Una Cartilla Moral para el presidente

La Cartilla Moral de Alfonso Reyes, sin ser un tratado profundo, buscó señalar algunos principios éticos que deberían ser inculcados en los alumnos a fin de lograr en ellos una formación moral, según explicó José Luis Martínez.


Cartilla Moral


Entre las promesas presidenciales a raíz de su triunfo electoral, el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó una Constitución Moral. La propuesta fue duramente criticada en tanto que Constitución, pues ella implicaría un nivel jurídico o algo parecido, lo cual se interpretó como una propuesta moralista. En su lugar se está discutiendo esa opción o la de una Cartilla Moral similar a la que en su tiempo escribió Alfonso Reyes, a solicitud del secretario de Educación, Jaime Torres Bodet. Documento del que se han hecho diversas versiones, pero que en su momento fue ocultada por presiones sindicales. Sin embargo, el presidente la ha tomado como modelo y en su evaluación a un año de su triunfo forma parte de lo que “está en proceso”.

Independientemente del resultado, la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, sin ser un tratado profundo, buscó señalar algunos principios éticos que deberían ser inculcados en los alumnos a fin de lograr en ellos una formación moral, según explicó José Luis Martínez en la edición de 1992, aunque en la presentación se le redujo a “un testimonio pedagógico de unos de nuestros mejores escritores” y un documento no moderno ni de actualidad, pero tiene un valor de exposición ética a la que se añade “la ilustración histórica indirecta de la solemnidad con que, hasta hace relativamente poco tiempo, se trataron estas cuestiones”.

Como quiera que sea, fue el presidente quien hizo de esta pequeña obra un referente de actualidad sobre la ética. Recurro a ella para valorar e interrogarme si Andrés Manuel López Obrador ya leyó ese trabajo que propone como modelo, y si ya que está empeñado en la moralización de la sociedad, él se constituye como modelo del mismo.

En el punto 12, sobre el Valor Moral, la Cartilla señala que “El respecto a la verdad es, al mismo tiempo, la más alta cualidad moral y la más alta calidad intelectual”. Y éste es uno de los temas medulares que han generado controversia respecto de la actuación presidencial. Son numerosos los videos que circulan en las redes en las cuales el presidente miente, dice que no dijo lo que dijo, y se pueden apreciar dichas contradicciones. Si es una sola vez, son muchos los casos y se le han planteado en las conferencias matutinas y no reconoce y sostiene su palabra. En ello veo una contradicción con su propuesta moralizadora contra la corrupción, pues mentir es ser corrupto.

Esta situación se manifiesta en el manejo de las cifras que presentó en la conmemoración de su victoria y según las cuales ya habría cumplido tres cuartas partes de sus compromisos. Según quienes han sometido a escrutinio y analizado sus comparaciones con otros sexenios, el resultado es mixto, a veces dice la verdad y otras veces no. En realidad, ha recurrido al truco que manejaron sus antecesores desde el pasado remoto del Sistema y no sólo durante la era neoliberal: tomar las cifras de los periodos que más les favorecen y descartar las incómodas. O hacer nuevas definiciones a modo, como es el caso de la creación de “empleos” con los subsidios gubernamentales y que técnicamente no los son y el Seguro Social no los registra como tales.

En la feria de los números, el presidente ha desmentido incluso a sus colaboradores, o los informes del INEGI, o sobre la violencia en el país con el sabio argumento: “yo tengo otros datos”. ¿De dónde los obtiene, si los organismos encargados de proporcionárselos son a los que desautoriza? Con tales acciones viola el principio de compañerismo que les debe a sus colaboradores y quienes han tenido que soportar en silencio la descalificación pública.

Para Alfonso Reyes, el primer grado o categoría del respeto social que nos debemos todos, parte de la urbanidad y cortesía son “el primer grado o categoría de respeto social”, lo cual implica sujetar los impulsos hacia la grosería, para no agraviar al prójimo. Al respecto es reiterada la pública agresión a los conservadores, los fifís, etc., que utiliza como argumento definitorio para descartar la validez, que dice respetar, de sus críticos u opositores. Tales calificativos no sólo están dirigidos a generar menosprecio a un sector de la sociedad, al cual por opositor ya clasifica como corrupto, sino a dividir al país en dos bandos: los que están con él y los que le resisten. Hay, también, por ahí, expresiones que pueden ser interpretadas como amenazas veladas, aunque se define por la no represión, incluso contra la delincuencia. Resultaría bueno que alguno de sus asesores, si lo hay, le recomiende la lectura de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes y le recomiende que la ponga en práctica.

En fin, las aspiraciones de una educación Moral que con Constitución o Cartilla pretende el presidente, a juzgar por lo visto, podrían derivar en otros intentos semejantes como la Renovación Moral que pretendió Miguel de la Madrid y concluyó en nada, sólo lema de campaña y adorno en los discursos.

 

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