Cruzada lésbico-gay

La cruzada ante el movimiento lésbico-gay

Casi al inicio de Caritas in veritate, Benedicto XVI afirmaba: “Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad.” Aquí se encierra una de las claves más importantes, a mi juicio, para encontrar la mesura y debido equilibrio al que estamos llamados todos en el debate público y en nuestros debates dentro del hogar. 



Un pretendido amor sin fundamento o raíz en la verdad, no es un verdadero amor; será una caricia cómplice o una mirada de tierna indiferencia, pero no un profundo amor. Si yo veo que un gran amigo está en un vicio y se está autodestruyendo, no puedo pretextar amor para evadir el tema, para no decirle que cada vez lo veo más mal, para callar mi dolor por su situación, para no sugerirle alternativas. Evitar la verdad, simplemente para no generar conflicto, no es amor.

Por otra parte, una pretendida verdad sin caridad, es un dato, una cifra, una estadística, pero no verdad. Porque la verdad es, ante todo, una relación. Más aún, una relación con alguien antes que con algo. Porque decir la verdad hiriendo, dañando, humillando… no es decir la verdad, pues los efectos de la verdad son otros muy distintos. Usar la verdad como arma en contra de la dignidad de alguien es vulgar e indigno. Una verdad que no se pronuncia como acto de amor no es auténticamente verdad.

Y así las cosas, a veces se nos va la vida en comprender que ambas realidades, la caridad y la verdad, son como dos hilos que se han de tejer juntos.  Cada uno por separado falsea a la persona humana, porque mutuamente se iluminan, se fundamentan, se proyectan y se evalúan. Y esto último hay que reiterarlo: la mejor evaluación que corrobora y comprueba la verdad, es la caridad, y viceversa. 

En medio del debate actual sobre las ideologías, entre ellas, la ideología de género, quisiera desmarcarme de aquellas opciones que pretenden mostrar la verdad sin la caridad. Hay que decirlo abiertamente: eso no es cristiano. Y tiene mucha razón el Arzobispo de Monterrey cuando pidió a los del Autobús Naranja revisar si su propuesta buscaba la concordia y fomentaba el diálogo, o en realidad quería ser una piedra de choque, pues de ser esto último, entonces no era una propuesta auténtica y completamente cristiana. ¡Dejemos de enarbolar propuestas de este tipo en nombre de quien es la Verdad y quien es el Amor! Porque es muy fácil escandalizarnos cuando un fanático de ISIS mata en nombre de Alá, pero es muy difícil que seamos autocríticos para revisar que pisamos el suelo de la misma lógica de exclusión teológicamente justificada.

Qué difícil balance, pero qué necesario: “caritas in veritate”, “veritas in caritate”. Antes de todo diálogo entre quienes piensen A y quienes piensen B, debe haber encuentro, acogida, diálogo, afecto, comprensión. Luego… busquemos entre todos la verdad, busquemos entre todos a quien es la Verdad. Pero sin amor, nuestros pequeños hallazgos que nos justifican, nuestras conjeturas que inculpan, nuestros argumentos que llevan al absurdo a la posición contraria, son armas, y estas son necesarias para la guerra, y en la guerra uno va a matar.

Ahora bien, ¿estamos ante en una nueva cruzada? Sí. Pero no me refiero a reeditar la de Urbano II contra los moros para recuperar Jerusalén, como si ahora el tema fuera recuperar las leyes y jurisprudencias que ha conquistado el movimiento lésbico-gay. Nada de eso, queridos lectores. La nueva cruzada ha de ser una reedición de la Cruz, esa que es amor total, que muestra la Verdad del Amor y el Amor de la Verdad. Una nueva cruzada que acepte que el perdón frente a la más grande afrenta es más eficaz que mil ejércitos y mil códigos civiles bien redactados. ¿Estoy claudicando a mi deber de cristiano de evangelizar el mundo? No. Lo que creo es que hoy no estamos librando una cruzada como actualización del misterio de la Cruz, sino una cruzada como las de la época medieval: y me opongo a ello. Por cierto, tenemos que recordar algo: en la tercera cruzada, un 4 de julio de 1187, Saladino derrotó a los cristianos y cuentan que allí se perdió una de las reliquias más valiosas: un fragmento de la Verdadera Cruz de Cristo. ¿No les parece irrisoria la escena? En una cruzada perdimos la Cruz. 

Que no nos suceda esto en el debate actual. Con el movimiento lésbico-gay debe haber otra cruzada, la de la Cruz, con todas y cada una de sus implicaciones.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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