A reiniciar la transición

La regresión se ha consumado. Con la sobrerrepresentación en el Congreso y la precipitada y absurda reforma a la Constitución para desmantelar el sistema judicial mexicano y sustituirlo por uno sumiso al poder, mediante la manipulación de las masas, el golpe a la democracia ha sido demoledor. Hoy se vislumbran tiempos peores a los que vivimos durante el Siglo XX con el priato. Falta ver lo que viene y ya anunciado.

López Obrador demostró ser más maquiavélico y astuto que un buen administrador público. Supo usar los recursos del Estado para generar un proceso de cooptación del poder mediante programas sociales que devoraron el 51 por ciento del gasto programable a través de la Secretaría del Bienestar. Supo construirse una popularidad mediática a través de la mañanera y logró capturar a una parte importante de los votantes con una lengua mentirosa y llegando al bolsillo de una población necesitada (el 50 por ciento de la población vive alguna forma de condición de pobreza), cooptar al viejo PRI y a algunos supuestos panistas, ya fuera mediante halagos o amenazas.

Ni el desmantelamiento del sistema nacional de salud (desaparición del Seguro Popular, fracaso del INSABI e insuficiencia del IMSS Bienestar, además de la carencia de medicinas), ni el clima de violencia que llevará a cerca de 200 mil muertos por ese medio a finales del sexenio, fueron suficientes para generar conciencia del engaño presidencial. El cinismo presidencial llevó a afirmar en su último informe que teníamos el mejor sistema de salud del mundo, mejor que el de Dinamarca, para reconocer días más tarde que no era verdad, pero que lo había dicho para provocar a sus adversarios.

El espectáculo que vimos en el Senado, donde una dinastía priista vinculada a Elba Esther Gordillo, los Yunes, incorporada ingenuamente al PAN desde tiempos de Vicente Fox, junto con otros de la misma calaña, nos mostró cómo gran parte de la clase política lejos de ver y trabajar por el bien común, es capaz de someterse a la voluntad de un hombre. Mientras en la tribuna justificaban su cambio de bando, conocido popularmente como chapulineo, el resto que se había comprometido a resistir justamente los calificaba de traidores. También las ausencias u omisiones, son parte de ese incumplimiento de la palabra dada.

Son tiempos grises, pero no negros. Mucho de lo avanzado en la transición democrática, sobre todo en una parte importante de la sociedad, permanece. Hay puntos de la geografía del país que cobijados con distintos colores, aún resisten. La votación diferenciada respecto de los candidatos al Congreso, no reconocida ni por el INE ni por el Tribunal Electoral, indican que es posible resistir. Los números de la oposición son mejores de los que recibió la única oposición del pasado, el PAN, durante la “democracia perfecta”. Hay tela de donde cortar.

Sin embargo, se requiere una urgente reconfiguración de la oposición. Hoy por hoy, el PAN es la mejor plantada aunque con una dirigencia desastrosa que hasta sus propios militantes ya la repudian, aunque también busca, a imitación de lo que ocurre en Morena, perpetuarse por interpósita persona. Del PRI, ni hablar, su genética lo descalifica. Movimiento Ciudadano, con su fundador y conductor anquilosado y equívoco quizá pueda parecer una esperanza para cierta izquierda, pero sus posiciones siempre son impredecibles. Hay también por ahí un grupo de ilusionados que está intentando conformar un nuevo partido rosa, cuya composición y principios aun están difuminados, pero tendrá que atravesar por la maraña de requisitos que hay que cumplir para lograrlo. Si lo hace, será un milagro.

Hoy se vuelve a invocar el ejemplo de Gandhi y su resistencia pacífica. No es necesario ir tan lejos. El último tercio del Siglo XX tiene muchos ejemplos de la lucha por la transición democrática, hoy traicionada por sus beneficiarios, que es necesario y posible revivir. En los setentas parecía imposible derrotar al PRI, la oposición estaba desdibujada en una brega de eternidad. Fue necesaria la movilización desde la sociedad civil, el quiebre del Partido en el poder y vivir las crisis recurrentes -un escenario futuro ya previsible- para lograr una alternancia que no desembocó de la mejor manera, la que estamos viviendo.

Hoy toca iniciar de nuevo la lucha por la democracia, aprendiendo la lección, cuidando a los supuestos aliados y, si, como lo pretendía el viejo PAN, educando a la sociedad para la democracia, porque sin demócratas no es posible.

La esperanza no ha muerto.

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