Su influencia en el mundo fue notable en todos los aspectos, la primera gran sorpresa fue cuando se dio la noticia de que visitaría México en 1979, un país católico pero con un gobierno que no reconocía a la Iglesia.
Hasta el 15 de octubre de 1978 era un hombre muy conocido en Polonia y en lugares cercanos, además de los medios eclesiásticos, fuera de ahí muy pocos lo conocían, por lo tanto cuando por el mítico balcón del Palacio Apostólico se pronunciaron las famosas palabras Habemus Papam, y se pronunció su nombre cardenal Wojtyla, la sorpresa fue mayúscula y las expectativas eran más bien una gran interrogación, sin embargo desde el momento en que apareció su figura la impresión de la multitud presente en la gran Plaza de San Pedro y millones por televisión fue muy positiva, un hombre joven para ese cargo de una imagen de gran fuerza, pero al mismo tiempo de gran afabilidad y con las palabras de su primer saludo entre las que destaca su humildad al decir que no dominaba el italiano y que lo podrían corregir, que lo habían llamado de un país lejano, pero cercano por la fe y la comunión cristiana, el miedo que sintió al ser nominado, tuvo de inmediato una gran simpatía con las gentes.
Karol Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en una pequeña ciudad de Polonia llamada Wadowice, el 18 de mayo de 1920, su papá era suboficial del ejército polaco. Su mamá Emilia murió cuando tenía 8 años. Cuando era universitario estalló la Segunda Guerra Mundial, Alemania invadió Polonia, entonces cerraron la universidad y el futuro papa trabajó en una cantera y una fábrica.
En 1942 sintió que su vocación era el sacerdocio, al terminar la guerra parecía que todo estaría mejor, pero entonces el país quedó bajo otra pesadilla, el dominio implacable de la Unión Soviética y su gran nuevo imperio comunista. Tras la Segunda Guerra Mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1° de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha. El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958. El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.
Durante su labor en Polonia tuvo muchos problemas con las autoridades comunistas, pues siempre luchó por la libertad, por eso su nombramiento de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica fue muy mal recibido en el mundo comunista, que pese a ser tan poderoso en ese tiempo se sintió amenazado por este hombre que siempre se había mostrado tan valiente.
Su influencia en el mundo fue notable en todos los aspectos, la primera gran sorpresa fue cuando se dio la noticia de que visitaría México en 1979, un país católico pero con un gobierno que no reconocía a la Iglesia y desde luego no tenía relaciones diplomáticas con el Vaticano, muchos de sus consejeros opinaban que no era factible o al menos prudente la visita a México bajo esas circunstancias, sin embargo Juan Pablo II fue firme en su decisión, se dice que se obtuvo al menos el consentimiento extraoficial del presidente José López Portillo presionado por su madre y por el interés que en seguida se dejó sentir por la población, este primer desafío fue impresionante, nunca en la historia de México ningún personaje ni nacional ni extranjero fue recibido y aclamado por multitudes que espontáneamente lo siguieron en todas sus apariciones y le mostraron un cariño y admiración que dejó sin aliento a los políticos mexicanos que jamás ni en sueños habían logrado algo ni remotamente semejante, y demostraron al mundo el magnetismo y la gran influencia que tendría este Papa venido de lejos y que había terminado con una tradición de siglos de que los papas eran siempre italianos.
Y así recorrió el mundo y otro gran desafío fue cuando visitó por primera vez su tierra natal. El viaje que hizo el Papa a su país natal entre el 2 y 10 de junio de 1979, fue una peregrinación con una respuesta masiva y espontánea cuyos efectos significaron una renovación moral que marcaría la historia de los polacos, y también la del mundo. Con el tiempo para muchos Juan Pablo II sería sin lugar a dudas una figura clave para la caída del mundo soviético y su gran símbolo el Muro de Berlín, lo que generaría un cambio impensable en la geopolítica del siglo XX.
Como todos los grandes personajes Juan Pablo II tiene también sus detractores en la política y aún dentro de la Iglesia, pero es indudable que fue un gran protagonista, no solamente dentro de la Iglesia en la que dejó mensajes muy intensos e importantes, con grandes enseñanzas doctrinales y morales y también sociales, sino aún dentro del mundo laico, pues dejó a los políticos de su tiempo grandes mensajes con referencias a la justicia, a la política y para la paz.
En estos días que se recuerda su nacimiento valdría la pena repasar algunos de sus mensajes, en especial los que dirigió a México en sus múltiples viajes que contienen importantes enseñanzas no solamente para la vida espiritual sino también social, que mucho nos pueden reconfortar y animar para seguir trabajando por este nuestro México.
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