Hoy se están enfocando principalmente en el ataque a la familia, en la imposición del aborto como un derecho, en lugar de fomentar el respeto a la vida desde su inicio.
“La lucha por la libertad es tan vieja como el mundo y se renueva todos los días, porque todos los días se renueva bajo el movimiento desbordante con que brotan los renuevos del antiguo tronco de la humanidad, los choques estrepitosos de las pasiones de los fuertes y de los poderosos contra los débiles y contra los de abajo… esto explica que los pueblos donde la libertad no es una mentira y donde la democracia no es una farsa, hay hacia todos los rumbos muchas plumas que erizan el espacio y que se hallan vueltas hacia los alcázares de los déspotas. Más aún: los tiempos modernos han tenido que variar de una manera fundamental la táctica para rendir tiranos. Ayer, Espartaco se escoltaba de esclavos armados de puñales, para reivindicar la libertad, Hoy, la opinión, cuando tiene sus grandes órganos, sus grandes e inmensos portavoces y en cada conciencia encuentra un baluarte que no capitula y que tampoco está dispuesto a transigir, por más que no desnude el acero fratricida, hiere, derriba y mata tiranos sin derramar una sola gota de sangre. Será, pues, preciso, pensar que la batalla será inevitable; que como dijo el célebre orador francés ‘la libertad no se pide, se arrebata’ y que para arrebatarla no necesitamos más que organizarnos, respaldar nuestra opinión y nuestros derechos con una fuerza moral cuya gravitación resquebraje las espadas y los puños de nuestros verdugos”. Anacleto González Flores.
Parecería que un siglo después de pronunciadas esas frases la libertad debería ser una realidad perfectamente establecida en nuestra sociedad, y sin embargo en pleno siglo XXI, en medio de los mayores avances científicos, tecnológicos, médicos, y de medios de comunicación que nunca antes imaginados, la vemos peligrando como pocas veces antes, amenazada no solamente por un gobierno que trata de imponer una sola forma de pensamiento, sino inclusive por una sociedad que se ha dejado avasallar por muchas imposiciones de propaganda que han ido minando su capacidad de análisis, y empieza a dar por verdades casi divinas, ideas que van contra la misma esencia de la libertad y hasta de la misma naturaleza.
Escuchamos en días pasados que la simple expresión de protesta por la falta de cumplimiento de un derecho tan elemental como la salud fue calificado como una acción golpista, y a quienes votaron contra los intereses del gobierno se les califica en términos despectivos, y así tenemos un sinnúmero de ataques a la libertad casi todos los días.
Pero una trampa todavía más peligrosa contra la libertad de pensamiento es la coacción ideológica, que se va imponiendo a la sociedad a través del tiempo de una manera muy sutil y mediante una planificación muy sofisticada.
El primer golpe fue el de la imposición ideológica del laicismo, como signo de libertad, hoy plenamente establecido en la mentalidad moderna, cuando en la realidad fue la supresión de la libertad de hablar de Dios en público, en la educación, en los medios y en las leyes, para que poco a poco fuera el Estado el que se fuera convirtiendo en el rector de las conciencias y de las leyes morales. Una vez implantado este objetivo, el avance ha venido siendo demoledor, y las libertades de conciencia se pretenden coartar cada vez más, y hoy se están enfocando principalmente en el ataque a la familia, en la imposición del aborto como un derecho, en lugar de fomentar el respeto a la vida desde su inicio, que es la base fundamental de todos los derechos subsiguientes y, el avance, incluso bajo amenaza en muchos países de la llamada ideología de género, que va inclusive contra la naturaleza misma.
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