La desunión en todos los campos es evidente y se fomenta desde el gobierno, la religión ha perdido su presencia como un aglutinante social y la independencia es ya muy relativa en un mundo globalizado.
Decidir sobre el derecho a no existir de un tercero ha sido siempre condenable, y en caso de optar por su muerte se le ha llamado siempre crimen; sin embargo, decidir sobre la vida de una persona que ya se ha iniciado en el vientre materno se considera ya un acto de libre voluntad de la madre según lo ha definido la Suprema Corte de Justicia, en una época en que la ciencia ha determinado que ese ser no es una parte del cuerpo de la mujer, sino un ser totalmente independiente que al correr de algunos meses estará ya a la vista de todos, pero que desde el vientre materno puede ser claramente visualizado gracias a la maravilla del ultrasonido.
Cuando una sociedad hace a un lado la moralidad de sus actos y, lo único que le importa es la legalidad de estos, va por el camino de la disolución, porque las leyes pueden ser manipuladas, y de hecho tristemente muchas veces lo son por quienes tienen el control político, económico o social, y hoy en día también por los medios de comunicación.
La indiferencia y la superficialidad con la que se trata el tema es verdaderamente estremecedor, se habla de la vida como se puede hablar del objeto más insignificante, como del derecho que tengo yo a tener un teléfono y a desecharlo en el momento que lo decida sin las menores consecuencias, pero en la realidad, aunque se trate de ocultarlo sabemos que siempre quedan consecuencias en la mente y en el alma de quienes han decidido abortar, y también de quienes les han acompañado en el camino, porque por mucho que se quiere anular la conciencia, esta es parte de la naturaleza humana y es difícil burlarla en su totalidad.
Sin el respeto a la vida desde su concepción, sin el derecho a nacer, después todos los demás derechos se van diluyendo, a tal grado que las consecuencias las vemos en el número de crímenes que se comenten en el país, por el crimen organizado o por otras personas, dónde ya las víctimas se convierten tan solo en un número y en una estadística.
Es difícil tener un espíritu festivo cuando se encuentra uno con este tipo de noticias, aunado a otros que no son de tal trascendencia pero que también son símbolos de desorientación sobre el significado de patria y libertad, si nos vamos a la historia, no a la mítica de la narrativa oficial, sabemos que nuestra patria se independizó bajo las consignas de Iturbide de: Unión, Religión e Independencia. Hoy las tres se encuentran heridas de gravedad; la desunión en todos los campos es evidente y se fomenta desde el gobierno, la religión ha perdido significativamente su presencia como un aglutinante social y la independencia es ya muy relativa en un mundo globalizado.
Ante este panorama habría que reflexionar que tal vez un símbolo de luto nos lleve a buscar signos de resurrección, para poco a poco ir recobrando el sentido del respeto absoluto a la vida y su reflejo en la integración de un país, que no se puede mantener a flote a base de propaganda, y por ende es también tiempo de que los ciudadanos empecemos a trabajar en la reconstrucción nacional empezando por el valor fundamental que es el respeto a la vida, esperando que la sociedad tome conciencia de lo que esto significa y, con el tiempo volvamos a respetarla desde su inicio hasta su final natural.
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