Cuando me dicen que fuimos conquistados, mi respuesta inmediata es: “a mí no me conquistaron”. Yo soy mexicano y de quienes sí sufrimos agravios, fue de los norteamericanos durante la intervención que llegó hasta el centro del país.
Es común escuchar en los tiempos modernos, que fuimos conquistados por España. O que México fue conquistado por los españoles. Estas afirmaciones son las que sustentan los supuestos agravios y que necesitan ser reparados por quienes nos los hicieron. Para algunos, ésta es una causa que justifica posiciones políticas provenientes de las versiones que la historia oficial ha sostenido durante décadas, provocando ignorancias de muchos y acciones vandálicas como consecuencia de ello. Se trata de prejuicios ideológicos que han deformado la realidad.
Afortunadamente, los historiadores profesionales de hoy han venido poniendo los puntos sobre las íes y explicando la verdad de los hechos, que son irreversibles y respecto de los cuales ya no se puede hacer nada para cambiarlos. Es necesario asumir con madurez lo ocurrido en el pasado porque, nos guste o no, nos ha configurado en lo que somos. En pocas palabras, esos hechos han configurado nuestra identidad. No aceptarlos ha generado complejos que sociólogos, intelectuales y poetas han tratado de explicar y que sin duda lastran nuestro desarrollo.
Cuando me dicen que fuimos conquistados, mi respuesta inmediata es: “a mí no me conquistaron”. Yo soy mexicano y de quienes sí sufrimos agravios, fue de los norteamericanos durante la intervención que llegó hasta el centro del país y que nos costó la pérdida de una gran parte del territorio y de los franceses. Estos últimos no obtuvieron mucho y si caso dejaron en nuestro suelo a algunos de quienes llegaron con las tropas invasoras y decidieron quedarse, haciendo suyo este país. De los norteamericanos ya queda dicho lo que ocurrió y aunque lo lamentemos lo único que podemos hacer es sacar la lección: nos vencieron –aquí si cabe la solidaridad histórica- por estar divididos en un federalismo insolidario con el que muchos estados vieron con indiferencia el paso de las tropas norteamericanas por su suelo.
Pero en el caso de Hernán Cortés, lo cierto es que con los pocos soldados que le acompañaban y gracias a algunos triunfos iniciales y a su habilidad política, logró lo que hasta antes de él no había sido posible o imaginado: la unificación de fuerzas y la confianza en que se podía derrotar al enemigo común: a los aztecas.
Hernán Cortés no sólo capitaneó a los españoles que formaban su ejército, sino también a los indígenas que se le fueron aliando y que, sin duda alguna, hicieron posible la victoria en 1521. Pero los aztecas no eran México. Eran un pueblo guerrero y poderoso que tenía sometidas a muchas tribus y las oprimía. El mayor botín de guerra eran los hombres que convertían en víctimas para los sacrificios a sus dioses. Las calaveras descubiertas recientemente en el conjunto del Templo Mayor son prueba elocuente de estos hechos, que explican el porqué de la alianza de los indígenas con los españoles.
En el contexto de la batalla por la Gran Tenochtitlán, Pedro de Alvarado y no Cortés, fue el español que cometió los mayores agravios. Pero la mayor crueldad de la batalla estuvo a cargo de los propios indígenas, particularmente los tlaxcaltecas, quienes además del resentimiento por los abusos de que habían sido víctimas, sufrieron junto con los peninsulares los estragos de la noche triste. También se les atribuye haber provocado, con afirmaciones ciertas o falsas respecto de la emboscada que les habían preparado y derivó en la matanza de Cholula.
Pero, así como fueron aliados en la derrota y en la victoria de la guerra, los tlaxcaltecas fueron parte de la conquista y fundación de poblaciones hacia el norte del país, y factor importantísimo en la confrontación con los chichimecas.
Hay que reconocer, sin embargo, que ya establecidos en el nuevo territorio, muchos españoles, particularmente los encomenderos con el apoyo de Nuño de Guzmán y los miembros de la primera Audiencia, cometieron aberrantes abusos, pero en contra y de la Corona Española. Estos abusos fueron enmendados y castigados por la Segunda Audiencia, de la cual formó parte Don Vasco de Quiroga, quien no sólo impartió justicia, sino que comprometió su hacienda y su persona en beneficio de los naturales, a los cuales admiró, apreció, educó evangelizó buscando que fueran cristianos a las derechas, y los organizó en policía (política) mixta en los pueblos-hospital.
Como producto de la conquista militar, espiritual y cultural, se empezó a configurar la Nueva España, no como colonia sino como parte integral del Imperio Español, con todos sus deberes y derechos, sin que faltaran errores y abusos en la aplicación de esta política. A pesar de ello, durante los trescientos años que duró esta integración de Nueva España con la Península, no hubo un ejército de ocupación dominando a los habitantes de estas tierras, ya fueran indígenas, negros o mestizos. Salvo raras excepciones, la integración de todos a esta nueva realidad, se dio con tranquilidad.
Al mismo tiempo se fue formando un sentimiento de nacionalidad nuevo que iba preparando, y así lo vieron muchos, la separación de la hija, una nueva nación, de la madre que la engendró y la había propiciado. Esto, junto con los errores de los borbones y la invasión de Napoleón a España, generando una crisis de gobierno, fueron las circunstancias en que se inició y culmino el proceso de la Independencia, de manera violenta con Hidalgo, pero pacíficamente con Iturbide.
Te puede interesar: De mal en peor
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com