Un reto formidable

Poco nos hemos puesto a reflexionar que quienes nos gobiernan proceden de las familias que son como las nuestras, y que en no pocos casos constatamos que el poder transforma a las personas.


Pobre México


Estamos iniciando el año 2020, casi 500 años han transcurrido de la llamada Conquista, casi 200 años de la consumación de la Independencia y más de 100 años de la Revolución Mexicana. Parece que estos periodos de tiempo de nuestra historia que oficialmente se presentan siempre como gloriosos, deberían por consecuencia haber producido una nación pujante, poderoso económicamente, con notables índices de educación y de un alto nivel de vida para toda su población, en un ambiente de seguridad, confianza y esperanza.

Sin embargo, los números son fríos y la realidad contundente: vivimos en un país donde la pobreza se manifiesta en una gran cantidad de la población, los problemas económicos agobian a muchas familias, el sistema de educación deja mucho que desear, la seguridad social presenta enormes fallas y carencias que ponen a muchos mexicanos en situaciones de verdadera angustia ya que la salud es el mayor bien que podemos tener y, la inseguridad es ya algo cotidiano con lo que hay que convivir.

Es muy difícil explicar que en un territorio tan grande y con tantos recursos naturales tengamos una situación como la que estamos viviendo, donde las promesas de los gobiernos se cumplen de forma mínima y los pendientes que se pasan de un gobierno a otro son enormes, y donde no existe la continuidad porque cada nuevo presidente pretende ser el todo, no reconociendo lo poco o mucho que gobiernos anteriores pudieron haber logrado.

Pero tenemos un problema aún mayor, que es el de la unidad; porque en una sociedad que se presenta como la más libre y avanzado de la historia existe una división muy profunda en la forma de pensar, de actuar, y no solamente en lo económico y en lo político, sino en la base estructural de toda sociedad que es la familia, que ha perdido unidad y objetivo, y en estos momentos se mueve por ideas y objetivos muy diversos.

Nuestras tradiciones basadas grandemente en la cultura cristiana cada vez tienen menos importancia dentro de nuestra vida personal y comunitaria, y encontramos que las nuevas ideologías que se tratan de imponer por los medios masivos de comunicación y por los mismos sistemas educativos van muchas veces en contra de lo que hemos considerado los valores y principios más importantes de nuestra sociedad.

Decimos con mucha frecuencia que todo esto se debe a los malos gobiernos que tradicionalmente hemos tenido, a la corrupción manifiesta que hemos visto como una constante en la mayor parte de los funcionarios de todos los niveles, y poco nos hemos puesto a reflexionar que quienes nos gobiernan proceden de las familias que son como las nuestras, y que en no pocos casos constatamos que el poder transforma a las personas.

Tal vez sea el momento de hacer una reflexión profunda sobre nuestra propia actuación, sobre la forma en que hemos querido transmitir los valores a nuestros hijos, y sobre si nosotros mismos hemos actuado con la congruencia que sería acorde a nuestras propias enseñanzas.

No es fácil encontrar respuestas para explicar la situación presente de un país que por su extensión, sus recursos y por el tiempo de su propia existencia y de su propia historia, debería ser un ejemplo de éxito, pero deberíamos empezar a revisar si no debemos rectificar en mucho lo que hemos venido enseñando sobre nuestro propio origen como país y hacer algunos cambios que serían quizás más conforme a la realidad que a la ideología falsamente nacionalista que hemos venido enseñando.

Quizá el primer punto clave que debemos eliminar es decir que partimos nuestra historia de una conquista, ya que este es el principio de una mentalidad perdedora, más bien deberíamos decir que hemos nacido de la fusión de naciones y pueblos originarios de estos territorios más de la aportación de España, y así en vez de restar sumaríamos para desarrollar una cultura nueva que tome lo mejor de ambas tradiciones y nos proyecte para en realidad crear el país que todos deseamos.

Son muchos otros puntos sobre los debemos trabajar, pero como para toda gran obra hay que empezar por el principio para llegar a la meta.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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