No creo que nadie se moleste porque se den normas para proteger a las tortugas, pero parece al mismo tiempo un contrasentido que se declare la guerra a los que buscan proteger la vida humana desde su concepción.
En estos tiempos tan extraños de repente escuchamos alguna noticia o algún mensaje y nos llegan algunas ideas para analizar algunas de las situaciones que estamos viviendo en nuestro mundo y que no necesariamente están relacionadas con esta crisis del coranovirus, pero que seguirán marcando la pauta de los acontecimientos una vez que pase esta crisis llamada de la cuarentena, que por cierto ya va superando por mucho los cuarenta días.
Las tortugas son para los niños unas pequeñas mascotas que les gustan mucho, y al mismo tiempo se han convertido en un símbolo de acción de los ecologistas para su protección porque se dice que están en peligro de extinción, y son una de las grandes una maravillas de la naturaleza, algunos hemos tenido el privilegio de ver en las playas de Yucatán cómo salen del cascarón y trabajosamente se internan en el mar.
Y la razón de ligar el tema es que por estos días en plena crisis del coranovirus esta semana 59 países firmaron una declaración conjunta para la “protección de la salud y los derechos sexuales y reproductivos” que se titula “Joint statement on Protecting Sexual and Reproductive Health and Rights and Promoting Gender-responsiveness in the COVID-19 crisis”. Entre los países latinoamericanos que firmaron el documento se encuentran Argentina, Bolivia, Costa Rica, Ecuador, México, Uruguay y Perú.
Este documento habla de que en medio de la crisis hay que seguir proporcionando los medicamentos y la financiación de la salud y los derechos sexuales y reproductivos que debe seguir siendo una prioridad para evitar un aumento de la mortalidad materna y neonatal, una mayor necesidad insatisfecha de anticoncepción y un mayor número de abortos inseguros e infecciones de transmisión sexual”, que significa seguir promoviendo el aborto.
Por otro lado es un delito y además muy mal visto por la sociedad que se comercie o que se destruyan los huevos de tortuga, porque es evitar el nacimiento de nuevas tortugas, mientras que evitar el nacimiento de nuevos bebés se va viendo cada vez más no solamente como algo normal, sino inclusive como un derecho, y hasta no estar de acuerdo con esta práctica un delito.
No creo que nadie se moleste porque se den normas para proteger a las tortugas, pero parece al mismo tiempo un contrasentido que se declare la guerra a los que buscan proteger la vida humana desde su concepción, y que en cambio se consideren promotores de la libertad y de derechos humanos a los que actúan para destruir la vida.
¿Cuándo empezó el mundo a perder el sentido de lo trascendente y de lo sagrado? Puede ser que desde que la Revolución Francesa consagró al hombre como el centro de todo el universo olvidando su conexión con Dios, y ahora curiosamente el hombre parece que pasa a ocupar el último lugar en el universo y hasta la vida de una tortuga es más valiosa que la de un niño, porque se reconoce que si se destruye un huevo en realidad se está destruyendo la vida de una futura tortuga, pero si se destruye la vida de un futuro niño en el vientre de una madre se dice que tan sólo se están quitando del vientre materno un conjunto de tejidos biológicos.
Creo que sería bueno que la sociedad aprovechara este encierro forzado para reflexionar un poco sobre el camino que va tomando, si el sentido que llevamos es para hacer de esta una sociedad más humana y con valores trascendentales, o caminamos hacia la destrucción de la misma porque no respetamos lo más sagrado que es la vida desde su concepción.
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