Se presume la democracia como el sistema ideal de gobierno, y aunque no hay una definición exacta de la palabra, podemos decir que la democracia se refiere a un sistema de gobierno donde el pueblo decide eligiendo a sus gobernantes y representantes la forma como quiere ser gobernado, y al menos resulta en teoría el mejor de los sistemas de gobierno, y países y gobernantes se cuelgan la etiqueta de demócratas como símbolo de autoridad y casi de perfección y de aceptación por todos los componentes de la sociedad.
Sin embargo, en la práctica donde casi todos los países presumen de ser una democracia hay una infinidad de los mismos donde las condiciones de vida son lamentables y la libertad real es inexistente, como por ejemplo los casos tan cercanos que tenemos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
En nuestro caso la democracia ha tenido una historia poco convincente aunque en los libros de texto se pretenda presentarnos como un país democrático, hemos distado mucho de serlo, y esto se inicia desde la Constitución Mexicana presentada como un documento inmaculado, prácticamente el sustituto de la Biblia para los políticos mexicanos, pero en realidad fue un documento elaborado prácticamente por Carranza y su equipo, sin la asistencia de las demás partes interesadas y desde luego sin la participación del pueblo, y por ello resultó en un documento que restringió la libertad de enseñanza y la libertad religiosa, que en ese entonces era una parte vital de la sociedad mexicana, y desde entonces se ha modificado cientos de veces a conveniencia de los gobiernos en turno.
Después se vivió una simulación de democracia donde el único posibilitado para ganar era el partido del gobierno que vino a ser el PRI, con un control prácticamente absoluto de las elecciones, donde el ganador era ya conocido desde antes de las mismas, hasta que hubo una evolución que al menos nos llevó a tener oportunidades de que la participación de la gente fuera real, y con el INE hubiera una mejora substancial en los procesos.
Sin embargo, aún ya con lo técnico resuelto de la mejor manera posible, en lo práctico, la democracia se ha convertido en una guerra de mercadotecnia, en dónde las técnicas del manejo de la propaganda política tienen un gran peso, y en algunos casos la imagen carismática de algún político se impone sobre realidades, aunque éstas sean claramente negativas.
El manejo de ciertas ideas por pequeños grupos muy bien enfocados son capaces de confundir a millones e imponerles ideas, muchas veces contrarias a sus propios intereses, y lo que es peor, a sus propios valores, y se va imponiendo un sentido antidemocrático en las mismas leyes como se está haciendo en temas como el aborto y la ideología de género, que están atacando la libertad misma de discrepar sobre estas corrientes de pensamiento con leyes que amenazan con multas o cárcel.
Por otro lado, estamos viviendo un contra sentido democrático, pues los representantes populares que como su nombre lo indica representan al pueblo, están en su mayoría limitando su actuación a recibir instrucciones del Ejecutivo y aprobar todo lo que se les envía sin modificar siquiera una coma.
Y es que en el fondo, para que cualquier sistema funcione, no solamente en el orden público, sino en el privado y aún en el familiar, es que los ciudadanos volvamos a tener como fundamento de nuestra actuación en todos los ámbitos de la vida fuertes valores, y la convicción de seguirlos en todas las circunstancias, y revertir esto no será cuestión de unos días o de unos meses, sino de mucho tiempo, empezando por la educación de los niños y jóvenes, y ciertamente que el factor religioso tan olvidado e inclusive combatido era una base firme de valores universales y claros, y no estaría por demás repasarlos para no vivir en el relativismo que se adapta a las conveniencias particulares y aún generales de una época tan confusa como la que estamos viviendo, pues si la tala de la riqueza material de un pueblo es algo grave, lo es más aún y funesto el arrasamiento de sus fuerzas y reservas morales.
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