La belleza debería ser una parte importante de nuestra vida y la sociedad seguramente sería mejor si le dedicara más tiempo a la misma.
Aunque parece un contrasentido hablar de coranovirus y belleza cuando el mundo está sumido en una crisis de miedo, dolor, y con consecuencias económicas difíciles de pronosticar, sabemos que las circunstancias que ha generado el mencionado virus ha obligado a millones a encerrarse en sus casas. Esto que por un lado genera ciertas tensiones, por otro lado enfocado positivamente al tener más tiempo de convivencia familiar nos puede servir para conocernos mejor, recordar cosas bellas del pasado, compartir planes y sueños del futuro, y muchas otras cosas más. Podemos incluir en ese listado de actividades tiempo para apreciar, gozar y aprender mucho sobre el arte, que es belleza y que nos inspira a elevar nuestro espíritu y a engrandecer nuestros sentimientos y que tiene una gran cantidad de alternativas, por ejemplo en la música donde cada miembro de la familia puede compartir sus gustos con los demás en los incontables géneros musicales y diferentes intérpretes, en la pintura y en la escultura en sus muy diferentes épocas y estilos, y desde luego en la literatura y sus apasionantes narraciones de historias de la vida real o surgidas de la fantasía de los autores de cuentos y novelas.
No pretendo decir con esto que en este tiempo se vayan a descubrir un enorme contingente de artistas que no habían tenido tiempo de explotar sus talentos artísticos, aunque ciertamente habrá algunos que los descubran, pero todos tenemos la oportunidad por los medios electrónicos y en sus diferentes modalidades de tener acceso a conciertos de todo tipo, desde orquestas sinfónicas hasta música popular, desde ballet hasta danzas regionales, de música instrumental y canto, de obras teatrales y comedias musicales. También tenemos acceso por estos medios a miles de museos en el mundo donde podemos apreciar pinturas, esculturas, artesanías de todas las culturas y de todos los tiempos, de libros ahora también accesibles en los medio electrónicos, o de tomar de nuestros libreros muchos libros que hasta ahora sólo han servido de adorno. Lo mejor de todo es que lo podemos hacer en familia, y compartir los gustos de las diferentes generaciones y crecer todos juntos disfrutando, para de esta manera reflexionar los que vivimos siempre de prisa que la belleza debería ser una parte importante de nuestra vida y la sociedad seguramente sería mejor si le dedicara más tiempo a la misma.
Y viene a mi memoria un discurso del maestro Anacleto González Flores sobre el tema que tituló: “El arte y la civilización”, y del cual me permito compartir algunos trozos.
“Yo como vosotros formo parte de esa caravana inmensa que se llama humanidad y que cruza todos los senderos, he querido deteneros un instante en el desierto de la vida, para fijar el influjo del bello arte en la civilización y determinar el papel que en ella le corresponde a los artistas.
No hace mucho tiempo en una ocasión tan solemne como esta se escapó de mis labios la siguiente afirmación: La civilización no es más que la verdad aplicada hasta sus últimas consecuencias a la vida del género humano… Allí pues donde se alza la verdad surge el progreso, allí donde cae la verdad se hunde la civilización.
Una vez un hombre sintió de súbito soplar sobre su frente un aire suave que le causó, sin embargo, un estremecimiento hondo, un sacudimiento profundo y extraño; luego surgió en su fantasía una visión esplendorosa: era la imagen de un mármol tallado con maestría incomparable.
El artista contempló la visión de su espíritu, se extasió ante ella y derramó un torrente de lágrimas…después tomó un buril…y Fidias ascendió definitivamente a las cumbres de la inmortalidad.
No lejos de allí, en el país del cielo azul y espléndido, Italia, un joven, que si hubiera vivido en la época pagana hubiera sido elevado a la categoría de dios, pues fue llamado el divino, tomó un pergamino, puso en él unos cuantos trazos, unos cuantos matices, unas cuantas líneas: ¡oh! Y en aquellas pinturas rebozaba la vida y la fama, tomó el nombre de Rafael y lo llevó a todos los puntos de la tierra. Casi allí mismo, otro artista tomó un trozo de mármol, puso en él su pensamiento, su genio, casi su alma, casi su vida, aquel mármol parecía respirar y la gloria coronó la frente de Miguel Ángel… Si la ciencia es un movimiento que nos eleva sobre la materia, y nos arrebata al mundo de las ideas, el arte , de un modo inverso , es el descendimiento que nos hace bajar del mundo de las inteligencias a la región de los hechos. De este modo el arte es el punto que pone en contacto la idea y la materia.
Ellos, a través del color, de la línea y del sonido. Harán percibir a la humanidad los grandes pensamientos, que son los únicos que generan, que engrandecen, y que civilizan.
¿Queréis vosotros contribuir también al progreso? ¿Queréis poner al menos un grano en el edificio enorme y grandioso de la civilización? Pues buscad las creaciones del artista. Id tras las visiones del genio, procurad las obras de Dante, de Rafael y de Miguel Ángel. De este modo habéis puesto vuestra alma en contacto con las concepciones esplendorosas que, como el sol, deben poner luz en todos los senderos y en todos los campos desolados y entristecidos.
Te puede interesar: Dar la vida en tiempos de crisis
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com