¿A dónde conduce el Plan Nacional de Desarrollo?

No saber planear es la causa por la que los gobernantes de México han fracasado en su lucha por buscar un cambio positivo.


Planear gobierno


A nadie extraña que las actividades humanas tengan que planearse si se pretende que sean efectivas. Saber de dónde se parte, a dónde se quiere ir y cómo llegar, es una acción elemental. Los gobiernos requieren de la planeación de sus actividades para ser eficientes y eficaces. Lo mismo ocurre en las empresas y, aunque no sea tan rigurosa, toda actividad humana necesita de esos elementos. De lo contrario se camina sin rumbo y sin sentido.

En los Gobiernos han existido distintas concepciones de planificación. En algunos casos lo que se hace es planear la propia actividad. En otros, se pretende planear lo que el Estado –sociedad y gobierno deben hacer. Existe la planeación indicativa y la centralizada. Esta última emergió de los gobiernos socialistas –independientemente de su apellido- y en particular en las economías inspiradas en el marxismo. Se pretendía que a través de la acción del Gobierno, no sólo éste fuera eficiente, sino transformar a la sociedad misma. En cambio, la planificación indicativa establecía propósitos del gobierno e invitaba a la sociedad a sumarse y contribuir al desarrollo.

En México fue el Presidente Lázaro Cárdenas, simpatizante del socialismo, quien inauguró la planeación centralizada. Sin embargo, las condiciones no lo permitieron y el modelo no continuó como tal. Fue el Presidente José López Portillo quien revivió la modalidad y aunque el Plan Nacional de Desarrollo de su administración se presentó tardíamente, en él se expusieron los propósitos del mismo, tanto en su conceptualización política como en su aplicación concreta. Desde entonces, a cada administración se le exige elaborar un Plan, que no es de gobierno únicamente, sino Nacional y se pretende que sea de Desarrollo.

A decir verdad, los mexicanos nunca conocemos puntualmente ni el seguimiento ni el cumplimiento que tienen dichos planes. Lo cierto es que las buenas intenciones y las metas que ahí se plantean no suelen alcanzarse ni cumplirse a cabalidad. Por eso se piensa que dicho documento es una colección de buenas intenciones. Y es que planes tan ambiciosos están condicionados porque, en primer lugar, tengan una concepción correcta de los alcances de la acción gubernamental, de los recursos disponibles, de las condiciones internas para su aplicación sin ser coercitivo (porque se dice que es democrático) y, finalmente, que las condiciones del exterior sean bien analizadas y se mantengan estables. Eso significa que la alteración de cualquiera de esos elementos falle, el plan no se cumplirá.

El Gobierno de la Cuarta Transformación acaba de enviar a la Cámara de Diputados, para su análisis, el Plan que ha previsto, y como tiene mayoría en la misma, seguramente será aprobado. Y aunque a diferencia de otros documentos éste no es tan voluminoso y luego requerirá desdoblarse en los planes y programas sectoriales, su análisis requiere una visión serena y profunda. Hoy, sin embargo, pretendo detenerme en algunos aspectos de lo que plantea la Presentación, ya que como punto de partida nos muestra algunos detalles de este documento.

En primer lugar se parte de una visión revanchista respecto del pasado, culpando de todos los males de México al llamado neoliberalismo, realizando algunos elogios al llamado “desarrollo estabilizador” que permitió el crecimiento económico del país durante varias décadas y que entró en crisis en los setentas. Y aunque tímidamente se reconoce que los cambios realizados a partir de Miguel de la Madrid de alguna forma: “Lejos de superar o atenuar los aspectos políticos y sociales más inaceptables del desarrollo estabilizador, el neoliberalismo los acentuó y los llevó a niveles generalizados: la corrupción, el carácter antidemocrático de las instituciones y la desigualdad”. Se acepta, a fin de cuentas, que los males políticos del sistema ya venían de atrás. Si se acentuaron o no sería cosa de un análisis detenido. La corrupción del alemanismo fue emblemática, pero ya desde Venustiano Carranza el saqueo y el robo eran tales que para hacer referencia a ellos se inventó el verbo “carrancear” y respecto de la corrupción Álvaro Obregón soltó la famosa frase de que “nadie resiste un cañonazo de 50 mil pesos” (oro).

El nuevo Plan, con su modesta admiración por el desarrollo estabilizador en cuanto como economía mixta proteccionista propiciaba la intervención del Gobierno en la economía, hace una importante omisión del periodo denominado de las “crisis recurrentes”, que fueron el resultado del periodo iniciado con Luis Echeverría y que moriría de inanición en medio de la peor de las crisis de la década perdida con Miguel de la Madrid. El llamado “desarrollo compartido” fue la propuesta del sucesor de Gustavo Díaz Ordaz, y el principio de la debacle económica del país.

La falta de un análisis en el Plan Nacional de Desarrollo de ese periodo, donde curiosamente se retoma la planificación, es una omisión grave, pues lo ocurrido en aquél tiempo fue tan profundo, que a pesar de haber intentado revertirlo, a veces con medidas a medias, a partir de Carlos Salinas de Gortari, los mexicanos hemos tenido que pagar las cuentas de las medidas y errores de aquellos momentos, que se constituyeron en una herencia de varias generaciones.

Y, a reserva de confirmarlo, tengo la impresión por lo que he leído hasta ahora, por el sesgo ideológico que tiene el documento, que el nuevo Plan de Desarrollo se encamina por la senda de aquel periodo en el que Andrés Manuel López Obrador era priísta y del cual parece ser nostálgico. Claro que con nuevos añadidos, pero me parece que va en esa dirección.

Finalmente, y por el momento, encuentra que al afirmar que por lado se destruyó el antiguo pacto social, pero no se sustituyó por uno nuevo, y la “prueba de esa incapacidad es que las facciones que ejercieron el poder en este lapso no pudieron dotarse de una nueva constitución, que es el documento en el que se plasma el pacto social”. Pero como el Presidente ahora pretende un nuevo Pacto Social, con ello afirma que propugnará por una nueva Constitución, lo cual, por lo que se percibe ahora, es un verdadero Peligro para México.

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