Pablo el caminante eterno, capítulo LIX. Pablo libre y Roma en llamas

Pablo padeció en la última etapa de su vida el ataque del emperador Nerón a los cristianos en Roma.



La deificación del Estado fue el inicio de la caída de Roma, la destrucción de los pueblos por sí mismos tarda muchos años, pero avanza irremediablemente conforme la decadencia moral se va apoderando de sus ciudadanos y, la inmoralidad, la búsqueda de las riquezas, del poder y de los placeres se va infiltrando poco a poco en el corazón de muchos de sus habitantes.

Este inicio de la decadencia romana está perfectamente representado por el emperador Nerón, que habiendo empezado muy bien a los 26 años sufrió un terrible cambio, se deshizo de la tutela de Séneca y de Afranio Burro, y se rodeó de gente mediocre y malvada. Poco a poco fue quitando de en medio a los que le estorbaban incluyendo a su propia madre, así que el propio Burro fue envenenado y Séneca se retiró a vivir alejado de la corte, pero llegó el día en que el emperador lo acusaría falsamente y sabiendo Séneca lo que le esperaba tomó la decisión de suicidarse.

Estos fueron los tiempos que le tocó vivir a san Pablo antes de su muerte, sin embargo, para él hubo una situación positiva cuando fue absuelto de las acusaciones que pesaban sobre su persona y, así quedó liberado de sus cadenas en el verano del 63.

Una nueva primavera le llegó al apóstol al final de su vida, que después de sus prisiones tenía energías renovadas y, aunque había planeado dirigirse hasta España, decidió que aún había trabajo pendiente en el oriente y se embarcó para Filipos, pero una tormenta lo llevó a la Isla de Creta, considerada en esos tiempos como uno de los lugares más disolutos, se decía de los cretenses que eran mentirosos, bestias y vientres corrompidos.

Pero mientras Pablo se encontraba de viaje un terrible incendio destruía gran parte de Roma, y necesitando Nerón de alguien a quién culpar, y siendo aconsejado por algunos de los judíos influyentes, tuvo la ocurrencia de culpar a los cristianos del tal fechoría y se inició una gran persecución contra los cristianos con muchísimas víctimas, entre las cuales se encontraría el mismo san Pedro, fue un milagro que no se extinguiera totalmente la comunidad cristiana y se sabe que los amigos de Pablo Áquila y Priscila fueron de los pocos que pudieron salvarse.

 

Pablo debe haber sufrido enormemente al enterarse de estas terribles noticias, ya que muchas de las víctimas deben haber sido sus amigos y convertidos por su predicación durante su estancia en la prisión romana.

 

Según la tradición basada en un escrito de Clemente de Roma, Pablo se trasladó hasta los confines del mundo, que sin lugar a dudas en esa época era lo que hoy es España, sin embargo, se desconocen todos los detalles y resultados de ese viaje, pero también varias tradiciones en España señalan que el apóstol estuvo en varias localidades de la península.

 

Después en al año 66 tenemos nuevamente noticias de Pablo viajando por el oriente, ya envejeciendo y percibiéndose más cansado en la redacción de sus cartas a Timoteo.

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