Es muy difícil para los que vivimos en sociedades todavía cristianas, donde el obispo y los sacerdotes tienen una vida bastante sedentaria, y sus movimientos en general son en cortas distancias y en automóvil imaginar a los primeros misioneros cristianos, sobre todo Pablo que tenía que moverse en condiciones muy difíciles a lugares muchas veces desconocidos y casi siempre hostiles.
También es difícil imaginar el sacrificio de los primeros cristianos cuando nosotros recibimos la religión sin casi ningún esfuerzo, como parte de nuestra cultura y de nuestra convivencia familiar, participando en las clases de catecismo y acudiendo si es que lo hacemos a misa los domingos sin arriesgar nada. Pero ellos tenían que cambiar su forma de vivir y de pensar, exponerse no sólo a las críticas, sino aún a las amenazas por ser considerados elementos de disolución social, que juzgaban muchas costumbres totalmente aceptadas como malas e imponían otras que requerían de mucho sacrificio y voluntad,
Así Pablo, Silas y Timoteo, aunque salieron acompañados por las mismas autoridades de Fiipos iban en condiciones muy lastimosas por las heridas de los azotes y de las cadenas. Así empezaron a avanzar entre campos de lino y arroyos de aguas cristalinas. Descansaron y continuaron hasta una pequeña población llamada Anfípolis, una vez conocida determinaron que era muy pequeña para ser centro de su misión, ya que habían determinado que hay que tener como base de la predicación ciudades más importantes para después desplazarse a los alrededores. Al fin después de varios días de recorrido donde cruzan toda clase de paisajes llegaron a Tesalónica, capital de macedonia, su nombre provenía de la media hermana de Alejandro.
La ciudad era un importante puerto comercial en el mar Egeo, unida a Roma por una carretera que se comunicaba con la vía Apia, era una ciudad muy activa con templos, teatros y sus aguas termales, campos deportivos, muchos comerciantes y empleados públicos. La ciudad tenía principios democráticos y elegía seis politarcas que formaban un consejo.
La población era una mezcla de todo el mundo, macedonios, griegos, gente del Asai Manor, egipcios, judíos y funcionarios y legionarios romanos. Sin embargo, la ciudad no tenía buena fama, se consideraba que sus habitantes estaban dispuestos a defraudar a todo el que se descuidara, eran muy propensos a las apuestas, a ir al hipódromo y a los espectáculos, había muchos problemas matrimoniales y muchas casas para los placeres sexuales, tanto de los pobladores como de las tripulaciones de los barcos que llegaban.
En el lado positivo había una gran industria artesanal y de tejeduría y de tiendas de campaña que traían muchos recuerdos a Pablo, con sus compañeros que llegaron y a base de estar preguntando localizaron a la comunidad judía, y fueron bien recibidos en ella y consiguieron trabajo para no ser gravosos para nadie.
La ciudad contaba con una gran sinagoga, y Pablo y sus amigos empezaron a acudir ante un público muy diverso tanto local como venido de otros muchos lugares, y se enfocaron sobre las profecías donde se habla de los sufrimientos que había de padecer el mesías, y como Jesús las tomó sobre sí en la cruz. Poco a poco su predicación se fue enfocando a los paganos más abiertos a recibir un nuevo mensaje que a los judíos que encerrados en su mundo no podía aceptar un cambio tan radical y sobre todo que el mensaje ya no era solo para ellos sino universal.
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