La confusión sobre valores en la que se ha visto inmersa la sociedad no ha llegado en forma espontánea o gratuita.
Soberbia o libertad fue un dilema que aparece desde el génesis donde el hombre en un pretendido arranque confunde la libertad con la soberbia y pretende ser como Dios.
Hoy sucede lo mismo pero en un gran grado más alto, y con nombres más sofisticados como derechos humanos, derechos de grupos vulnerables, derechos sobre el cuerpo, libertad y superación de dogmas y tradiciones, y hasta se pretende dar licitud a lo que no es otra cosa que el hombre enarbolando la soberbia en su máxima expresión, para rebelarse ante Dios y defender desde crímenes como el aborto, hasta todo tipo de relaciones que violan la naturaleza.
Cuando se olvida a Dios y cada quién según su criterio quiere ser el juez y guía de los demás, se llega a la confusión que está muy bien representada en el episodio de la Torre de Babel.
La confusión sobre valores en la que se ha visto inmersa la sociedad no ha llegado en forma espontánea o gratuita, viene orquestada desde hace muchos años por diversos grupos y personas que lo manejan hoy desde las esferas políticas más altas, y organizaciones privadas llamadas fundaciones.
Al ver un panorama así nos preguntamos si quienes queremos vivir conforme a los mejores principios humanistas y evangélicos tenemos alguna oportunidad de hacer algo, y tal vez lo primero que se nos viene a la mente es que no.
Pero si recurrimos a las raíces del cristianismo y vemos desde el punto de vista humano que las posibilidades de expandirse eran prácticamente cero por la posición cultural y social de los apóstoles, y hasta por las características humanas que hasta ese momento habían demostrado, y que sin embargo se sobrepusieron a un mundo totalmente adverso retomamos las esperanzas.
Y ya en tiempos muy recientes recuerdo las palabras de Benedicto XVI al salir al balcón en la plaza de San Pedro:
Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actúa incluso con los instrumentos insuficientes. Y sobre todo, me confío a vuestras oraciones.
Así que con todas nuestras limitaciones basándose en lo anterior y con la confianza puesta en Dios, debemos tener la audacia en un mundo que se declara orgulloso de su ateísmo moderno de declarar que si queremos recobrar el camino de la justicia y de la Paz, para fincar un auténtico progreso humano, hay que regresar con humilde inteligencia a declarar que Jesús, hijo de Dios vino a enseñar el verdadero camino de la libertad personal y social, y que es ahí donde se encuentran las verdaderas bases para el desarrollo del mundo.
Es pues tiempo de enfrentar con firmeza esa declarada política de persecución contra todo lo que suena a religión, especialmente cristianismo, y dejar de lado la simulación de utilizar palabras confusas que no sirven para nada, ya que los promotores del error si actúan con toda la audacia que les permite la sociedad moderna tan confundida.
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