el “sospechosismo” aparece en cada esquina, me pregunto si esta eficacia no tendrá algo que ver con desacreditar a un ministro de la Iglesia Católica, a fin de disminuir la autoridad moral de los sacerdotes, pues no falta quién aproveche las posibles debilidades de un presbítero para generalizar y acusar a todos y a la Iglesia, institución que pese a las fallas humanas de algunos de sus ministros, sigue conservando un alto nivel de credibilidad en nuestro país.
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