Poco a poco se fue abriendo el tema de la sexualidad como algo independiente al matrimonio, y se fue sexualizando la sociedad.
En un ambiente un tanto polarizado y en medio de temas candentes como el de la salud, la seguridad o la rifa del avión presidencial, queda poco tiempo para ponernos a reflexionar que hay ciertos temas que pueden parecer secundarios y tal vez sin relación alguna con lo que estamos viviendo cotidianamente, pero que si los analizamos detenidamente nos pueden llevar a localizar algunos de los conceptos raíz que pueden ser los que nos están arrojando al punto de estar viviendo en una sociedad tensa y de mucha incertidumbre.
La sociedad de la tecnología y los medios de comunicación electrónicos públicos y personales que saturan el espacio y el tiempo de nuestras vidas, muchos sentimientos encontrados; desde el poder estar en contacto con nuestros seres queridos, o resolver situaciones de trabajo o de estudio con una facilidad antes nunca vista, hasta estar llenos de informaciones que nos causan estrés y confusión por ser muchas veces contradictorias y, no pocas veces, falsas.
Pero para llegar a este entorno, debemos recordar que todos los actores de este drama iniciamos nuestro camino en una sociedad muy pequeña llamada familia, que fue la raíz de lo que somos y de lo que ahora proyectamos en nuestra vida social. También los que hoy detentan cualquier tipo de poder, sea social, político o mediático partieron del mismo lugar, de una familia.
Luego no es poca cosa detenerse a ver qué es lo que está sucediendo en esta pequeña sociedad fuente de todas las demás, desde su constitución y su planeación hasta la manera como se está desarrollando y se espera que la misma sea para a el futuro.
Pero para ir desde el principio, habría que ver un poco sobre la formación de una familia que procede en forma natural por el atractivo inherente de un hombre hacia una mujer y, de una mujer hacia un hombre y como por el crecimiento de este atractivo y de una convivencia se va convirtiendo en un sentimiento más profundo y trascendental como lo es el amor.
Desde luego, en forma natural e implícita, el instinto sexual siempre ha estado marcado por la naturaleza misma dentro de esta relación hombre y mujer, y siempre ha jugado un papel muy importante y se ha enfocado y manejado desde diversos puntos de vista. No vamos a hacer un análisis histórico, ni filosófico, ni religiosos del tema, pero si vamos a ver ciertos contextos desde la perspectiva de las últimas generaciones y su impacto en la formación familiar principalmente a través del matrimonio.
La sexualidad hasta hace dos generaciones se ligaba muy seriamente a la expresión amorosa de los esposos y con la expectativa de generar una vida nueva que se veía como bendición y una esperanza. Poco a poco se fue abriendo el tema de la sexualidad como algo independiente al matrimonio, y se fue sexualizando la sociedad hasta llegar al punto el día de hoy que su uso se codifica como un derecho que se puede ejercer desde la muy temprana adolescencia, y lo único que se fomenta es que se haga con las protecciones debidas para evitar una enfermedad o un embarazo no deseado y, además se ha abierto a toda una serie de prácticas que han llegado hasta cuestionar la esencia misma de la familia basada en el matrimonio de un hombre y una mujer.
Recordando un poco lo que podríamos llamar el romanticismo hasta hace no mucho tiempo de la conquista de un novio para tener novia, recordamos muchos de los detalles que consistían en llevar flores o pequeños detalles, y desde luego se iba construyendo una relación cada vez más cercana; pero pensando en que la intimidad sexual se tendría hasta el matrimonio por ser un signo de entrega total y plena y además permanente hasta la muerte de uno de los dos cónyuges.
Esto desde luego miraba a la trascendencia de la familia y de la estabilidad que debería ser la base para el sano desarrollo de los hijos, no solamente físico sino también emocional y psicológico.
Hoy ante la devaluación de la sexualidad porque ya se toma con mucha ligereza entre muchos jóvenes, va perdiendo esa correlación con la trascendencia del matrimonio y se ve como una simple manifestación de cariño o de simple placer, y por lo tanto se vuelve muy común entre los jóvenes pasar a vivir en pareja sin necesidad de pensar siquiera en el matrimonio y más adelante tal vez llevarlo a cabo.
Esto en la práctica, ha dado curiosamente que entre los matrimonios que han vivido en pareja antes, supuestamente para conocerse mejor y no fracasar, el índice de divorcios es según algunos estudios igual o inclusive mayor que los que no convivieron juntos, lo cual parece un absurdo. Todo esto desemboca en problemas en la educación de los hijos y en dificultades para los divorciados al tratar de conjuntar sus nuevas familias y mantener la armonía con los hijos del matrimonio original, caso más complicado cuando hay un tercer matrimonio.
Y aquí es donde surge el cuestionamiento de la presente reflexión. Valdría la pena desde luego aprovechar la mayor apertura que hay hoy en día para que tanto hombres y mujeres sean más expresivos en sus sentimientos y pensamientos para construir una relación más sólida, abierta, franca, justa y feliz; pero reservando ese encanto que es un reto y un sueño de llegar hasta el matrimonio para ejercer la sexualidad como una función que significa entrega plena y total del uno hacia el otro, mirando hacia un futuro que aunque desconocido, esposo y esposa aceptan afrontar con valor. Si son religiosos con mucha fe, esto seguramente con todos los apoyos que hoy en día se tiene de mejor conocimiento de la psicología y las relaciones humanas ayudaría mucho a tener familias más estables y felices, donde los hijos se formen dentro de un ambiente de amor y valores, y se vayan creando personalidades más solidarias que trabajen por una sociedad más justa.
Pese a exponernos a ser clasificados de retrógrados, conservadores y oscurantistas, vale la pena proponer a nuestra juventud que acepten el reto y la ilusión de formar familias dentro de un matrimonio estable y que se atrevan a enfrentar la presión social y mediática llegando con la ilusión de tener su primera experiencia íntima juntos. Y así aprender ellos dos a ser más felices y a educar a una futura generación de hombres y mujeres valerosos, plenos y felices que logren recomponer el tejido social tan lastimado hoy en día.
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