México roto, el gran reto de reconstruirlo

La reconstrucción de nuestra sociedad mexicana debe empezar desde sus mismas bases formativas y educativas.



Pese a los discursos oficiales, al México imaginario que se nos presenta todas las mañanas, o el México que en nuestro inconsciente todos queremos presentar como inigualable y único, la realidad que se nos presenta es que después de 200 años de ser independientes no hemos podido construir una nación donde la justicia, la seguridad, la equidad, la salud, la educación, la economía, la tranquilidad y la confianza en nuestros gobiernos esté a la altura de los países más desarrollados del mundo.

Y si somos sinceros, no es solamente el Gobierno el responsable de esta situación, pues también todos los ciudadanos de todos los niveles sociales, económicos y culturales tenemos responsabilidad sobre la realidad con la que iniciamos este 2022, y tampoco puede servirnos de pretexto el problema de la pandemia, que simplemente ha sido una circunstancia que nos ha venido a dificultar más el camino hacia un mejor futuro.

Los males que nos aquejan son muchos y de muy diferentes orígenes, y desde luego se requiere de hacer un alto y no solamente seguir con las críticas diarias y enfrentamientos no solamente con otros grupos sino hasta con nuestro pasado, muy mal utilizado y casi siempre falsificado según convenga a quién está en el poder.

Para encontrar la causa raíz de nuestros males habría que ir hacia lo más profundo de nuestra propia esencia como personas y como sociedad y para esto me remito a la siguiente frase de Anacleto González Flores: “El amor al bien debe ser la aspiración suprema de los hombres y de los pueblos, ya que la naturaleza humana solo puede encontrar el reposo de sus ansias, en la posesión del bien en su aspecto religioso y moral ya que, como está demostrado por la experiencia, el engrandecimiento de las naciones está en razón directa del amor a la justicia en todos sus aspectos y manifestaciones”.

En primer lugar habría que hacer una revisión sobre las bases de la educación que hemos recibido y que estamos proporcionando a las nuevas generaciones tanto en la familia como en las escuelas, sobre el sentido de la vida, del valor de las personas, de la responsabilidad de cada uno para con la sociedad, desde una visión trascendente del ser humano para lo cual no se puede prescindir del aspecto moral y religioso, y sobre el que tanto daño ha causado el laicismo, que se ha convertido en uno de los dogmas dominantes en la sociedad, y que con su pretendida neutralidad en realidad ha sido enemigo de la educación en los valores más tradicionales y profundos sobre los que se fue forjando nuestra nación y nuestras tradiciones, y siendo este punto tan importante y tan ideológicamente impuesto me voy a permitir un paréntesis para que se vea en palabras de los mismos Constituyentes que implantaron este concepto que el laicismo nunca fue un concepto de neutralidad ni de libertad.

Luis G. Monzón dice: … la comisión entiende por enseñanza laica la enseñanza que transmite la verdad y desengaña del error inspirándose en un criterio rigurosamente científico; no encuentra la comisión otro vocablo que exprese su idea más que el de laico, y de éste se ha servido, haciendo constar que no es su propósito darle la acepción de un neutral.

Alberto Román aclara: “… Cualquier Estado no podría impedir la enseñanza con absoluta libertad, sino dentro del criterio laico, el laicismo es una restricción completa a la libertad de enseñanza.

La reconstrucción de nuestra sociedad mexicana debe empezar desde sus mismas bases formativas y educativas, el proyecto educativo que se ha venido desarrollando desde la llegada de los gobiernos revolucionarios ha demostrado su incapacidad para crear una sociedad de responsabilidad y solidaridad que incluya a todos sus miembros en un proyecto de desarrollo que permita al hombre crecer en todos sus planos como: el moral, el intelectual, el físico, el psicológico y el económico en una forma armónica en el que cada uno aporte y reciba lo justo, donde los políticos tengan una conciencia del servicio, los gobernantes de la integridad, los empresarios de la justicia social, los profesionales de la responsabilidad solidaria, los trabajadores del compromiso del mejor esfuerzo y las organizaciones sociales de una participación más activa en las políticas que van marcando el derrotero, y no confundir lo anterior con ideologías o tendencias políticas que no buscan más que el interés de unos pocos a costa de ofrecimientos que no invitan al esfuerzo ni al compromiso, y partir de los fundamentos de una sociedad humana como es el respeto a la vida, la libertad religiosa y de pensamiento, y a una educación donde se privilegie la formación de valores sobre la acumulación de conocimientos, que sin desconocer la importancia de los mismos, no son los que generan la salud y la pujanza de una sociedad, son herramientas importantes pero no el fin en sí mismos.

México necesita reconstruirse desde sus cimientos, y no será posible a base de impulsar la división ni implantando sistemas de gobierno que ya son obsoletos y de fracaso comprobado como los que estamos aplicando en el presente. Es hora de las grandes decisiones, ojalá que todos percibamos de que nadie está exento de hacer un examen de conciencia para cambiar de rumbo o mejorar en aquellos aspectos en los que no hemos dado nuestro mejor esfuerzo.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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