Hay acontecimientos que llaman la atención a nivel mundial y son millones las personas en casi todos los países del mundo que están atentas a esos eventos, uno de ellos son las olimpiadas o juegos olímpicos, evento multideportivo que desde hace muchos años se celebran cada cuatro años en diversos países, donde México ya tuvo su oportunidad en 1968, y se han manejado como un encuentro mundial donde se busca que la armónica convivencia entre los atletas y las delegaciones de los países actúen como embajadores de buena voluntad en busca de ejemplificar que la armonía entre las diversas naciones y culturas del mundo es realizable.
Posiblemente el evento que más llama la atención es la inauguración donde no solamente los aficionados al deporte se dan cita para verla, sino una gran cantidad de público en general porque casi siempre se montan grandes espectáculos en el estadio sede del atletismo, pero en esta ocasión se anunció que habría un cambio radical y la inauguración sería a lo largo del río Sena y otros lugares de la bellísima ciudad de París, lo que aumentó las expectativas sobre dicho evento, el cual a final de cuentas resultó con comentarios totalmente variados, desde a los que les pareció aburrida y horrible, hasta a los que opinaron que era la más espectacular de la historia con un gran final de Celine Dion y un espectáculo de luces desde la torre Eiffel.
Sin embargo, lamentablemente hubo un evento muy grave e inexcusable para un comité organizador que debe demostrar respeto, y en esta ocasión demostró una gravísima falta del mismo no solamente para el mundo cristiano que fue el principal agraviado, sino para muchas otras personas que valoran el respeto a todas las religiones y culturas presentando una parodia de la última cena que levantó infinidad de protestas como diversos episcopados y grupos católicos e inclusive personas individuales, por ejemplo el episcopado español dijo que: “Pensamos en todos los cristianos de todos los continentes que se han visto heridos por el exceso y la provocación de determinadas escenas”.
La escena durante la ceremonia del viernes presentó a la DJ y productora Bárbara Butch, un icono LGBTQ+, flanqueada por artistas drag y bailarines, los organizadores que quizás acostumbrados al silencio del mundo cristiano tan atacado en estos tiempos, no pensaron en la gran reacción que se levantaría al respecto pretendieron dar una serie de explicaciones que no solamente no aclararon nada, sino que terminaron enredando más el asunto.
No podemos pensar que en una ceremonia que se preparó por más de dos años no se haya evaluado la intencionalidad de dicha representación, pero tal parece que vivimos en una época donde los valores cristianos son atacados de diversas maneras, y se tratan de imponer nuevas formas de actuación y de pensamiento impulsadas por los grandes organismos internacionales, gobiernos en sus sistemas educativos, y medios de comunicación que más que proponer el desarrollo del sentido de respeto a la dignidad de las personas, que para muchos proviene del ser creaturas de Dios, promueve una anticultura de valores supuestamente basados en la libertad humana y la modernidad.
Esta pérdida de influencias de los valores tradicionales se viene desarrollando desde mucho tiempo atrás y lo que sucedió en los juegos olímpicos es un llamado para actuar en nuestro medio de la forma mejor posible, ya nos decía Anacleto González Flores hace unos 100 años: “Nosotros los católicos hemos visto con nuestros propios ojos la caída estrepitosa del edificio de la sociedad y en estos momentos andamos entre escombros. Sin embargo, poco nos hemos preocupado de conocer con toda claridad la verdadera causa del desastre. Y si hemos de ser sinceros y deseamos sanar, debemos empezar por reconocer que nada nos ha perjudicado tanto como el hecho de que los católicos nos entregamos a vivir con éxtasis en nuestros templos y abandonamos todas las vías abiertas de la vida pública a todos los errores[…]en lugar de haber estado en todas partes…Y hemos dejado la escuela, la prensa, el libro, la cátedra en todos los establecimientos de enseñanza, les hemos dejado todas las rutas de la vida pública…no hemos podido amurallar las almas de las masas, de los jóvenes, de los viejos ni de los niños”. Y creo que el momento de actuar en defensa de los valores universales y permanentes es no solamente de los católicos sino de todas las personas de buena voluntad que seguramente también viven dichos valores.
Por otro lado, es importante señalar que el esfuerzo extraordinario de los deportistas que se han preparado seguramente con muchos sacrificios nos lleve a reflexionar que si en todas nuestras actividades pusiéramos el esfuerzo que han puesto los deportistas en estos juegos olímpicos seguramente nuestra vida y la vida de las familias y de toda la sociedad marcharía mucho mejor.
Te puede interesar: En pie de lucha
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo