Pablo y Silas

Pablo el caminante eterno, capítulo XXVIII. La adivina de Filipos

En la vida de Pablo abundan los capítulos de encuentros con personajes sorpresivos que desembocan en dolor y triunfo al mismo tiempo. La evangelización avanzaba exitosamente en Filipos donde crecía una comunidad de muy buenos cristianos y muchos de ellos eran ya verdaderos amigos de Pablo y Silas, la congregación se reunía bajo los árboles a la orilla del río o en la casa de Lidia, donde después de un fatigoso día de trabajo se quedaban los mas íntimos amigos para compartir agradables momentos que servían también de reposo para el alma y el cuerpo. 



 Y sucedió nuevamente que una mujer sería la protagonista de otro de los capítulos más interesantes de la historia del desarrollo de la Iglesia, aunque en esta ocasión esta mujer no tenía nada en común con la prudente y juiciosa de Lidia. Nuestro personaje era una joven esclava, pero de características muy diferentes a las otras que compartían su condición, ya que ella estaba en contacto con el mundo de los espíritus. 

Si hoy en día en pleno siglo XXI hay muchas personas que siguen a estos adivinos porque creen ciegamente en sus profecías, imaginemos en aquel tiempo en que superstición y la idolatría reinaban ampliamente la multitud de seguidores que tendría esta muchacha, que probablemente sería además bella, y cuyos dueños sacaban mucho provecho porque se quedaban con todas las ganancias que la joven obtenía con sus adivinaciones.

Pero sucedió que al pasar por el lugar donde se encontraba la adivina inesperadamente empezó a correr tras de ellos gritando: “Estos hombres son siervos del Dios altísimo que os anuncian el camino de salvación”. Y esto no sucedía como el caso de Lidia que habíamos dicho que tenía un alma naturalmente cristiana y por eso descubrió fácilmente a Jesús, sino porque también los demonios como lo demuestran varios casos en el Evangelio tenían la capacidad de reconocer lo divino, así que esta mujer estaba poseída por uno de ellos, y por eso lo testimoniaba sin voluntad propia.

Pablo se compadeció de ella, y aún a sabiendas que lo que iba a hacer le traería serias consecuencias mandó al demonio que saliera de la muchacha, que después de un espasmo se sintió completamente liberada y empezó a respirar un aire de libertad que nunca había sentido. Ahora Jesús ocupaba el espacio que antes tenía el demonio, y esto hacía de ella una persona totalmente llena de amor, con paz y serenidad en su espíritu, pero al mismo tiempo perdía ya esas dotes de adivinación que la hacían tan especial para sus dueños y para su auditorio.

Cuando sus dueños que seguramente eran sacerdotes al servicio del templo de Zeus vieron que su esclava había perdido sus poderes por la intervención de Pablo, y que esto les perjudicaría enormemente en lo económico montaron en cólera contra los extranjeros que habían venido a dañar su modus viviendi.

Entonces pensaron en como acusar falsamente a Pablo y Silas, porque la adivinación no era algo legal, y los denunciaron ante los tribunales de predicar una forma de vida ajena a las costumbres romanas y de venir a causar separación entre los ciudadanos y aún entre las familias, porque esa doctrina hacía que se adoptaron costumbres nuevas y se rechazaran otras que eran parte de la vida de la ciudad. Los apóstoles fueron condenados rápidamente a ser azotados y enviados a prisión.

 

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