Ya basta… de que los 8 de marzo grupos feministas extremos ridiculicen y se burlen de todo aquello que haga referencia a la cultura católica. Hace unos días, en Argentina, hubo una escena sacrílega sobre la Virgen María abortando a Jesucristo. Hasta donde entiendo, el aborto está prohibido por la mayoría de las religiones del planeta: ¿por qué su veneno no se vierte en las mezquitas o sinagogas? ¿Por qué tanta saña contra el cristianismo? Por supuesto, no digo lo anterior porque considere que el odio deba ser universal para ser justificado –el odio debe desaparecer–, lo hago para mostrar que en este caso la violencia es arbitraria, caprichosa y unidireccional.
Ya basta… de decir que se es más mujer, más libre, más plena y más valiente cuando se mata. ¿Qué tiene que ver feminismo con aborto? Una feminista estadounidense, en su blog relata que varios años atrás abortó cuando supo que su hijo sería ¡niño! Relata ella, según lo leí en la prensa: “No podía traer ese monstruo al mundo”; “Yo no odio a los hombres, odio al patriarcado, en lo que los hombres e incluso algunas mujeres se convierten. No iba a dejar que eso sucediera con mis hijos. Las oportunidades de ello eran mayores si era un niño”; “lo haría otra vez en un abrir y cerrar de ojos”. ¿Se da cuenta ella de que sus actos son altamente discriminatorios y androfóbicos, de que mató por un prejuicio?
Ya basta… de no considerar a la mujer como la creación más preciada de Dios. Todo acto en contra de la dignidad de la mujer debe ser socialmente castigado y legalmente penado, provengan estos atentados de parte de los hombres o de parte de las mismas mujeres. Y todo cuanto se haga por exaltar y valorar a la mujer siempre será bienvenido. Todo humanismo, o incluye la defensa y promoción de la mujer, o no es humanismo. Lo mejor y más bello de mi vida ha provenido de la mujer: mi esposa, mis hijas, mi madre, mi hermana.
Ya basta… de imponernos a todos la agenda LGBTTTI. Su fidelidad al más puro liberalismo les obligaría a no meterse con la vida y creencias de los diversos a ellos. Me exigen que no exprese la más mínima discrepancia a su propuesta, pero su propuesta sí puede pisotear mi cultura y tradición; no puedo dar una opinión porque según ellos discrimino, pero ellos sí pueden golpear, escupir, burlarse, ironizar, y todo, al amparo de la libertad de expresión. Algunos amigos gays que tengo me han dicho que ellos tampoco comparten esos modos violentos de expresión, que algunos grupos ya se están pasando de tueste.
Ya basta… de que, si algunos marchan, son valientes; si otros marchan, son quiensabequefóbicos. No hay piso parejo. Y eso todos lo sabemos. Si de veras hay igualdad y tolerancia, ¿por qué bautizaron al camión de Hazte Oír como el camión del odio, por decir: “los niños tienen pene y las niñas tienen vulva”?, pero ¿por qué los 150 carteles de CEH expuestos en marquesinas de paradas de autobús y estaciones de metro, que dicen: “hay niñas con pene y niños con vulva”, cuentan con el apoyo del Estado y con la publicidad comprensiva de los medios?
Ya basta… de no hablar con franqueza, de escondernos para que el sentido común no nos descubra. Basta de andar por la calle exigiendo derechos a diestra y siniestra. No todo deseo es un derecho. No todo lo que quiera puedo exigirlo al Estado o al prójimo. No es un derecho ir a Marte, por más que esta aventura vuelva famosos a sus primeros pobladores. No es un derecho comer según los estándares Kosher, por más que sea lo más sano. Así, tampoco es un derecho la transexualidad, aunque fuera el mayor deseo de alguien.
¿Por qué? Porque si son derechos, jurídicamente hablando, debe existir una contraparte obligada, alguien que sea el responsable de satisfacer esa legítima demanda, de velar por que ese bien se cumpla cuando el derecho se ejerza. Al derecho del facultado corresponde el deber del obligado. ¿Quién es la parte obligada en caso de la transexualidad quirúrgica u hormonal? Otra cosa es que no se llamen derechos en ese sentido, sino en el sentido de posibilidades, de acciones permitidas pero que no obligan a un tercero. ¿Es posible ir a Marte? Sí. ¿Es posible comer Kosher? Sí. ¿Es posible realizar una operación de cambio de sexo? Sí. De ahí no se sigue que sea un derecho y que haya que inscribirlo en la parte dogmática de la Constitución. Llamémosle al pan, pan, y a al vino, vino.
Ya basta… de inconsistencias. Antes se decía que el sexo era biológico y que el género era constructo social. Ahora se dice que también el sexo es constructo social; que la propia biología es constructo social. (Dicho sea de paso, al rato los libros de biología irán al Index librorum prohibitorum, y los de anatomía se remplazarán por los de queer theory). Las distintas teorías que apoyan enaltecen el “constructo social”, sobreestiman la elección, la preferencia, la creación social, la racionalidad, la estructura –nada de genes–: “nulla natura, sola cultura”. Sin embargo, al mismo tiempo la APA dice que el término “orientación sexual” ha de usarse en vez de “preferencia sexual”, pues este último sugiere un grado de voluntariedad que no necesariamente se encuentra en lesbianas y gays: “nulla cultura, sola natura”. Un icono feminista, Germaine Greer, marca un contrapunto y agranda el desconcierto: “Just because you lop off your penis…it doesn’t make you a woman” (Sólo porque te cortaste el pene… eso no te hace una mujer). Yo soy de la idea de que ambas realidades, natura y cultura, están presentes en todo lo humano, y de que estamos asistiendo a los problemas derivados de enfatizar cualquiera de los extremos.
Ya basta… de ser intolerantes. No se puede golpear o patear a nadie por su preferencia sexual. Eso es brutal e inhumano. También tenemos que considerar que en algunas manifestaciones violentas de los movimientos gay lésbicos hay bastante resentimiento guardado, porque no en pocas ocasiones fueron “víctimas”. Es verdad que existen los tribunales y la justicia debe ser el cauce reivindicatorio… pero también comprendo la desesperación y la rabia. No hemos sabido pedir perdón, ni cultural ni socialmente. Es una deuda aún pendiente y hay que poner manos a la obra.
Ya basta… de creer que unos gozan del monopolio de la “diversidad”. Aquí está mi queja principal. Lo otro, lo diverso… siempre dicen relación a alguien más: yo para ti soy otro, y tú para mí también eres otro. Hay que exigir el respeto y levantar la voz porque hoy una alteridad está siendo marginada, una diversidad no está siendo bienvenida, una minoría está siendo víctima del odio, la ironía y la mofa social. ¿De quién hablo? Hablo del cristiano. Porque el “ateísmo práctico” es una mayoría que tiene frente a sí al creyente, y el creyente constituye una diversidad a ser respetada. Porque el movimiento LGBTTTI y su cultura hoy gozan de una hegemonía cultural y la visión cristiana del matrimonio y la familia es una franca minoría; por eso debiera ser digna de valoración, respeto y promoción, porque es distinta, otra, diversa. Porque el lenguaje de lo políticamente correcto que lo inunda todo y lo mayoritea todo, tiene frente a sí a la diversidad lingüística de la fe, que tiene mucho que aportar hoy, y en cambio es ridiculizada y callada. Porque tal vez lo que antes era minoría, marginalidad y diversidad, hoy sea mayoría, centro y poder… Y no puede negar el derecho de voz, de opinión y de espacio público a las actuales minorías sin darse un tiro en los pies, sin contradecir su historia, sin minar sus principios.
Ya basta… de toda esta farsa.
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