Era mucho el trabajo que Pablo tenía que realizar: primero enseñar, luego convencer, después bautizar, luego confirmar en la fe, e integrar a los nuevos miembros para que al fin participaran plenamente de la Eucaristía de los domingos.
Las primeras comunidades cristianas se desarrollaron mucho en torno a la sinagoga, donde Pablo normalmente llegaba a predicar, pero también muchos otros que ahora Pablo atraía que provenían de las diferentes naciones se reunían en casa de algunos de los miembros de esas primeras comunidades. Era mucho el trabajo que Pablo tenía que realizar: primero enseñar, luego convencer, después bautizar, luego confirmar en la fe, e integrar a los nuevos miembros para que al fin participaran plenamente de la Eucaristía de los domingos.
En cuanto a su acción en la sinagoga, muchos de los recién convertidos no acababan de entender plenamente que la nueva religión enseñada por Pablo era una diferente al judaísmo y que no estaba ya ligada al concepto de raza, sino que era para todos sin distinción alguna. Al comprender esto algunos se consolidaron en la fe, pero otros empezaron a rechazar a Pablo al que consideraron un traidor a su pueblo y a su raza, por esto Pablo decidió terminar ya en forma definitiva su relación con la sinagoga.
Por otro lado, como su labor era cada más exitosa, se empezó a rebasar la capacidad de las casas que algunos miembros de la comunidad ofrecían, y por primera vez sintió Pablo que se necesitaría buscar algún edificio que se pudiera utilizar para poder recibir a todos los hermanos que acudían recibir instrucción, o simplemente a presentarle sus dudas, o a pedirle consejo sobre cuestiones de la vida diaria.
Un gramático llamado Tirano que conocía Pablo, probablemente ya convertido, tenía una espaciosa construcción con varias aulas para la enseñanza, e inclusive para hacer ejercicio y deporte, y al apóstol de le ocurrió que tal vez podría conseguir en alquiler una de estas aulas para que fuera una especie de primer lugar de reunión público para los cristianos.
Seguramente Pablo, que siempre buscaba su sustento, dedicaría las primeras horas de la mañana para trabajar en el telar, y tal vez logar tener algún sobrante para contribuir a la renta del aula. Las grandes celebraciones de la diosa Artemisa que atraen gentes de muchas regiones de Asia daba la oportunidad a Pablo para enseñar el Evangelio no solamente a los habitantes de Éfeso, sino a sus muchos visitantes.
Los Hechos de los Apóstoles son en general muy breves, porque no es su intención ser un libro de historia en el sentido moderno, sino más bien dando un vistazo a la historia ir señalando los puntos más importantes sobre la consolidación del cristianismo en sus inicios, y la acción de los apóstoles, centrándose después en los lugares misionados por Pablo y recalcar algunos puntos importantes de su doctrina.
Mientras aquí en Éfeso la situación de la Iglesia parecía marchar favorablemente con la prédica y las acciones de Pablo, se empezaron a recibir noticias no muy alentadoras sobre ciertas conductas de los miembros de la comunidad cristiana Corinto, situación que alarmó al apóstol y lo debe haber entristecido enormemente, y al no poder ir en persona a corregir la situación se prepararía para escribir su primera carta a los corintios.
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