Una vocación subvaluada

En estos tiempos que se viven a una gran velocidad, donde los medios de comunicación se posicionan en un punto importante en la vida de casi todos los ciudadanos, recibimos un cúmulo de informaciones sobre todo tipo de temas y personas, y uno de los temas que más sobresalen desde algún tiempo es sobre la mujer y sus derechos, y sobre sus logros, que indudablemente son muy justos y le han permitido destacarse en todos los campos profesionales, de las ciencias y también de las artes y la cultura, lo que ha enriquecido en mucho a la sociedad, sin embargo hay un tema que está totalmente ligado a la naturaleza de la mujer que es la maternidad, y que hoy en muchos casos no se aquilata en todo su valor.

Lo primero que se ve en cuanto a la maternidad es que es una cuestión que siempre está conexa a una relación con un hombre y esta relación puede venir bajo muchos contextos, desde el matrimonio tradicional, pasando por romances de muy diversos tipos hasta los detestables casos de violencia, y de estos diferentes contextos se derivan muchas situaciones que marcan el destino de las personas.

Pero concentremos nuestra atención en lo sorprendente de este hecho, que la ciencia ha estudiado mucho, pero que sigue superando nuestra propia inteligencia al ver lo maravilloso que es que de dos células se puedan ir desarrollando día a día tantos tejidos diferentes, tantos órganos con una función determinada que a su vez son parte de un sistema tan complejo como el cerebral y nervioso, digestivo, óseo, sanguíneo, de la vista etc., un hecho que muchos no creemos que sea obra de la casualidad y por lo mismo lo atribuimos a la participación directa de Dios como creador supremo de la vida.

Por lo anterior resulta muy difícil de aceptar la superficialidad con la cual se acepta el aborto, que termina abruptamente con una vida y por lo tanto con la maternidad, lo que pese a lo que niegan los favorecedores del aborto siempre deja consecuencias en la mujer que lo practica, y una enorme responsabilidad moral en todos aquellos que contribuyen a la realización o aprobación de este.

Pero la maternidad no termina con el nacimiento del niño o de la niña, sino que es ahí dónde empieza una labor gigantesca y es donde la sociedad muchas veces no le da la atención y el mérito suficiente, porque no se trata solamente de cuidados físicos que de por si son muy importantes, muy fatigosos y que requieren de mucha atención, pero sobre todo de amor, y conforme se va desarrollando el bebé empieza otra labor titánica que se llama educación, y que hoy presenta retos diferentes a los que se presentaron en el pasado, al respecto Benedicto XVI decía: “Hoy, más que en el pasado, la educación y la formación de la persona sufren la influencia de los mensajes y del clima generalizado que transmiten los grandes medios de comunicación y que se inspiran en una mentalidad y cultura caracterizadas por el relativismo, el consumismo y una falsa y destructora exaltación, o mejor, profanación del cuerpo y de la sexualidad, […] por eso no podemos desinteresarnos de la orientación conjunta de la sociedad a la que pertenecemos, de las tendencias que la impulsan y de las influencias positivas o negativas que ejerce en la formación de las nuevas generaciones”. Y es que hoy en particular se está tratando de imponer una ideología de género supuestamente basada en la libertad, que contradice la misma naturaleza y que siembra enormes dudas en los niños y jóvenes.

Y en la educación ciertamente los padres tienen también una enorme responsabilidad que muchas veces eluden con muchos pretextos, pero la misma naturaleza de la mujer hace que durante ciertas etapas su cercanía con los hijos sea en forma natural mucho más exitosa, lo que requiere también cada vez más que las mamás se formen en muchos temas de la vida, de la psicología, de la pedagogía y de las muchas tendencias del mundo moderno que no son las mejores para educar, y en el caso de las familias religiosas una buena formación que profundice sus conocimientos y vaya más allá de las meras tradiciones.

Por eso es que ser mamá es una gran vocación y requiere de un gran trabajo y esfuerzo, muchas mujeres tienen que combinar su labor profesional o de diversos trabajos lo que hace más difícil su labor, algunas otras han optado por la vocación de ser mamás 100% de su tiempo, y muchas veces no son lo suficientemente valoradas porque se subvalúa la vocación de la madre como formadora y educadora que con ternura  y sabiduría dan a sus hijos una guía para una vida espiritual y trascendental, que forman hombres y mujeres de carácter  para seguir el  bien y rechazar el mal, que sean los forjadores de una civilización de solidaridad, paz, libertad y progreso.

Un día al año no es suficiente para reconocer tan gran labor, pero al menos nos sirve para reflexionar sobre el tema y revaluar la gran labor de las madres desde el punto de vista familiar, moral y social.

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