La fe como virtud cívica y ciudadana

Hoy en día el relativismo se ha enseñoreado de la cultura actual, ya no se habla ni de bien ni de mal, sino tan sólo de derechos.


Fe


En una cultura que desde hace más de 200 años se viene inculcando el concepto de laicismo como uno de los mayores logros de la democracia y la modernidad, puede resultar un tanto extraño, o tal vez hasta escandaloso para muchos considerar que la fe puede estar ligada como virtud al civismo y a la acción ciudadana.

Ciertamente que no estamos hablando de volver a tener un estado confesional como fue normal en la antigüedad, pues recordemos que esto no se relaciona exclusivamente como podrían pensar algunos en la situación que tuvo la Iglesia en muchos Estados hasta antes de la Revolución Francesa, sino que en todas las culturas antiguas la religión era una parte central de la identidad de las tribus, naciones y hasta imperios, pues inclusive en muchas de ellas el jefe de la tribu, el rey o hasta el emperador fungían también como líderes religiosos, y toda la población consideraba como una parte integral de pertenencia a su grupo la religión.

Pero desde la Revolución Francesa se inició un ataque principalmente contra la Iglesia Católica, olvidando todas las aportaciones que ésta había dado a la cultura, y que no se reducía a dogmas, o liturgias, o costumbres y fiestas religiosas, sino que estaba ligada a la creación de las universidades, de hospitales y asilos, así como a las artes, como la pintura, la escultura, la literatura, la arquitectura, la música etc.

Y hoy estamos viviendo una realidad que es sin duda reflejo de esa forma de plantear al Estado moderno, y los resultados de haber dejado que Estado haya monopolizado la educación bajo el esquema de ser laica obligatoria, que en su caso debería haber sido libre y bajo un esquema religiosos para quién así lo deseara.

Hoy en día el relativismo se ha enseñoreado de la cultura actual, ya no se habla ni de bien ni de mal, sino tan sólo de derechos, no siempre reales, sino más bien de conveniencia, y así el aborto, la ideología de género y la violencia ocupan gran tema de las conversaciones y de los encabezados de los diarios.

La fe también ha sido pobremente entendida por muchos, limitándola a establecer una relación personal con Dios, una práctica de oraciones y ritos y de conceptos aprendidos de memoria, sin relación alguna con la vida diaria, y menos aún con las cuestiones cívicas, sociales y políticas.

Esta dicotomía del hombre moderno de ser uno en lo privado y otro en lo público, ha sido la raíz de muchos de los males que nos aquejan, porque no deja de ser una especie de hipocresía ocultar siempre el aspecto religioso cuando se trata de lo público. Y ciertamente no deja de ser una realidad que parte de esta situación partió de una enseñanza casi generalizada de la Iglesia en donde se consideraba la cosa política como algo ajeno al hombre religioso, y por ese motivo los que participaban ocultaban sus convicciones religiosas.

Pero en estos tiempos y con las enseñanzas de la Doctrina Social Católica iniciada por León XIII y cada vez más desarrollada e impulsada por los siguientes pontífices se ha ido entendiendo que una parte muy importante de la fe es llevar sus principios de justicia, generosidad, verdad, rectitud, que son parte del mandamiento de amor al prójimo a todos los campos de la sociedad.

En México en lo particular, tenemos a un gran precursor de estas ideas, el Lic. Anacleto González Flores que allá por los inicios del siglo XX ya urgía la participación responsable, generosa y aún heroica de los católicos para hacer de la sociedad, y en concreto de México una nación donde se respetara la libertad, y se generaran los medios para hacer de esta nación un lugar para que el hombre pudiera desarrollar toda su capacidad humana.

Por eso el Lic. González Flores urgía la actuación de todos los católicos y ciudadanos rectos a participar activamente y por la situación que estamos viviendo su mensaje nos parece muy actual, y nos dice:

“Se sabe, se ve que cada hombre es una ruina y que por lo mismo es preciso forjar de nuevo el tipo vigoroso y profundamente humano que el cristianismo, verdadero Fidias de las almas, incomparable artista de la vida sabe hacer de cada espíritu y cada corazón. Se sabe y se ve que las sociedades perecen cuando el deseo de sacrificarse por los demás y la ley del amor son devorados por la fiebre del placer y por la guerra del egoísmo y se quiere volver a los hombres al sistema único que has sabido hacer del amor a la humanidad un deber ineludible y una de las más hermosas virtudes. Se sabe que es necesario reconstruir totalmente al hombre interior y al hombre exterior y que, este, aparte de ser ciudadano, debe ser una verdadera unidad social y que para esto urge que las energías de la sociedad vuelvan al cauce del orden y que el talento, la riqueza, la propiedad y el poder sean fuente rica e inagotable de luz de justicia y de bienestar para todos. Se ha llegado a comprender que solamente así será posible contener la corriente desbordante de las revoluciones e inaugurar una era de paz en el mundo.

Se desea muy vivamente reedificar la familia sobre los sólidos cimientos de la Sociología Cristiana, pues desmoronada y desecha por los golpes que sobre ella han descargado los utopistas y los legisladores improvisados que tantas veces han profanado la voluntad del pueblo y el santuario de la ley, pide que se le rehaga de sus mismos escombros y se le vuelva el grado de vigor y lozanía que alcanzó bajo el influjo regenerador del cristianismo. Se pretende, con el entusiasmo que despiertan en los corazones generosos las causas nobles y santas, reactivar las corporaciones de trabajadores, único medio práctico de escudar al obrero contra las extralimitaciones de los patrones encasillados en el absolutismo económico consagrado por el funesto sistema del liberalismo y manantial fecundo de tiranías y revoluciones”.

“Reducir el catolicismo a plegaria secreta, a queja medrosa, a temblor y espanto ante los poderes públicos cuando éstos matan el alma nacional y atasajan en plena vía la Patria, no es solamente cobardía y desorientación disculpable, es un crimen histórico religioso, público y social, que merece todas las execraciones”.

Porque la fe obliga a ser congruentes en todos los aspectos de la vida, y sus enseñanzas éticas van con la honradez, el mayor esfuerzo, el orden, la generosidad, la valentía, el respeto a todos los hombres y a los recursos de todo tipo, desde los personales, los de las comunidades hasta los de la naturaleza es que debemos considerar a la fe como una virtud cívica y ciudadana, porque si la inculcáramos y la siguiéramos se reflejaría en una ciudadanía responsable y generosa tanto en el ámbito público como en el privado, lo que llevaría obligadamente a un desarrollo nacional que beneficiaría a todos y haría de este país lo que hasta ahora hemos soñado pero estamos muy lejos de haber logrado.

 

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