La ley se había convertido no solamente en un signo de lo que Dios había dado al pueblo judío, sino en una red que se extendía a todos los aspectos de la vida, y esta red en ocasiones asfixiaba la vida, aunque también su cumplimiento era un signo de orgullo, sobre todo para los que formaban la élite dirigente del pueblo que trataban de hacerse notar cumpliendo al menos exteriormente y hasta con ostentación cada punto.
La ley con sus 248 preceptos y 346 prohibiciones era el camino señalado para vivir conforme la voluntad de Dios, pero en la práctica era una manera de aparentar algo que en el corazón estaba muy lejano, pero que socialmente colocaba a las personas en el lado correcto. Faltar a la Ley o buscar otras interpretaciones era considerado muy grave e inclusive una traición a la nación judía. Las autoridades religiosas empezaron a sentir que este nuevo grupo que se distanciaba de su autoridad no era tan pasajero como lo fueron otros y por lo tanto había que actuar con más energía.
Pablo que se sentía plenamente identificado con sus tradiciones sintió que tenía el deber sagrado de combatirlos, y se puso al servicio de las autoridades que a su vez le dieron poder para perseguir a los seguidores de ese Jesús, que dispusieron hombres a su servicio.
Dentro de los seguidores de Jesús había algunos que se seguían sintiendo bastante atados a las costumbres tradicionales, por lo tanto, sería mejor empezar esta persecución con aquellos que venían de la diáspora y aceptaban la nueva doctrina con menos ataduras. Con bastante crueldad se detenía a las personas y se les daban azotes y otros castigos para que renunciaran y blasfemaran contra Cristo, algunas huían al campo pero ahí también eran perseguidos, así se empezó a formar el verdadero espíritu cristiano de gran fortaleza resistiendo a estas afrentas y daños a sus personas y bienes.
Pero entre más arreciaba la persecución más se propagaba la fe, Pablo empezaba a desesperase, a enojarse aún más al ver una forma de morir casi voluntaria de estas personas, superar los dolores con una esperanza nunca antes vista en que se llegaría a un mundo mejor, no maldiciendo sino perdonando, y esta debe haber sido una de las principales razones para que Pablo empezar a pensar que podría haber algo especial en esta nueva doctrina que transformaba a hombres tan simples en auténticos héroes de su fe.
Pero Pablo se mantenía firme en su tarea, de Jerusalén empezaron a salir muchos cristianos, sobre todos de los llamados helenistas, es decir de los judíos que vivían o habían vivido fuera de la Ciudad Santa, unos se trasladaron a Joppe donde eran instruidos por Pedro, otros a Samaria donde su pastor era Felipe, otros a Damasco y hasta lugares más lejanos como Fenicia, Chipre y Antioquía.
¿Hasta dónde estaba determinado llegar Pablo? Seguramente hasta terminar con todos los cristianos y que volviera a reinar el imperio de la ley donde la misericordia estaba casi sepultada, y el rigorismo secaba los corazones y creaba un vacío que se llenaba más bien con aspiraciones de tipo político que hacía que los judíos siguieran esperando un mesías que los colocara a la cabeza del mundo.
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