La estructura que constituye la fuerza de la sociedad

Diariamente escuchamos hablar sobre instituciones que son vitales para el funcionamiento y desarrollo de la sociedad, y que se han venido construyendo desde hace mucho tiempo, muchas de las cuales están en peligro de ser destruidas, o dañadas gravemente de raíz con consecuencias que poco a poco van minando la confianza en la estabilidad del país, y sobre todo en la capacidad del gobierno para conducir a la sociedad al progreso, pues para lograr el mismo se necesita de confianza en las instituciones y gozar de paz y seguridad en el ambiente.

Pero de todas estas instituciones hay una que podemos mencionar como la raíz de todas las demás, y sin embargo es prácticamente ignorada en los medios, y al mismo tiempo está sujeta a un bombardeo constante que va destruyendo su esencia y por lo tanto su estabilidad, y nos estamos refiriendo a la familia.

Hasta hace poco se entendía prácticamente por toda la sociedad que el término consistía en la unión de un hombre y una mujer generalmente bajo la figura del matrimonio, y desde luego los hijos que de forma natural provenían de la relación de los esposos, y se daba por entendido que la fundación y desarrollo de la familia se basaba primeramente en el amor de los esposos y luego de los padres con los hijos y de los hijos con los padres.

Sin embargo, hoy en día y a base de una propaganda constante e inclusive de legislaciones, el concepto se ha venido modificando y la palabra familia se aplica a otros tipos de sociedades de convivencia.

Desde luego no significa esto que la llamada familia tradicional sea por sí misma exitosa, por el solo hecho de constituirse según la tradición, pues conocemos muchos casos en que los matrimonios terminan en lo que se conoce como familias disfuncionales donde todos los miembros tienen mucho que perder.

Decía Joseph Ratzinger después Benedicto XVI que: “Hombre y mujer se pertenecen mutuamente. Poseen dones que han de desplegar para de ese modo hacer aflorar y madurar al ser humano en toda su amplitud. Sabemos que esa diferencia dentro de la unidad entraña tensiones y puede desembocar en intentos de ruptura, eso también sucede en cualquier amistad. Cuando más cercanos está, más fácil es tirarse de los cabellos.

El amor es una exigencia que no me deja intacto. En él no puedo limitarme a seguir siendo yo a secas… en ese sentido no se debe imaginar un amor puramente romántico, que cae del cielo sobre ambos cuando se han encontrado y que a partir de entonces todo irá sobre ruedas”.

Y es que conservar el amor requiere de un trabajo continuo, y transmitírselo a los hijos requiere de un doble esfuerzo en el que para tratar de ser exitosos deben estar involucrados tanto el padre como la madre, y para ello es muy conveniente la formación como padres tanto para mantener la relación mutua como para educar a los hijos.

Desgraciadamente se educa muy poco, si es que se educa algo, para la formación de una familia, y estamos muy ocupados en educar a los hijos en cosas que desde luego son necesarias y virtuosas como el orden, la cortesía, las normas sociales, la generosidad, la fortaleza, y los conocimientos humanos y técnicos para que tengan herramientas y puedan tener los medios necesarios para solventar las necesidades naturales y sociales que como personas tenemos, sin embargo pocas veces ponemos énfasis en dar herramientas para las relaciones entre hombres y mujeres, para que conociendo las diferencias naturales que hay entre ambos, se mantenga  sin embargo la idea de que en dignidad somos iguales.

Sería muy importante retomar la idea de que el noviazgo no es solamente una etapa para pasársela bien, gozando y disfrutando del enamoramiento, sino que debe ser la oportunidad para conocerse no solamente en los gustos superficiales, sino en los conceptos profundos de cada uno en cuanto al sentido de la vida, de lo que esperan el uno del otro, de sus sueños y esperanzas y de lo que consideran como valores esenciales, sin olvidar desde luego la importancia sobre cuestiones emocionales, espirituales, morales y religiosas de cada uno, pues por ejemplo, si uno es creyente en Dios y el otro no, en un futuro pueden ser puntos de separación.

Es muy importante nuestra acción sobre cuestiones políticas y sociales dejando de lado  nuestra apatía tradicional, pero no podemos descuidar ni perder de vista lo que le está sucediendo a la institución familiar, de la cual todos provenimos, y cada uno con sus propias historias en donde seguramente hay pasajes positivos y negativos, porque no existen familias perfectas, pero sí podemos trabajar por la construcción de familias felices dentro de lo humanamente posible, que sean la base futura de una sociedad constituida por personas que no solamente vean por sus intereses particulares, sino que en sus almas estén enraizados los principio de la generosidad, la solidaridad, la fe, el valor y la fortaleza que les impuse a trabajar por el bien común en cualquiera de las  trincheras donde la vida los vaya colocando, pues hacer el bien siempre es posible desde cualquier lugar en donde actuemos ordinariamente.

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