Ahora que flota en el ambiente una atmósfera optimista por el éxito de la manifestación ciudadana llevada a cabo por la defensa del INE, y para algunos que dudan de la efectividad de tomar las calles por la ciudadanía libre de acarreos, resulta interesante recordar un acontecimiento poco conocido de una acción ciudadana ocurrida en la ciudad de Guadalajara y apoyada en el resto del estado, para combatir un decreto que el pueblo consideró arbitrario y en contra de su libertad.
La Constitución de 1917 no fue respetuosa de la libertad religiosa y esto se reflejó en el artículo 3°, que prohíbe a la Iglesia intervenir en la tarea educativa; el artículo 5°, donde se prohíbe la existencia de las Órdenes Religiosas, en los artículos 24, donde se veta todo acto religioso fuera del recinto de los templos, y en el 27, en el que se despoja a la Iglesia del derecho de poseer o administrar bienes. Así como el artículo 130, donde se priva a la Iglesia de personalidad jurídica y se le somete a la autoridad civil, y, de la aplicación de estos artículos se derivarían diferentes conflictos entre los que se encuentra el que vamos a narrar.
Para aplicar lo referente a estos artículos el congreso de Jalisco se puso a trabajar en la elaboración de un decreto que sería conocido como el número 1913, y que obstaculizaba directamente el funcionamiento de la Iglesia y, que entre otras cosas decía: sólo puede haber un ministro por cada templo y sólo puede oficiar un ministro de culto por cada 5,000 habitantes, lo que hacía imposible el funcionamiento de la Iglesia. El arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez emitió una carta pastoral de protesta, por lo que fue aprendido y posteriormente desterrado a los Estados Unidos.
Anacleto González Flores que será el gran líder de la defensa pacífica, pero muy activa junto con las Damas Católicas y la ACJM organizan una serie de protestas, es importante recordar el contexto de que el 98% de la población eran católicos, por lo tanto al utilizar este término en este artículo lo podemos hacer equivalente en nuestro tiempo a decir: la ciudadanía. Anacleto narra así los acontecimientos: “Entonces se vio con claridad lo que pueden la unión, la energía y la acción, pues llegó un instante, inesperado por cierto, en que todos los católicos formaron un solo cuerpo, un solo espíritu y se consagraron a la lucha con el ardor de los cruzados… Un millón de católicos descaradamente escarnecidos y puestos de pie en un momento en que los vínculos secretos e invisibles de la tradición ataron los brazos dispersos, fundieron en un solo haz las energías aisladas, forjaron el yunque ardiente de la pelea la solidaridad ,que hace invencible a los caídos, vencedores a los vencidos, libres a los esclavos, y la conciencia se irguió serena, imperturbable como el águila sobre el abismo”. Y fue notable que un pueblo acostumbrado a la inacción respondiera al llamado y además importante el entusiasmo de la juventud, y este entusiasmo desbordó a la ciudad y se contagió por todas las poblaciones del estado.
Pese a esto, con el desprecio que las autoridades han demostrado muchas veces para el pueblo, el decreto fue publicado el 3 de julio de 1918, Un grupo de mujeres se acercó con el General Manuel M. Diéguez, que les dijo que posteriormente les daría a conocer su resolución, que como era de esperarse fue negativa.
Entonces Anacleto y su grupo empezaron a organizar una manifestación, con la duda de si respondería el pueblo al llamado pues había mucho temor a la represión, para el 22 de julio de 1918, ese día amaneció todo tranquilo y el resultado narrado por el mismo convocante nos dice: “Entre 2:30 de y 3:00 de la tarde las calles comenzaron a verse muy concurridas, grupos numerosos formados por personas de todas las edades y condiciones se encaminaban tranquilamente al lugar designado. El resultado sobrepasó, por lo que respecta al número, las esperanzas de los organizadores, pues a eso de las 4:00 el amplio espacio que se halla entre la estación y el jardín de San Francisco, y las avenidas adyacentes habían sido invadidas por un verdadero mar humano”. Y más adelante Anacleto toma la palabra exigiendo la libertad, él mismo nos narrra: “ Diéguez desde el balcón: ante todo habéis sido reunidos aquí por un engaño… entonces rugió indignada la multitud, millares de brazos se alzaron para protestar, se agitaron en el aire sombreros y paraguas y se oyó uniforme y estruendoso como el bramido del océano un ¡No! enérgico y repetido por tres o más veces.
Os dijeron -añadió Diéguez- que yo pedía una demostración de que sois católicos.
¡Si! ¡si! ¡sí! respondió estruendosamente la multitud.
Pues bien ya lo sé, ya lo sabía desde hace mucho tiempo- dijo el general-, pero vuestros sacerdotes os engañan, os han engañado…
¡No¡ ¡no! ¡no! contestaron los católicos…
Ellos no quieren acatar la ley, obedeciendo el decreto, 1913 replicó Diéguez.
No, no, no, prorrumpió temblando de coraje la multitud.
¿Sois mexicanos? preguntó Diéguez.
Si, sí; sí; respondieron los presentes.
Pues bien señores, no tenéis más que dos caminos; o acatar el decreto 1913 expedido por el congreso.
No, no, no, volvieron a gritar los millares de bocas de los ahí reunidos.
O abandonar el estado como parias
Entonces el general abandonó el balcón, y su respuesta fue lanzar a la policía a caballo para dispersar golpeando a los asistentes sin distinguir a mujeres, niños, ancianos, hombres, y hubo muchos lesionados.
La respuesta del congreso que supuestamente representaba al pueblo, fue no derogar el decreto, sino que añadir penas para los que no lo cumplieran. pero la ciudadanía no se quedaría cruzada de brazos como lo pensaba el gobierno. Anacleto y las dirigencias organizarían un boicot que se iniciaba por poner moños negros en las puertas de todas las casas, disminuir al máximo la actividad económica y no comprar los periódicos ni los productos de las empresas que apoyaban al gobierno.
Va pasando el tiempo y Anacleto se preocupa por la constancia de la gente, entonces Anacleto y colaboradores organizan un partido político al cual llaman “Demócrata” y se presentan a las elecciones, pero el gobierno arma un fraude electoral monumental y niega sus triunfos, sin embargo la derrota los hace ver que el pueblo no está dispuesto a ceder, así que primero el gobernador decide no aplicar el decreto, y luego el congreso al verse tan presionado decide derogarlo, y el resumen de esta victoria que se puede encontrar en el libro de Anacleto llamado “La cuestión religiosa en Jalisco” se resume de la siguiente manera. “La victoria alcanzada por los católicos de Jalisco es una comprobación elocuente de esta serie de observaciones acerca de la tiranía, y la caída estrepitosa y ridícula del decreto número 1913 que fue derribado por la resistencia pasiva del pueblo, que es una de las formas más enérgicas, es una lección que nadie debe olvidar, y que todos deben poner en práctica. En esta ocasión el número y la energía de la voluntad, no la desolación de la guerra civil, entraron en acción y fueron el broquel en que las iras de los déspotas disparadas con el arco tendido con todo el impulso de la fuerza bruta y ciega se embotaron y cayeron inertes a los pies del vencedor”.
Creo que esta historia del pueblo vencedor contra la tiranía nos debe animar a permanecer firmes en la lucha por la democracia, y a participar en todas las actividades y medios en los que podamos recordando que tenemos a nuestro favor el número y la unidad de las voluntades.
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