Una demanda ciudadana es que el presidente no confronte a la sociedad, ¿lo está logrando con sus conferencias matutinas?
Los planes de desarrollo que se han presentado en el país nos ofrecen y prometen importantes transformaciones del país en beneficio de la sociedad. Pero los planes elaborados en la etapa moderna, desde José López Portillo, no han alcanzado el paraíso prometido. Sin embargo, la sociedad es indiferente a dichos documentos pues, como es bien conocido, la mayoría de los mexicanos no lee y menos cuando se trata de documentos oficiales, ya sea por no creer en la autoridad o porque el lenguaje no resulta el más accesible.
Ahora se ha comentado ampliamente que el presidente Andrés Manuel López Obrador descartó el Plan elaborado por Hacienda por ser, nuevamente, un documento técnico. En cambio, se dice que redactó, o mandó elaborar, otro diferente que además de la reiterada crítica que hace al neoliberalismo, convirtiéndolo en el perro del mal y las siete plagas de Egipto, incurre en una serie de ofrecimientos y promesas vagas que no están soportadas con los medios presupuestales o las estrategias concretas con los cuales se van a alcanzar. Esto puede provocar que el Plan, si es que los diputados lo aprueban tal cual, pasará a ser una más de las promesas incumplidas. Pero, en este caso y de acuerdo con el estilo presidencial, se señalará a los culpables.
Un plan gubernamental requiere, en primer lugar, disciplina interna para su cumplimiento. Y en segundo lugar se requiere confianza en la sociedad para sumarse a las políticas y esfuerzos a los que se invita por medio del mismo, pues por más que se quiera convertir al aparato gubernamental en el eje del desarrollo, sin la participación social esto no es posible. Por ello, los mensajes explícitos o implícitos que va lanzando el presidente se convierten en un factor importante para prever si el Plan se cumplirá o no, a pesar del lema oficial: “Me canso ganso”.
Quisiera referirme hoy a algunos de los planteamientos del Plan que, de entrada, no coinciden con las acciones y decisiones presidenciales que conocemos hasta el momento.
Un primer aspecto se refiere a los conflictos sociales. Para el presidente, durante las tres décadas en las que afirma imperó el neoliberalismo, no fue posible resolver los conflictos entre los distintos sectores, sino que los agudizó al punto de quiebre, generando desestabilización, generando una oligarquía político-empresarial.
Reconoce que durante la etapa del desarrollo estabilizador hubo aspectos políticos y sociales inaceptables, que fueron acentuados por los neoliberales: la corrupción, la falta de democracia y la diferenciación entre los mexicanos. Pregunto: ¿las conferencias de prensa mañaneras y los discursos presidenciales están contribuyendo a superar los conflictos? Los calificativos a sus críticos: fifís, conservadores, neoliberales, etc. En cambio, los elogios al pueblo bueno que lo apoya y la forma como se dirige a él resulta contrastante. Otro tanto se puede decir de los chiflidos orquestados contra los gobernadores y los aplausos hacia él. Una de las demandas que hoy se hacen a Andrés Manuel López Obrador, es que no confronte, que unifique. Por lo pronto no lo está haciendo.
Lo anterior está relacionado con la crítica que hace, acertadamente desde mi punto de vista, a la manipulación del lenguaje de los gobernantes, que me parece se aplica especialmente a los emanados del PRI, independientemente de sus estrategias políticas y que no desembocó, como él afirma, en el régimen oligárquico neoliberal, sino que fue la base de sustentación del sistema priísta. Finalmente, los gobernantes perdieron credibilidad. Me pregunto si ahora el presidente no ha dado ya pasos firmes por el mismo sendero. La mentira, el maquillaje de los datos o el rechazo cuando se le presentan unos que no coinciden con él, porque responde simple y sencillamente que él tiene “otra información”, son parte de este discurso. Niega a pesar de que existen grabaciones que lo desmienten, como fue el caso de su discurso sobre la presencia de los militares en las calles. Retó a que se le demostrara algo diferente a lo que afirmaba, y a pesar de que se le exhibió diciendo lo contrario, no lo aceptó.
El Plan Nacional sustenta: “Ante el sistemático quebrantamiento de las leyes, tanto en su espíritu como en su letra, hemos de desempeñar el poder con estricto acatamiento al orden legal, la separación de poderes, el respeto al pacto federal”. Respecto del estricto acatamiento del orden legal, su famoso memorándum sobre no acatar la reforma educativa vigente, lo retrató de cuerpo entero. Primero su concepción de justicia –no definida– y luego la ley. Se le olvidó que al “margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Los gobernadores de los Estados se han sentido afectados por la presencia de sus superdelegados y sus recursos, con la contrastante reducción de los apoyos a las entidades. Y acerca de la separación de poderes, hemos sido testigos de cómo corrige a los legisladores y las dicta línea cuando lo que está por aprobarse o ya aprobado va en contra de sus deseos. También su actuación ha dado pie a roces con la Suprema Corte.
Hay más que decir, pero concluiré con el título de uno de los apartados del PND: “Respeto a los contratos existentes y aliento a la inversión privada”. ¿Ese principio operó en el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional en construcción en Texcoco? Si había corrupción, hasta ahora no comprobada, ¿no hubiera sido suficiente con castigar a los culpables? A ver quién se anima en el futuro.
Hay dichos, pero no hechos. Prometer no empobrece, dar es lo que aniquila, dice el dicho.
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