No sé si ha habido en la historia de la Iglesia un Papa cuyas palabras sean tan meticulosamente analizadas por algunos sectores de la Iglesia, como Francisco.
Que todos han tenido críticos dentro y fuera, eso es, por desgracia, frecuente. Veamos los últimos: Juan XXIII, vaya que los tuvo; Pablo VI, en demasía; Juan Pablo I, quiero pensar que, o no los tuvo, o si los tuvo, fueron los más tremendos (¡se cargaron a un Papa en un mes!); Juan Pablo II, los tuvo: fuera lo intentaron matar, dentro nunca faltaron sus detractores; Benedicto XVI, nunca dejaron de criticarlo.
Francisco no está exento de la crítica externa o interna… sin embargo, hay algo de peculiar en los tiempos que corren, algo inédito, y si me apuran, algo macabro.
Pero antes hagamos un recorrido por dos posturas que me parecen altamente dañinas: la papolatría y la papofobia. Los primeros “adoran” la figura del Romano Pontífice; los segundos, la odian.
Los unos creen que todo lo que hace y dice un Papa es incuestionable, no consideran que su persona es también pecadora, que comete errores, sino que piensan que es autoridad legítima, aun en los terrenos que no son de su competencia.
Los otros creen que el Papa en turno es alfil de una ideología, parte de un grupo que lo llevó al poder y al cual se debe; si lo odian desde fuera de la Iglesia, generalmente es porque odian a la Iglesia; si lo odian desde dentro, es porque siempre lo leen bajo la lente del poder y piensan que el Papa en turno no es de su bando.
Y como sucede en muchos casos, también aquí los extremos se tocan. Los papófobos actuales en el fondo son papólatras de Juan Pablo II o de Pío XII; los papófobos de Juan Pablo II o de Benedicto XVI (mejor dicho, del Cardenal Ratzinger cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe), son papólatras de Pablo VI o de Francisco.
¡Son tan relativos los nombres! Lo más curioso es que comparten la misma lógica mundana y torpe; por eso, tan pronto hay un cónclave, se alinean bajo una u otra bandera.
Dada esta explicación, no son en el fondo dos actitudes diversas, sino una, que dependiendo del Papa en turno muestran una u otra cara de la moneda, pero la misma y única moneda. Por tanto, no nos vayamos con el engaño, o para decirlo en términos freudianos: la papolatría actual es una papofobia reprimida; la papofobia actual es fruto de una fijación papolátrica. Y qué mejores ejemplos para explicar lo anterior, que las actitudes papolátricas y papofóbicas hacia nuestro querido papa Francisco.
Sus papólatras le hacen flaco favor las más de las veces. Tratando de explicarlo, de justificarlo y de hacerlo digerible –¡como si esto se necesitara!–, algunos terminan cayendo en el historicismo (frente a sus predecesores), en la lectura ideológica de izquierdas, en el revanchismo de la teología latinoamericana frente a la eurocéntrica; al tratar de exponerlo, juzgan de ignorantes y oscurantistas a quienes no lo comprenden; al tratar de difundirlo, terminan por imponerlo de manera grosera. Atentan contra el propio espíritu alegre, abierto, dialógico y misericordioso del propio Papa Francisco. Los papólatras actuales se burlan de las cruzadas, pero están liderando una al interior de la Iglesia. Ellos –no el Papa– son inmisericordemente misericordiosos, son su antitestimonio.
Los papófobos de Francisco son ridículos. Tergiversan información, intitulan erróneamente noticias, hacen memes y chistes, sus opiniones son insidiosas y llenas de rencor. Usted sabe que está en uno de sus blogs cuando lee la sección de comentarios, siempre sarcásticos, siempre con dolo. Los papófobos actuales se presentan como campeones de la doctrina y la liturgia, pero son prontos para condenar al infierno a sus opositores, para gozarse en la ironía, para atacar con sarcasmo al Papa. Leen el Derecho Canónico y las encíclicas de Juan Pablo II, pero no leen el Evangelio, o lo leen fragmentariamente. Actúan como si la verdad no corriera en paralelo al amor.
Una de las falacias que se enseñan en Lógica es la “falsa disyunción”. Este error lo comete quien piensa que ante algo sólo hay de dos sopas, cuando en realidad no es así: Chivas o América; AMLO o Margarita; capitalista o comunista; papólatra o papófobo. Afortunadamente en todos los ejemplos anteriores hay más opciones y no todo en la vida es tan simplista ni tan ingenuo.
Pero respecto a la dupla que ahora nos ocupa, hay que decir que tiene algo de seductor. Nos sentimos como en StarWars, esos mundos maniqueos donde uno es un padawan sith o jedi, y pronto nos alineamos con el Cardenal Kasper o con el Cardenal Burke. Pero ni Burke es un jedi tradicionalista; ni Kasper un sith progresista (o viceversa). ¿En qué hemos convertido nuestra visión de la Iglesia? Papólatras y papófobos piensan la eclesiología como si fuera un Cómic de Marvel y su lógica es la de Juego de Tronos.
Con todo… al inicio comentaba que en los tiempos actuales veía algo peculiar, incluso macabro. Verá: Hay unos ingredientes actualmente que no hubo antes. Los papófobos actuales no midieron el alcance de sus palabras ni de su crítica. Provocaron un fuego que ya no están pudiendo controlar. Sembraron la duda sobre la validez jurídica de la renuncia de Benedicto XVI (y por tanto de Francisco como “antipapa”), avivaron lecturas milenaristas (tercer mensaje de Fátima, visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick, profecías de San Malaquías, etc., haciendo ver que vivimos tiempos del “anticristo”), comunican constantemente una franca oposición entre Francisco y sus dos inmediatos antecesores (y con toda la Tradición, con lo cual sería “hereje”), y asocian al Papa con agendas diversas: ecologismo, masonería, movimiento LGBT, progresismo, es decir, conciben un Papa “mundano”. El resultado: ¡Escándalo! Todo esto que habita en su patológica mentalidad conspiratoria a ellos los confirma en su atrincheramiento, pero al cristiano común y corriente lo aleja de la Iglesia.
Hace apenas unos días, una muchacha, cerca de 16 años, escribía en Facebook diciendo que Francisco era hereje, que era un antipapa, que Amoris Laetitia atenta contra la Tradición. En ese momento me di cuenta del alcance sin precedentes de esta calumnia. Una joven, que seguramente no ha leído casi nada en su vida, se aventura a decir eso a los cuatro vientos. A esa edad se tienen otros sueños, otros intereses, uno no piensa en conspiraciones vaticanas ni en herejías. Esos blogs, a ella, no le enseñan el amor a la verdad, le están enseñando a odiar al Papa y eso no viene del Espíritu Santo, viene del Satán: él siempre ha querido la división, esa es su esencia (diá-bolos / el que desune, calumnia, ataca), nos está tomando de sus títeres y ni papólatras ni papófobos se dan cuenta de ello.
Cuando uno escribe, también lo hace cara a la eternidad. Dios nos pedirá cuentas de todo… incluidas las palabras superfluas que llevaron al alejamiento de sus hijos de la Casa del Padre; ese alejamiento puede terminar en tristeza, en dolor, en tragedia… La finalidad de la Iglesia es la salvación de las almas (salus animarum), y a la Iglesia pertenecemos todos, incluidos los blogueros. No se puede escribir algo que escandalice, aleje y divida y uno siga tan campante, con su alzacuellos o con su rosario, como si no hubiera pasado nada: “Si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de molino y lo hundieran en el fondo del mar” (Mt 18,6).
Me despido con un tip que aprendí de un prólogo a una colección de opúsculos de Tomás de Aquino, varios años después de la encíclica de León XIII Aeterni Patris, pues a dos décadas ya eran tantos y tan disímbolos los textos que explicaban a Santo Tomás, que había incongruencias y hasta contradicciones entre ellos. En fin… el prólogo decía más o menos así: “Si verdaderamente quieres entender a Santo Tomás, léelo directo a él; pues él mismo es su óptimo y más fiel intérprete”.
¡Qué sabio consejo! Después el mismo Pío XI llegó a decir: “Ite ad Thomam” (Id a Tomás). Apliquémoslo a nuestro caso: ¿Quiere entender a Francisco, vaya directo a él. Vaya a él sin filtros papófobos o papólatras. Déjese interpelar por sus homilías en Santa Martha (http://www.news.va/es/sites/homilias), o sus concisos tweets (@Pontifex_es), sigamos sus discursos, cartas, ángelus, exhortaciones, viajes, etc. (http://w2.vatican.va/content/vatican/es.html).
Por salud mental, por cariño al Papa, por objetividad de la información, por no contribuir al escándalo… ITE AD FRANCISCUM.
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